“Una verdad a medias es una mentira completa” - Proverbio yiddish

Inútil intento de trivializar el Genocidio Armenio por parte de Thomas de Waal

14 de enero de 2015

Thomas-de-WaalThomas de Waal (imagen) es asociado senior de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional. Es autor de del artículo “El G-Word - La masacre armenia y la política de genocidio”, que aparecerá en la próxima edición de enero-febrero 2015 de la publicación Foreign Affairs.

Dicha nota es la precursora de su próximo libro, “Gran catástrofe. Armenios y turcos en la Sombra del Genocidio”. Tomando en cuenta el momento en que se publicará su artículo y a continuación su libro, es obvio que Thomas de Waal tiene a su cargo la primera salva del negacionismo turco contra el Centenario del Genocidio de Armenios.

De Waal es un analista que se ha enfocado en varias ocasiones sobre las relaciones de Armenia y Azerbaidján acerca del tema de la República de Nagorno Karabagh y también sobre el vínculo entre Armenia y Turquía sobre la cuestión del Genocidio Armenio. Sin embargo, él tiene una peculiar manera de forma de mostrar su integridad en su acercamiento a estos dos debates fundamentales.

Es curioso porque como “experto” en la resolución de conflictos, De Waal utiliza el viejo truco del doble estándar. Sobre el diferendo de Karabagh es ardiente defensor de cambiar el estatus-quo a favor de Bakú y por supuesto contra Armenia. Luego, respecto de la cuestión del Genocidio Armenio, él es entusiasta defensor de mantener el estatus-quo en favor de Turquía y en contra de Armenia. Como es evidente, para De Waal el concepto de justicia es una variable en su acercamiento a la resolución de conflictos, lógicamente en función de la identidad de la parte en conflicto.

Dada su sesgada reputación sobre temas relacionados con Armenia y los armenios, la nota de este “experto” no provocó sorpresas. A través de este artículo De Waal empeña todos sus esfuerzos en un inútil intento de trivializar el genocidio contra los armenios con el fin de arribar a la conclusión por el propuesta de que ya es hora que los armenios “entierren a sus abuelos y reciban un reconocimiento por parte del Estado de Turquía por el terrible destino que sufrieron”.

Debemos observar más allá de este humillante “consejo” y concentrarnos en cambio, en los hechos que Thomas de Waal enumera en apoyo a su conclusión. Debemos tener en cuenta que su intento es transformar el Genocidio Armenio en un tema inexistente.

En primer término, afirma que los armenios “descubrieron” el genocidio en 1960. De acuerdo a sus conclusiones, durante décadas el evento de la “Gran Catástrofe” fue para los armenios más una “cuestión de dolor privado que de interés público”, por lo que dedicaron sus esfuerzos a “combatir a la Unión Soviética en vez de hacerlo contra Turquía”, y que sólo en 1960 comenzaron a revivir “seriamente” las matanzas como una “cuestión pública” inspirada en la “conciencia del Holocausto”.

Al formular estas descaradas declaraciones De Waal adecua y encubre convenientemente el hecho de que fue a partir de los comienzos de 1920 en que los armenios expresaron su conciencia colectiva respecto la catástrofe y expresaron sus pretensiones sobre las reparaciones exigidas.

Es cierto que no se calificaban las masacres como genocidio, pero tal cosa era imposible pues ese término comenzó a utilizarse en 1944, cuando el jurista polaco Raphael Lemkin acuñó esa palabra basada en las matanzas de armenios por los turco-otomanos.

Hasta ese momento los armenios se presentaron frente al mundo y a Turquía como demandantes de su patrimonio nacional destruido por la Turquía otomana y de su patria nacional ocupada por ese estado. Mientras el mundo hacía la vista gorda a las demandas de justicia de los armenios, Turquía organizó en la década del 20 su propio “Juicio de Núremberg” “castigando” a los principales organizadores y autores de la muerte en masa de los armenios, a saber Talaat Pashá, Enver Pashá, Jemal Azmi, Behaeddin Shakir, Jivanshi Bey, y así sucesivamente...

Al mismo tiempo, los armenios establecieron la Delegación de la República de Armenia para reclamar oficialmente sus pretensiones de reparación territorial y económica por parte de Turquía.

Contrario a las afirmaciones de De Waal, formularon activamente sus reclamos de justicia desde la década del 20, recordando al mismo tiempo a sus mayores, algo que harán por siempre.

En segundo lugar, De Waal muestra su irritación por la utilización del vocablo “genocidio” en referencia a las matanzas de armenios. Él da crédito a Lemkin por la creación de la terminología y sus fundamentos, planteados ante las Naciones Unidas para la adopción de la Convención sobre el Genocidio en 1948. Sin embargo, intenta desacreditar a Lemkin presentándolo como una “personalidad problemática”, critica la ambigüedad de la Convención sobre Genocidio; y deplora la explotación de la palabra genocidio. Con esos argumentos llega a la idea de que “la Diáspora armenia encontró que ese término se ajustaba perfectamente para describir lo sucedido”, buscando así “activar un nuevo movimiento político...”

Thomas de Waal ignora deliberadamente el hecho de que, incluso en 1944, cuando Lemkin acuñó el nombre genocidio, invocó el caso armenio como un ejemplo definitivo de genocidio en el Siglo XX. Lemkin describe el delito de genocidio como la “destrucción sistemática de todo un grupo nacional, racial o religioso. El tipo de crimen que Hitler ejecutó contra los judíos y que los turcos hicieran previamente a los armenios”.

El “analista” también ignora los registros que señalan que la ONU promulgó el 11 de diciembre de 1946, su primera resolución sobre el genocidio conocida como la resolución 95 (1) de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Posteriormente, el 9 de diciembre de 1948, se aprobó la Convención de Genocidio de la ONU. Tanto la resolución como la convención reconocen al genocidio armenio como tipo de delito que las Naciones Unidas pretenden evitar mediante la codificación de las normas vigentes y las tradicionales normas internacionales.

Una vez más, en 1948, la Comisión de Crímenes de Guerra de la ONU invocó el Genocidio Armenio como “como uno de los tipos de actos de “crímenes contra la humanidad “como término moderno destinado a sentar un precedente para los tribunales de Núremberg”.

A partir de ese momento en 1985, la Comisión de Derechos Humanos de la ONU emite el informe denominado “Estudio de la Cuestión de la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio”, citando a las matanzas de armenios como un ejemplo de genocidio. En su reporte la Comisión de las Naciones Unidas dijo: “la aberración nazi no ha sido por desgracia el único caso de genocidio en el Siglo XX. Entre otros ejemplos, se pueden calificar como genocidio... la masacre de armenios otomanos en 1915-1916”.

Tal como lo muestran los registros oficiales, los armenios no distinguieron en la palabra genocidio el “término perfecto”. Fueron las Naciones Unidas que, en nombre de los gobiernos del mundo, establecieron y declararon a través de sus resoluciones y la Convención sobre el Genocidio que los actos cometidos por el Imperio Turco otomanos contra los armenios y los de la Alemania nazi contra los judíos son genocidios.

En tercer lugar, de acuerdo con el De Waal, incluso si la palabra genocidio se empleara para las matanzas de armenios, la Convención sobre el Genocidio de la ONU no tiene aplicación retroactiva. Afirma, sin identificarlas que “la mayoría de las opiniones legales internacionales tienen claro que la Convención sobre el Genocidio de la ONU no posee fuerza retroactiva y por lo tanto no puede ser invocada para presentar demandas sobre propiedades desposeídas.”

Una vez más, De Waal hace declaraciones generales sin ninguna justificación, de hecho o de derecho. Y otra vez, ignora convenientemente los registros, los hechos y hasta la propia ley.

Las disposiciones de la Convención sobre el Genocidio llevan aplicabilidad ex post facto. De hecho, son exigibles con carácter retroactivo en base a los siguientes puntos:

1. La doble vocación de la Convención sobre el Genocidio en la prevención y sanción del autor del delito de Genocidio proporciona la base necesaria para su retroactividad;

2. La retribución dispuesta por la Convención sobre el Genocidio hace que sea retroactiva, porque, además de ser condenado y castigado por el delito de genocidio, al autor del delito tampoco se le permitirá mantener los frutos de la delincuencia;

3. La Convención sobre el Genocidio es declarativa de un hecho ilícito preexistente y reconocido a nivel internacional, lo que genera tanto la responsabilidad del Estado como la responsabilidad penal individual. Como tal, la convención no es la creación de una nueva ley penal.

4. Proporciona fundamentos jurídicos sólidos a los criterios antes mencionados, el 26 de noviembre de 1968, las Naciones Unidas aprobaron la Convención sobre la imprescriptibilidad de la limitación estatutaria de Crímenes y Delitos de de Guerra y Lesa Humanidad. Esta convención eliminó cualquier período de tiempo sobre el crimen de genocidio. Por lo tanto, las disposiciones de la Convención sobre el Genocidio son aplicables a cualquier delito de genocidio, independientemente de la fecha de su comisión.

El señor De Waal hace muchas otras declaraciones infundadas en su intento de trivializar el Genocidio Armenio. Retuerce hechos para servir a su propósito, como para confirmar la observación de Mark Twain: “Conoce primero los hechos y luego distorsiónalos cuanto quieras”.

En el análisis final, todo intento de Thomas de Waal está basado en pronunciar verdades a medias. Y como el sabio proverbio yiddish afirma, “Una verdad a medias es una mentira completa.”

Dr. Seto Boyadjian*
Asbarez

* Ex Jefe de Redacción del Diario ARMENIA

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