Preocupantes intentos de Erdogan para recrear el Imperio Otomano
Los recientes acontecimientos de Turquía, luego de una enigmática asonada que despierta más interrogantes que certezas, han dejado al descubierto, las intenciones de Erdogan de seguir construyendo su liderazgo maquinando en su palacio de un resucitado Imperio Otomano. Hace tiempo que los politólogos incluyen en sus hipótesis el tema del neo-otomanismo inteerpretando estas pistas. Despues de la caída de algunos muros, se han conquistan derechos, y se busca extender los beneficios de una sociedad más justa, a más personas, pueblos y naciones, esta puja política entre Erdogan y su ex socio Gülen, confirma ese peligro que vuelve a asechar a Europa.
Un escritor británico, Julian Barnes, en su novela “El ruido del tiempo” (Anagrama), acuñó un pensamiento que fue reflejado en un reportaje realizado por Pablo Guimón, el pasado domingo en “El País” de Madrid. Barnes dice que “los monstruos del siglo XX se comieron a los héroes”. Tomando ese pensamiento, podríamos agregar que los armenios de estas latitudes conocemos bien y hemos denunciado al imperialismo turco-otomano. Nuestra propia historia individual y colectiva reciente, ha documentado lols crímenes y quiénes son esos criminales, que vienen del siglo XIX (y de antes también). Por ejemplo, el Sultán Abdul Hamid, de execrable memoria, es uno de esos monstruos que está por revivir de la mano del actual Frankestein de la política anatólica.
Uno de las fallas habituales en los planteos de los especialistas, es generalizar sus categorizaciones por nacionalidades y religiones al adjudicar la responsabilidad en la política mundial. Se habla habitualmente de los crímenes de los cristianos, sin recordar que muchas veces esos mismos que decían respetar las Sagradas Escrituras, no vacilaron en oprimir y asesinar a otros cristianos que seguían las enseñanzas del Salvador. Lo mismo ocurre en el caso de los musulmanes, cuando el mismo Miguel de Cervantes Saavedra, en su genial Don Quijote de La Mancha, describió agudamente las diferencias entre la calidad del legado cultural islámica en la península Ibérica, en contraste con la acción criminal del Imperio Otomano para arrasar con la civilización europea. Citemos el valioso testimonio de haber luchado en la Batalla de Lepanto.
Enseñanzas de la historia
En 2016 se cumple el 120º aniversario de las masacres hamidianas, que causaron tantos genocidios y crímenes: los sobrevivientes de numerosas nacionalidades cristianas y creyentes islámicos, también, llegaron para refugiarse en América del Sur en pos de una esperanza de paz para una vida mejor.
Mencionemos como las víctimas del otomanismo a los asirios, griegos, kurdos, búlgaros, serbios, rumanos, húngaros, croatas, sirios, libaneses, a diversos pueblos árabes, y por supuesto a los armenios, que sufrieron luego el primer Genocidio del siglo XX.
Hace muy poco, el Papa Francisco, visitó la tierra santa de Armenia, enviando un mensaje universal de la paz de los evangelios a todos los hombres de buena voluntad, simbolizado por un par de palomas, que parecen no haber vuelto a cruzar los picos del bíblico Monte Ararat, como lo hicieron en tiempos del Patriarca Noe.
Han pasado 101 años de esos crímenes, y hace mucho que la opinión pública internacional ha comenzado a distinguir también entre el gobierno y el pueblo turco. El plan genocida que aún no ha concluido, busca negar la memoria y el conocimiento, ocultando la realidad de los hechos, como lo hizo con la sagrada vida de millones de sus súbditos de los pueblos mencionados.
Esa ideología criminal comienza a aplicar su doctrina racista, ahora contra sus actuales ciudadanos. Se suceden sin previo juicio, purgas interminables, detenciones que, como en 1915, incluyen a los intelectuales, universitarios, académicos y dirigentes.
Pasar de espectadores a participantes
Descorrido el velo de la fantasía farandulesca de las ficciones turcas que azotan las pantallas de la televisión sudamericana con relatos increíbles, cada día, la cruda realidad de los hechos, pone a lectores y a televidentes ante un mundo más real, que también los lleva a participar para ser actores conscientes de un mundo mejor. En Europa se preocupan ahora por las secuelas que provocaría la irrupción de ese pensamiento perimido en un viejo continente que todavía no ha podido elevarse sobre los dramas de las dos Guerras Mundiales que azotaron el mundo en el siglo XX. La sociedad y los movimientos económicos se van distorsionando por los temblores financieros de los especuladores de quienes contaminan la naturaleza y empeoran la vida de millones de personas con la violencia y guerra despreciando derechos y causando innecesariamente más inestabilidad y conflictos.
Como dijimos al comienzo, hay ciertos monstruos reales que quieren volver, pero antes que ser de bronce, los héroes cotidianos son los humanos de carne y hueso. Evoquemos entre ellos, al periodista armenio Hrant Dink que es un ejemplo también para Turquía, felizmente definido por el historiador Osvaldo Bayer, como el Rodolfo Walsh armenio, valorizar la capacidad testimoniales de los medios, reflexionemos, debatamos y aportemos cada uno la fuerza de seguir adelante.
Carlos Luis Hassassian