Charles Aznavour ya no está: “El espectáculo debe continuar”
Se le atribuye la tan mentada frase a nuestro gran embajador de la causa armenia en el mundo. Y la retórica apela a que a pesar de los desconsuelos, habrá que seguir y sonreír. Murió Charles Aznavour; y cuando muere un artista el mundo es un lugar un poco peor.
Fue sin dudas el gran referente de las voces por el reclamo del genocidio contra los armenios en todo el planeta. Y cuando se ocupó del terremoto ocurrido en Armenia en 1988, abrió los ojos de la humanidad hacia nuestra historia. Pero repasemos la suya propia antes de recordar sus bonanzas.
Una vida muy rica la de Charles Aznavour, nacido como Շահնուր Վաղինակ Ազնավուրյան Բաղդասարյան en la capital francesa en 1924, hijo de Micha (su madre, sobreviviente del genocidio) y Knar Aznavourian. Ambos pertenecían al mundo del espectáculo Micha era actriz y Knar, barítono.
El matrimonio había huido a los Estados Unidos antes de nacer primero Charles y luego su hermana Aída pero la ley de inmigración no les permitió el ingreso obligándolos a cruzar nuevamente el Atlántico en un barco hasta la costa de Francia. Allí nacieron los hijos del matrimonio y mientras Knar se ocupaba de cantar en restaurantes para mantener a la incipiente familia, encontró la oportunidad para montar su propio espacio donde ofrecer la comida de su tierra.
Así, mientras los padres se ocupaban de cocinar y atender el restaurante, el pequeño Charles entretenía interpretando viejas canciones a los comensales. Así comienza su privada revolución cultural. Porque de eso se trata la cultura: de compartir, de impartir mejor, conocimiento. Con apenas nueve años de edad, Charles Aznavour comenzaba una vida en las tablas de la mano de su hermana menor, Aída, quien también dio sus pasos en la actuación continuando el legado familiar.
Su primer papel, a esa edad fue en una obra de teatro donde bailaba y cantaba, Un Petit Diable à Paris y un film titulado La Guerre des Gosses. Precoz, entonces, cuando tras pocos años en carrera es convocado a abrir el espectáculo de Edith Piaf en Moulin Rouge, nadie de su entorno se sorprendió. Sabida cuenta de su talentosa carrera artística se continuará en tantos idiomas (políglota él, cantó en francés, armenio, inglés, ruso, italiano, alemán, ruso, español y varios dialectos) que conquistará el mundo entero. Así, desparramó en cuanto espacio se lo quisiera escuchar (que fueron absolutamente todos los que traspasó) cómo era la historia rota de los armenios, una vida trunca, una muerte absurda. Y lo hizo canción, Ills sons Tombes (Ellos cayeron). Canta sentido: “Mientras Europa descubría el jazz/Sus trompetas ahogaban los gritos de los niños”.
Sabida es su colaboración durante el terremoto ocurrido en Armenia en 1988. Inmediatamente convocó a ochenta músicos para hacer “Por toi Armenie” (Por tí, Armenia) y en un formato novedoso como resultaba en esos años la unión de músico para causas de caridad: Aznavour donó lo recaudado para la reconstrucción del territorio devastado. Héroe Nacional de Armenia y tantos otros nombramientos honoríficos oficiales por parte del gobierno de Armenia hacia su figura (incluidos un monumento y hasta una plaza en su nombre), hoy saben a poco. Tanto más le debemos, tanto ha aportado a la lucha que hoy, en su ausencia, un abismo se abre frente a su partida.
De su memorable actuación como director de cine en Ararat, la película de Atom Egoyan, recordamos una línea suya, quizá la que verdaderamente resuma el sentir armenio: “¿Qué es lo que causa tanto dolor? No es la gente que perdimos, ni la tierra. Es saber que podían odiarnos así. ¿Quiénes son los que nos odian tanto? ¿Cómo pueden seguir negando su odio y así odiarnos cada vez más?”.
Infinitas gracias, Aznavour.
Hasta siempre.