Un nuevo ciclo escolar que concluye con déficit
Acaba de finalizar un nuevo ciclo escolar en nuestras escuelas comunitarias que una vez más persiguen como objetivo brindar una educación de excelencia en general y abocarse a la inmensa tarea de preservar nuestro idioma, identidad cultural y las más arraigadas tradiciones armenias. En mayor o menor medida todas nuestras escuelas pasan por un momento de relativa calma en lo que respecta a sus situaciones financieras. En los últimos tiempos los vaivenes económicos habían generado zozobras tanto en los padres del alumnado como en las diferentes administraciones.
Sin embargo no está de más formular un breve análisis del contexto en que se mueve la educación de los colegios armenios de nuestro país. Lamentablemente, el avance de materias como la computación, idiomas, artes u otras extraprogramáticas han ido remitiendo a la enseñanza del idioma armenio a un restringido espacio que muchas veces apenas supera la hora de materia diaria.
Es difícil hacer un análisis profundo en una columna como esta. Pero a la luz de los acontecimientos es necesario al menos formular algunas consideraciones. La enseñanza del idioma armenio se ha transformado en tal vez el mayor déficit de nuestra comunidad. Basta con intentar practicar la lengua de Mashdotz con cualquiera de los egresados de nuestras escuelas para comprobarlo. Y en lo que marcaría una enorme contradicción en cuanto a los objetivos primarios es comprobar que esa imposibilidad desaparece al momento de comunicarnos en idioma inglés.
Muchas veces se utiliza como argumento o pretexto el hecho (real) de que en nuestros hogares no hablamos en armenio, pero tampoco lo hacemos en inglés con lo que esa tesis desaparece.
Entonces, la responsabilidad hay que buscarla en las decisiones de los directivos y en la indolencia de los padres que no advierten lo que ocurre con la enseñanza de sus hijos. Es cierto que existe una enorme carencia de docentes idiomáticos armenios. También es cierto que no hay planes para formarlos y mucho menos los suficientes medios para recompensarlos dignamente.
Pero la falencia no puede ser adjudicada sólo a las escuelas porque no existe una decisión comunitaria que emprenda un programa adecuado para capacitar profesionalmente a quienes hoy lo hacen de modo artesanal. Tampoco existe una preocupación en las autoridades del gobierno armenio para proporcionar a la Diáspora las herramientas necesarias para resolver este grave problema. Hace algunos años tuvimos la visita de un experto lingüista que llegó a la Argentina para analizar nuestras carencias y plantear soluciones concretas. Todavía se esperan las propuestas.
Estamos transitando ya la cuarta generación de armenios por estas tierras. Si no logramos que aprendan el idioma de sus mayores, lo entiendan y se expresen en armenio, cualquier esfuerzo por lograr perdurar como comunidad estará destinado al fracaso. La danza, el canto y la música armenia son maneras secundarias como expresiones de identidad. Sólo aprender y hablar en armenio hará que podamos vencer en la lucha contra nuestra propia extinción.
Jorge Rubén Kazandjian