Seis lecciones de los fallidos protocolos armenio-turcos
Ereván.- El 1º de marzo de 2018, el presidente Serge Sarkissian, tal cual como se había prometido en septiembre del año pasado, firmó un decreto que anunciaba la nulidad de los protocolos armenios-turcos. De esta forma emitió un “certificado de defunción” tardío a un proceso que había muerto hace mucho tiempo. Ahora, con el tratado terminado legalmente, es tiempo de extraer algunas lecciones.
La primera cosa que Armenia perdió en el proceso fue tiempo. Nueve años invaluables e importantes se dedicaron a un proceso de ratificación condenado al fracaso desde que fue firmado en Zúrich en octubre de 2009. Para finales de ese año era obvio que Turquía no tenía la voluntad política de respetar sus compromisos. Se podría argumentar que en abril de 2010, cuando Armenia detuvo el proceso de ratificación de los protocolos, los mismos ya estaban muertos. A pesar de esto, las autoridades armenias tenían esperanzas, sin sustento alguno, de que algún día el país vecino revería su postura y ratificaría el tratado. Este tiempo se podría haber utilizado para explorar otras opciones. Lección número 1: la próxima vez que Armenia inicie un proceso con Turquía, la estrategia de salida debe ser tan importante y oportuna como la de entrada.
El segundo problema tuvo que ver con el error metodológico con el que se abordó el hecho. Dos protocolos firmados en 2009 destinados a tratar dos problemas simultáneamente complejos: la normalización de las relaciones y una “reconciliación” entre los dos estados. Como ya he explicado, este fue un error que costó caro. La combinación de estos dos procesos paralelos y, al mismo tiempo, complejos en una sola iniciativa tenía pocas posibilidades de éxito. La normalización de los lazos interestatales requería compromiso político y voluntad por parte de los funcionarios.
Un único documento compuesto por unas pocas líneas sobre el establecimiento de vínculos diplomáticos hubiera sido suficiente para iniciar el proceso de normalización correspondiente. Esto no requería ni ratificación parlamentaria, ni negociaciones políticas, ni grandes debates internos. En realidad requería una serie de elementos diferentes, en el que el estado no tenía otro rol que el de tratar de facilitarlos. Es que un proceso de reconciliación puede tardar años o décadas, por lo que son las mismas sociedades civiles las que deben iniciarlo y liderarlo. Desde este punto se desprende la lección número dos: la próxima vez que Armenia inicie tratados similares con Turquía, las relaciones bilaterales deben separarse de la reconciliación.
Los esfuerzos internacionales de mediación son importantes para salir del punto muerto. Suiza y Estados Unidos jugaron un papel significativo durante el acercamiento armenio-turco. Un proceso que comenzó unos años antes y que comúnmente se denominó como "diplomacia del fútbol", fue inmensamente respaldado por el país norteamericano. Por supuesto, el estado de ánimo en Turquía era totalmente diferente en aquel entonces. A pesar de las fuertes diferencias en ciertos asuntos regionales, EE.UU asumió el rol protagónico sobre sus hombros y Turquía no se resistió, al menos inicialmente.
Por su parte, Suiza facilitó ampliamente el proceso de preparación de los protocolos. Otras partes internacionales interesadas también fueron en gran medida de apoyo. Sin embargo, al estar presentes durante la ceremonia de la firma en Zúrich y al transmitir sus felicitaciones a los ministros de Relaciones Exteriores, la mayoría de ellos asumió que su misión había terminado. Como vimos en etapas posteriores, salvo Estados Unidos, pocos estados e instituciones internacionales recordaban los protocolos. Su apoyo, había sido en el mejor de los casos ocasional. Por lo tanto, lección número tres: la próxima vez que Armenia inicie un proceso con Turquía debería buscar apoyo internacional no solo durante el proceso previo a la firma de cualquier documento, sino también durante la fase de implementación del acuerdo en sí.
Cuando la parte formal del tratado se inició en 2008, hubo voces divergentes en Turquía. Algunos apoyaron el mismo, mientras que otros se mostraron firmemente en su contra, manteniéndose escépticos y suspicaces. Varios intelectuales y formadores de opinión turcos respaldaron el proceso al considerar que el cierre fronterizo no era propio de los tiempos actuales. Varios artículos de apoyo aparecieron en los medios de comunicación, que levantaron opiniones diferentes de las opiniones nacionalistas y proazeríes. De hecho, hasta algunos conservadores y partidarios del AKP (Partido de Justicia y Desarrollo) apoyaron el proceso.
Sin embargo, a medida que el mismo avanzaba, disminuyó el número de partidarios en la sociedad turca. Los problemas con la libertad de expresión y la abrumadora disidencia en Turquía tampoco jugaron un papel menor en el silenciamiento de los intelectuales de izquierda y liberales. Por lo tanto, la lección número cuatro: la próxima vez que Armenia inicie un proceso con Turquía también debería trabajar con formadores de opinión pública de esa nación.
En general, algunos sectores de la sociedad armenia se mostraron a favor de la iniciativa diplomática de 2009. El gobierno se concentró en aquellas partes de los protocolos que principalmente tenían como objetivo normalizar las relaciones y abrir las fronteras, aunque muchos de sus aspectos eran problemáticos. La Federación Revolucionaria Armenia-Tashnagtsutiún dejó la coalición gobernante en abril de 2009 debido a posturas divergentes con el Partido Republicano de Armenia sobre estas mismas negociaciones con Turquía.
Como se reveló más adelante, las formulaciones sobre el reconocimiento mutuo de fronteras y el establecimiento de un subcomité de cuestiones históricas fueron algunos de esos puntos que pusieron un manto de incertidumbre en la nación. Es que hubo muchas personas en Armenia y la diáspora no estaban contentas con el hecho de que se cediera territorio histórico, ni tampoco con la creación de un comité que revisaría la historia y establecería “una verdad”.
Algunas personas lo interpretaron como un movimiento táctico del lado armenio para mantener a Turquía en el proceso, otros como una manipulación. Por lo tanto, lección número cinco: tome la lección número dos en serio. Pero en aras de la claridad: el Genocidio Armenio es un tema político y no una cuestión de debate histórico. Por lo tanto, jugar con palabras y formulaciones relacionadas con eventos históricos puede tener implicaciones no deseadas.
A pesar del cierre fronterizo, sectores de los pueblos de Armenia y Turquía comparten diferentes relaciones comerciales y culturales. Interactúan, construyen conexiones, desarrollan relaciones y cooperan independientemente de las relaciones diplomáticas inexistentes. Muchos ciudadanos armenios viven, trabajan y estudian en Turquía, algunos legalmente, mientras que otros tienen problemas con las autoridades por violar las leyes y procedimientos turcos.
Debido a la falta de documentos oficiales, muchos jóvenes armenios en Turquía carecen de educación formal. No se abordan muchas preguntas sencillas y, al mismo tiempo, fáciles de resolver, relacionadas con los ciudadanos armenios debido a la falta de relaciones diplomáticas. Las vidas humanas y los asuntos humanitarios no deberían ser tomados como rehenes por las diferencias interestatales. De ahí, la lección número seis: la falta de relaciones diplomáticas no debe impedir que Armenia explore otras vías alternativas para encontrar soluciones a una serie de cuestiones prácticas de carácter humanitario.