Cuaderno de Viaje a Armenia (IV)
Para el viajero novel o para quien ya tiene varias visitas a nuestro suelo patrio, el peregrinaje a Dzidzernagapert ocupa tal vez el primer lugar de su agenda. Ubicado en las alturas de Ereván, el Memorial del Genocidio Armenio es un sitio de recogimiento y respeto para los herederos del millón y medio de víctimas del crimen cometido por Turquía a partir de 1915.
Mi primera visita fue muy movilizadora porque fue en total soledad una temprana mañana de un nublado domingo de noviembre de hace más de diez años. El taxista me había anticipado que tal vez estuviese cerrado aun, pero la impaciencia por conocer ese símbolo de subsistencia de nuestro pueblo me llevó a esa colina. Recorrí ese largo camino en dirección a la llama votiva entre estremecido y emocionado. Descendí las escaleras y pronto me encontré frente al fuego eterno.
Una suave melodía hacía el escenario más conmovedor aún. Allí me di cuenta que estaba llorando pensando no sólo en mis antepasados masacrados, sino también en mis padres sobrevivientes que dejaron atrás su tierra natal en la Armenia histórica para formar parte de una Diáspora que se creó sobre las cenizas aun tibias de nuestros hermanos muertos.
A partir de allí cada viaje a Armenia también me llevó a Dzidzernagapert. Cada visita tuvo algo particular. En uno de los viajes del Diario Armenia, la noche previa al 24 de Abril nos encontró en la oscuridad sólo iluminada por el brillo del fuego que sale de las entrañas del Memorial junto a cientos de jóvenes que acababan de concluir su tradicional marcha de las antorchas. Nuestro pequeño grupo se integró a los adolescentes que rendían homenaje. Pasaron algunos años pero puedo confesar que jamás se borrará de mis recuerdos el abrazo que recibí de Julio, un entrañable armenio neuquino quien con su voz totalmente embargada por la emoción quería compartir ese momento único e inolvidable.
Al día siguiente, formamos parte de esa serpenteante caravana de armenios que cada año sube a la altura para depositar una flor en memoria de nuestros mártires. Más de un millón de personas transitan el largo camino que se eleva en medio del monte aledaño. Niñas y niños, jóvenes, adultos y hasta ancianos marchan en silencio, ensimismados, sabiendo que forman parte del indómito pueblo que se resistió al ataque genocida y que el compromiso de ofrecer una oración a la eterna memoria de los caídos debe cumplirse como un rito de honor.
Pronto viajaremos una vez más a la tierra de nuestros sueños. Nos convoca el Centenario de la creación de la República de Armenia. Será una gran conmemoración que afortunadamente compartiremos con muchos compañeros de nuestra ya lejana militancia en Unión Juventud Armenia. Para muchos de ellos será su primer viaje a la Madre Patria con todo lo que ello significa para quienes somos la generación siguiente a los supervivientes.
Dzidzernagapert nos recibirá nuevamente, esta vez en vísperas de una gran fiesta, sabiendo que en nuestras fibras más íntimas aun laten el compromiso de servir a nuestra identidad y la obligación de llevar en nuestros corazones el recuerdo de quienes nos dieron la vida. La flor que colocaremos en el Memorial también los representará a ellos.
Jorge Rubén Kazandjian