Opinión

Argentina y Armenia: relaciones que florecen entre naciones y Estados

10 de julio de 2017

armenia argentina 1Cada grato aniversario de una rica historia compartida que lleva más de un siglo de trayectoria, invita a recordar, a reflexionar y a vislumbrar los capítulos siguientes. Los primeros encuentros hablan de fines del siglo XIX, cuando un grupo de idealistas admiraba la sociedad que con gran esfuerzo se construía como un futuro ideal para su pueblo que sufría la opresión del sultán turco.

En el Siglo XX el genocidio de los Jóvenes Turcos, encontró a la pequeña colectividad conformada aquí desde 1911, que pudo, al año siguiente, orar por la paz en la tierra a los hombres de buena voluntad, siguiendo al Evangelio en nuestro Señor Jesucristo. En 1915 el primer y único representante diplomático del Imperio Otomano en la Argentina, testimonió y condenó ese crimen, que reflejaba las noticias de la prensa de un país que permanecía neutral pero no indiferente.

En 1916, cuando se ejerció por primera vez en Argentina el sufragio universal y democrático, los refugiados armenios asistieron a ese ejercicio político, inherente a cada ciudadano, que aún no podían ejercer en su tierra natal.

Turquía fue derrotada en esa guerra, y su gobierno de entonces reconoció el Genocidio; la República de Armenia, después de nueve siglos de opresión, surgió por la voluntad de resistir y de vivir en un mundo mejor. Turquía fue el primer país en reconocerla, y Argentina, en 1920, mediante las notas diplomáticas intercambiadas entre Avedís Aharonian -delegado de la República de Armenia- y el canciller del presidente Hipólito Irigoyen, establecieron relaciones de estado a estado, iniciando una etapa histórica entre ambas naciones tan lejanas geográficamente, pero que construían una relación cercana en pensamiento y realizaciones.

Los acontecimientos políticos que causaron el ataque kemalista de septiembre de 1920, y la usurpación territorial de la Armenia Occidental, fue seguido en noviembre-diciembre con la sovietización, y en 1921, con los tratados de Moscú y Kars, que también significaron nuevas expoliaciones de Najicheván y Karabagh por parte del nuevo régimen de dominaba el país. No obstante, en los casi 30 mil km² restantes, -de los 120 mil reconocidos por el Tratado de Sévres-, sobrevivientes y refugiados debieron continuar la reconstrucción del país ancestral arrasado. También entonces, la colectividad ya afirmada institucionalmente en la Argentina, asistió moral y materialmente, al desarrollo de la Madre Patria.

Europa, por virtud de los acuerdos entre Londres y Berlín (ocupación de Checoslovaquia), asistió a los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial, que se agravaron con el acuerdo Ribbentrop-Molotov (reparto de Polonia, etc), como escenario de nuevos genocidios y crímenes de guerra. La convaleciente república, con capital en Ereván, participó de los frentes y 200 mil ciudadanos se sumaron a las millones de víctimas de una nueva y terrible conflagración. Argentina volvió a recibir refugiados armenios en la post guerra, quienes encontraron una nueva vida en ambas orillas del Río de la Plata.

La implosión de la Unión Soviética permitió replantear la reunificación y posterior liberación de Nagorno Karabagh y la recuperación de la independencia de Armenia hace 25 años, permitió restaurar las relaciones directas entre Ereván y Buenos Aires.

La semana pasada, en la Cancillería Argentina, en la celebración del 25° aniversario de las relaciones bilaterales, se expusieron algunas las ideas y pensamientos que guían a la Argentina y a Armenia, en las relaciones entre estados y naciones. En los conceptos fundamentales se delinearon los vínculos que siguen creciendo y se proyectan hacia las sociedades y a las relaciones culturales, para lograr más progreso y un futuro mejor para ambos pueblos.

En todo el mundo, se debe hacer mucho para superar conflictos, avasallamientos, que la dirigencia internacional no ha podido solucionar; se vio en el reciente G20 en Hamburgo. Los graves temas pendientes imponen actuar bien y pronto. Atrás deben quedar, y para siembre, injusticias y las tragedias.

Carlos Luis Hassassian 

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