Aslí Erdogan: La escritora que desnudó a la dictadura turca
Se llama Asli Erdogan, es escritora y, sin quererlo, se convirtió en símbolo de la resistencia a la represión desatada por la dictadura turca contra la prensa y los intelectuales de su país. Luego de una agitada vida nómada, esta física nuclear volvió a su país y descubrió que su vocación era la escritura. Y su pluma, que halló colocación en un periódico opositor recientemente cerrado por el gobierno, se dedicó a narrar los horrores de ser kurdo en Turquía, de pertenecer a una nación que es víctima constante de atropellos, agresiones, violaciones, matanzas… es por eso que padeció cárcel y aún está siendo procesada en Estambul.
PARÍS, (Anne Marie Mergier para Proceso).- Sus compañeras de celda la llamaban “Asli Hoca” con mucho respeto -hoca en turco significa maestra- y cuidaron de ella a lo largo de sus cuatro meses y medio de detención en el reclusorio femenil de Bakirkoy, en Estambul.
Los premios Nobel de Literatura Orhan Pamuk y J. M. Coetzee, entre muchos otros escritores e intelectuales, se movilizaron para exigir su liberación. El pasado 20 de noviembre el Pen Club sueco galardonó su obra con el Premio Tucholsky, que recompensa a novelistas perseguidos.
Asli Erdogan -comparte apellido con el presidente turco, pero no tiene parentesco con él- nunca tuvo vocación de protagonismo. Y fue muy a pesar suyo que se convirtió en símbolo de la represión desatada contra la prensa y los intelectuales de Turquía por Recep Tayyip Erdogan, después del fracasado golpe de Estado del pasado16 de julio.
Su fama y su reconocimiento internacional se deben al talento literario que despliega en ocho libros publicados hasta la fecha -varios de los cuales están traducidos a una decena de idiomas- y también a su vida itinerante.
La escritora vivió varios años en Suiza y Brasil antes de volver a Turquía y recorrió Europa invitada a coloquios, residencias de escritores y giras de presentación de sus novelas.
Una física que tocó fondo
Asli Erdogan nació el 8 de marzo de 1967 en Estambul, en una familia acomodada pero víctima de persecución política después del golpe de Estado de 1980. Sus padres fueron detenidos y torturados cuando ella aún era adolescente.
Después de capacitarse en informática en la Universidad del Bósforo, de Estambul, se entusiasmó por la física nuclear, materia en la que obtuvo una maestría, y fue la primera estudiante turca en integrar, en 1991, el Consejo Europeo para la Investigación Nuclear, con sede en Ginebra.
Se quedó hasta finales de 1993 en ese centro de investigación, considerado el más avanzado del mundo, y un año después viajó a Brasil, con la idea de hacer un doctorado en física en Río de Janeiro.
Pero muy pronto se dio cuenta de que su pasión verdadera era la literatura. Renunció a su carrera científica, dejó que Río se apoderara de ella y no tardó en tocar fondo. Pasó dos años caóticos inmersa en favelas y drogas, atraída por la marginalidad y la violencia.
Esa experiencia extrema es el tema de “La ciudad con capa roja”, novela publicada en 1998, en la que la protagonista -su alter ego- confiesa: “Ella se había convertido en uno de estos millones de destechados dispersos por aquí y por allá en el planeta. Formaba parte de estas almas perdidas entregadas a la miseria de un destino omnipotente. Esa chica de buena familia, pequeñita, frágil, temerosa y aventurera… vuelta delincuente.”
De regreso a Turquía se dedicó de tiempo completo a la literatura, sin dejar de publicar crónicas políticas en periódicos turcos de oposición.
La cárcel
Acusada de “pertenecer a una organización terrorista” -en referencia al Partido de los Trabajadores del Kurdistán- y de “complotar contra la integridad del Estado” por su colaboración con el diario prokurdo Ozgur Gundem, la escritora fue detenida la noche del pasado 16 de agosto.
De 30 a 40 policías encapuchados, de las fuerzas especiales, según ella misma contó, irrumpieron en su casa del barrio popular de Isli, en Estambul. Catearon su domicilio, confiscaron escritos, documentos, archivos… y la llevaron directamente a la cárcel de Bakirkoy.
Al mismo tiempo, y con el mismo alarde de fuerza, detuvieron a ocho colaboradores más de Ozgur Gundem, medio que había sido clausurado unas horas antes.
Ozgur Gundem dista de ser el único medio de comunicación víctima de la represión gubernamental. En realidad desde que Recep Tayyip Erdogan decretó el estado de emergencia, el pasado 21 de julio, se generalizaron las agresiones a la prensa.
Según denuncia Human Rights Watch en su informe Silencing Turkey’s media, publicado el pasado 15 de diciembre, en cinco meses el régimen turco cerró 149 medios de comunicación -radio, televisión, diarios, revistas, agencias de noticias- y 29 editoriales, dejando a más de 2.500 periodistas desempleados.
También ordenó la cancelación de centenares de credenciales de prensa y de pasaportes de reporteros. Alrededor de 150 periodistas están actualmente encarcelados en Turquía… Una decena de ellos en espera de juicio. Un centenar más vive bajo amenaza de detención y se multiplican las agresiones físicas en su contra, al tiempo que se les niega el acceso a las regiones kurdas de Turquía.
Asli Erdogan, de salud frágil, pasó sus primeros días en la cárcel incomunicada, encerrada en una calabozo que calificó de sórdido, y luego fue trasladada a una celda colectiva, donde convivió con Necmiye Alpay -distinguida académica y lingüista de 71 años, arrestada junto con ella- y con una veintena de presas políticas, en su mayoría kurdas jóvenes.
Alentada por sus compañeras y la solidaridad internacional, la escritora venció su depresión, recobró su combatividad y el pasado 3 de diciembre logró sacar clandestinamente una carta, que tuvo amplia difusión internacional. En ella advertía:
“Nuestro gobierno quiere monopolizar la ’verdad’ y la ‘realidad’. Reprime con violencia cualquier opinión mínimamente distinta a la suya. Mi carta es un llamado de emergencia. La situación es muy grave, aterradora y sumamente inquietante. Estoy convencida de que un régimen totalitario en Turquía sacudiría de una forma u otra a toda Europa. Pero Europa está totalmente enfocada en la crisis de los refugiados y parece no darse cuenta de los peligros que implicaría la desaparición de la democracia en Turquía.”
El juicio
Con la misma determinación Asli Erdogan se presentó tres semanas después, el pasado 29 de diciembre, ante el tribunal para la primera audiencia de su juicio. A su lado estaban Necmiye Alpay y cinco colaboradores de Ozgur Gundem.
Advirtió a sus jueces: “Si no le da vergüenza a Turquía ver cómo una literata tiene que responder a un interrogatorio judicial custodiada por dos gendarmes, eso significa que ese país no entiende algo fundamental: la absoluta necesidad de mirarse al espejo”.
Ante la sorpresa general, el mismo 29 de diciembre el tribunal ordenó la libertad condicional de Erdogan y Alpay. El 2 de enero la segunda audiencia no aportó nada nuevo a su situación. Ambas esperan, con una mezcla de esperanza y angustia, la próxima audiencia, que tendrá lugar el 14 de marzo.
¿Qué crimen cometieron? El “grave” delito de la solidaridad. Como otros intelectuales hoy perseguidos o encarcelados, Asli y Necmiye aceptaron integrar simbólicamente el consejo editorial de Ozgur Gundem para manifestar públicamente su apoyo al diario, y fue con el mismo ánimo solidario que Asli publicó algunas de sus crónicas en ese periódico.
Pero más allá de sus lazos con Ozgur Gundem, Asli lleva dos décadas clavando “su pluma” en las llagas de la historia turca y en su explosiva contemporaneidad. Lo hace tanto en sus libros como en sus crónicas periodísticas.
Toca sin reparo el tema tabú en Turquía, el Genocidio Armenio perpetrado desde abril de 1915 y por el Imperio Otomano y que costó la vida a 1 millón quinientas mil personas; denuncia la persecución sangrienta de los kurdos y de las minorías del país; y se levanta contra el infierno de las cárceles turcas, trama de “Edificio de piedra”, su novela más reciente, publicada en 2009. Incluso sufrió agresiones físicas, que aún afectan su salud, después de haber dado a conocer casos de jóvenes presas kurdas violadas por policías turcos.
Los libros de Asli Erdogan fueron traducidos a 17 idiomas como Inglés, francés, italiano, alemán, sueco, noruego, bosnio, búlgaro, árabe, albanés, macedonio, curdo, lituano, holandés, China, Indonesia y armenio.