La mujer armenia también es una combatiente en Karabagh
Memorias de una luchadora
La escritora Herminé Avakian publicó recientemente en el órgano de la FRA-Tashnagtsutiú, Aparaj de Stepanakert, una emotiva historia verdadera de las mujeres que sostuvieron sus familias y que lucharon junto a sus maridos, por la liberación de Nagorno Karabagh (N. del T.)
Arminé abre el viejo álbum familiar y sus ojos se detienen en la fotografía del casamiento. La nostalgia empaña la foto; la nostalgia obliga a sonreír… en la foto, Arminé es otra; mejor dicho, los ojos son distintos, porque están llenos de aquel brillo inexplicable que tienen las mujeres felices… guerra y felicidad.
Arminé recuerda los días de su casamiento; durante dos días y dos noches festejaron durante la guerra. El 24 y 25 de octubre de 1992, en el pueblo de Shosh de la región de Askerán, -si bien no hubo zurná y dhol, pero el casamiento de Arkam y Arminé vibraba. Arkam (Akó) se oponía a que suene la música y el canto en la fiesta. “Cada día perdemos compañeros; son batallas terribles; madres que pierden a sus hijos; Bekor no está… ¡cómo haré un casamiento, si él no está!” repetía constantemente. Sin embargo, una idea oculta le carcomía el cerebro: “Mañana quizás no esté yo… nadie sabe su destino… Por lo menos, debo dejar un heredero”.
El primer día de la celebración pasó sin canto ni baile, pero en el segundo, los compañeros le insistieron y Arkam, de alguna manera, aceptó que enciendan el tocadiscos. Arminé se detiene un momento y recuerda el video del casamiento. Lo saca del estuche y lo conecta. Los soldados bailan al ritmo de las canciones nacionales, a pesar de la guerra. Entre ellos hay rostros conocidos; muchos ya no están. El novio Arkam tiene uniforme militar y en el pecho, una rosa blanca. El soldado, en todas partes y a toda hora, es un soldado. Arminé recuerda las frases de Arkam: “yo no me cambiaré el uniforme militar ni dejaré mis armas, hasta que Artsaj sea liberada”.
Entre los presentes al casamiento, se encuentra la baronesa Carolyn Cox, quien en los años de la guerra de Artsaj demostró su buena voluntad y colaboración al pueblo combatiente. En todos los brindis, los deseos eran de felicidad; en todos, se hablaba del sagrado sueño de la liberación de Artsaj.
Arminé relata la biografía de su marido, con un orgullo oculto; por más que lo intente, no lo puede ocultar. Sus ojos delatan su admiración. Y realmente debemos enorgullecernos de los héroes, dado que ellos no nacen todos los días. Surgen por imperativo del tiempo y de la historia; viven con el credo de la Patria; ellos mismos, sin estar conscientes de que están creando una historia gloriosa que será orgullo para la posteridad.
Los compañeros, muy frecuentemente, llamaba a “Akó de Shosh” a Arkam Harutiunian, haciendo alusión a su pueblo natal. Bajo ese nombre está resumida toda una biografía de lucha. Akó de Shosh fue uno de los primeros, quien en las vísperas del movimiento de Artsaj, tenía consciencia de que era necesario armarse para resistir; sólo de esa manera, y con la unidad, sería posible conseguir la ansiada libertad. Akó fue uno de los primeros que se enroló en la defensa de Artsaj.
Él entendía que existía la cuestión del aprisionamiento; por lo tanto, se ocupa de esa peligrosa tarea. Akó organiza y funda una brigada unida con patriotas de diversos pueblos, denominándola brigada de Shosh. Ellos participan de los combates de Togh, Sarushén, Karintak, Malibeilí, Joyalú, Horadís, Kupatlú, Chabrail, Agdam, Martakert, del paso de Omar, Fizulí, Shushí, Chanhasán, Krkchán, Askerán y muchos otros.
La brigada tuvo una actuación brillante por la liberación de Shushí, llamando la atención por su organización, su habilidad y valentía. La brigada de Akó también llamó la atención durante la liberación de Berdatzor y Kashatagh. Él fue creando, poco a poco, el camino de su lucha, que es una de las heroicas páginas de Artsaj.
Testigos presenciales cuentan que él eludía las cámaras de video y las fotografías: “Que nadie intente fotografiarme; no quiero y basta”, decía… ¡y quién podía desoír su orden! Sorprende que todos los héroes verdaderos son aquellos quienes evitan las pantallas, los que no gustan de los elogios y de la publicidad… aquellos cuyos nombres ya están en la historia.
En 1992, Arkam Harutiunian era el primer oficial del comandante Pegor Ashot. Uno se complementaba con el otro. Su alianza ya era un triunfo en sí mismo… sus compañeros de guerra cuentan que en una ocasión, Akó dijo: “No tengo miedo a las balas del turco; a mí me pueden tirar por la espalda o puedo morir por la explosión de una mina”. Y así fue. El 8 de marzo de 1994, fue un día de funestas noticias para todo Artsaj. Durante la defensa de Fizulí, Akó cayó por la explosión de una mina; mejor dicho, se inmortalizó, dado que los héroes no caen, simplemente, se inmortalizan. Las 26 primaveras de Akó jamás se marchitarán.
Akó era miembro de la FRA-Tashnagtsutiún. En cada uno de sus pasos fue leal a la idea aceptada, y esa ideología no era otra que consagrarse a la Patria. Post mortem, por los servicios brindados a Armenia Arkam Harutiunian fue condecorado con la Cruz Guerrera en Primer Grado; y con medallas, por la liberación de Shushí. Se ha erigido un monolito que inmortaliza su nombre, en el pueblo natal de Shosh, donde descansan los restos del héroe (ver foto superior). Arkadi Karapetian, compañero de armas de Akó, dijo en una ocasión: “Akó es una de las columnas de nuestra nación. No encuentro palabras para describirlo; sólo diré que no solo era un compañero de armas, soldado y general, también era un líder político… Akó se sacrificaba cada día”. Soñaba con tener un hijo varón y el Altísimo le concedió lo deseaba. Arminé le dio un hijo varón a quien bautizaron como Serguei, el nombre del abuelo. El bebé tenía apenas siete meses, cuando fue privado de su padre, quien no llegó a disfrutar de la alegría soñada.
Naturalmente, Serguei no recuerda hoy a su padre. Vive nutrido por los recuerdos de la madre, de sus parientes, de los compañeros de armas de su padre; y estas memorias son tantas y tan ricas, que han creado una imagen genuina, sincera, valiente y consagrada de su padre.
Arminé, como una virtuosa dama armenia, con su soledad a cuestas, logró criar con honor a su hijo, para que él forme parte de la generación que merezca a su padre Akó y a los que se le parecen, y que comprenda que todos los armenios deben ser soldados, ya que para el armenio, las guerras nunca concluyen… En 2011 Arminé se incorporó a la filial Artsaj de HOM. “La mujer armenia es un soldado a su manera”, decía Arminé siempre siguiendo con simpatía las actividades filantrópicas, benéficas de HOM. “No fue por casualidad que resolví asociarme”.
En 2013 Arminé fue electa presidenta de la filial de HOM de Artsaj, y como dice ella, ésta fue su mayor vocación: “Con el pueblo, para el pueblo, es la consigna de HOM. Y con ese lema, hace más de un siglo que la institución desarrolla una gran tarea en la patria y en la diáspora, como un fuerte eslabón entre nosotros y el exterior”.
Arminé pone la mesa. “El que entra en esta casa, no se va sin comer. Esta es la norma de nuestro hogar”. Yo me sonrío y al mismo tiempo, sigo con atención sus atentos movimientos. Tan sinceras como son sus palabras, tanta fuerza y entusiasmo hay en esta partida pero firme mujer; en esta fina pero dura y resuelta mujer.
La guerra le arrebató su felicidad, pero no pudo romper su espíritu de lucha. Ella encontró en sí misma la fortaleza para triunfar sobre el dolor; encontró la energía para apoyarse fuertemente, para caminar en esa tierra que se liberó con la sangre de su marido Akó y de muchos otros como él. Ella encontró consuelo en Serguei, su hijo. En cada movimiento, en cada palabra, en cada gesto de él, ella se reencuentra con su marido Akó.
“En las vísperas del Año Nuevo, con las homuhí visitamos diversos cuarteles de Artsaj. Nos pusimos al tanto de lo cotidiano, y les entregamos pequeños obsequios. Hoy les dice a ellas, que nuestro mayor trabajo debe ser lograr que todas las personas antes de dormir recen por los soldados que cuidan la frontera; que recen de una manera tal, como si lo hicieran por sus propios hijos. Que Dios le dé fuerza a sus brazos”.