Aprender en primero
El placer por la lectura se fomenta desde la más temprana infancia, las voces familiares que relatan historias y cuentos preparan la base de la escucha interesada de los más chiquitos. La escuela retoma esa oralidad e invita a sus alumnos a abrir puertas y ventanas a mundos mágicos donde todo es posible y más.
¡Seño ese lo conozco!... ¡Sí! ¡A mí me lo contó mi mamá!… ¡En ese cuento el lobo se come a Caperucita seño!... Mi abuela siempre me lo cuenta... A mí me da un poquito de miedo. Comienzan así las re narraciones, las ganas de contar, las ganas de escuchar y la curiosidad se cuela al mismo tiempo que las preguntas se multiplican.
Seño ¿y si Caperucita fuera mala? Y si el lobo en vez de ser feroz, ¿es dulce y educado? ¿Qué pasaría si Caperucita no se distrajera? ¿Y si el lobo la ayudara en vez de mentirle?
Los cuentos denominados “clásicos” conviven con los niños desde que son muy chiquitos y son el primer acercamiento a la literatura dentro de la escuela. Leer distintas versiones de un cuento fue nuestro proyecto. Caperucita y el lobo fueron: buenos, malos, rebeldes, graciosos, distraídos, mentirosos. Ese enorme abanico de posibilidades permite repensar conductas, prejuicios y educar desde la diversidad.
Las aulas se convierten así en un lugar para escuchar, re narrar, escribir, leer y también para imaginar y crecer. Se vuelven el lugar donde todas las preguntas son válidas: “¿cómo lo escribo seño? ¿Con qué letra se escribe? ¿Es V corta o B larga? Son preguntas de todos los días porque la curiosidad y las ganas de aprender a leer y escribir son infinitas si se las motiva.
Los relatos tradicionales le permiten a los niños identificar a los personajes, sus cualidades y características, encontrar en ellos conductas positivas y negativas. Les permiten también identificarse, verse reflejados y así modificar en lo cotidiano su accionar. Aparecen las ganas de escribir espontáneamente y con un propósito que luego de versiones y versiones dan lugar a crear y darle a la docente una versión propia de, en nuestro caso, Caperucita Roja. Porque la palabra ya recorrió el aula, porque ya se sienten con la capacidad de decir: “Yo también puedo ser escritor”.
Las letras son el motor que moviliza la imaginación y la autonomía, las ganas de escribir y leer y cada docente del Jrimian lo sabe.
Ely e Inés
Docentes de 1° Grado