2019: Año de la solidaridad comunitaria
Es habitual que a medida que se acerque el fin de año incluyamos en nuestros habituales saludos los infaltables deseos de un buen comienzo. Lo hacemos casi mecánicamente y como parte de una tradición heredada de nuestros padres y abuelos. Pero este año el saludo ya no fue de cortesía, sino que realmente fue un abrazo esperanzado y sincero pidiendo por un mejor futuro.
La sociedad en su conjunto cambia su humor para las fiestas y aunque el año transcurrido no haya sido el mejor, las familias se reúnen y comparten la mesa tanto en Año Nuevo como en Navidad, además de los infaltables encuentros con amigos y compañeros que también son parte de las celebraciones.
Sin embargo, estas últimas fiestas no tuvieron ni de lejos el brillo ni la alegría que hubieran debido transmitir. Es evidente que la situación económica hizo mella en el ánimo de la gente y la crisis obligó a todos a contener sus gastos previendo los aún más difíciles tiempos por venir.
La comunidad armenia no quedó ajena a estos avatares económicos y sus integrantes también se vieron afectados por este presente. En el segundo semestre de 2018 mermó considerablemente la participación en los diferentes ofrecimientos gastronómicos de las distintas escuelas donde sus alumnos de los últimos cursos trabajan con ahínco para costearse el ansiado viaje a Armenia.
Las instituciones comunitarias, en especial aquellas que tienen la enorme responsabilidad de sostener nuestros colegios comienzan a tener dificultades en su actividad debido al atraso en el pago de las mensualidades. El calendario de actividades se redujo a una mínima expresión motivado también por la inseguridad de contar con una audiencia que justifique el esfuerzo llevado adelante.
Nuestros ya escasos medios de prensa gráficos, radiales o digitales transitan desde años un espinoso sendero donde los recursos son cada día más escasos como si la comunicación no fuera algo que nos une, informa y convoca. Y sin ánimo de olvidar a quienes jamás dejan de apoyar a quienes luchamos sosteniendo nuestra identidad desde cualquiera de las diferentes trincheras, es necesario destacar la insensibilidad de muchos otros que a pesar de contar sobradamente con los medios necesarios, suspenden su vínculo con los medios aduciendo dificultades o excusas de todo tipo.
Queda al final de esta nota la parte más difícil. Nuestra colectividad puede considerarse enorme en cifras pero la realidad nos muestra otra cara. Tal vez sea apenas el diez por ciento de ella la que mantenga lazos con alguna institución de la misma. Hasta la propia Iglesia armenia que debiera ser nuestro punto de encuentro común, padece de ausencias cada vez más notorias.
En los últimos meses han sido muchos los llamados o contactos a través de las redes con nuestra redacción solicitando algún tipo de apoyo socioeconómico, o simplemente trabajo. Obviamente siempre hemos tratado de responder de algún u otro modo esos pedidos. Pero, detrás de ese no muy grande número de compatriotas que busca ser escuchado, existe una masa comunitaria que se alejó o no participa de nuestras actividades por su situación de pobreza. Duele referirse a este tema, pero mientras por un lado estamos trabajando para ayudar a nuestros hermanos de Armenia, inadvertidamente estamos olvidando a otros armenios que padecen sus penurias en silencio.
Tal vez haya llegado el momento de darnos vuelta y observar las entrañas de nuestra colectividad y hacernos cargo de un contexto desconocido pero de amarga existencia. La crisis golpea más a los que poco tienen y muchas veces el recato del no pudiente hace que se haga invisible a nuestros ojos.
El 2019 ya dio comienzo, es momento de planes y proyectos en las instituciones, poner esta cuestión en sus agendas es imprescindible. Será tiempo de buscar nuevas alternativas en dirección a solidarizarnos y asistir a los que mucho necesitan de nuestra mano fraterna.
Jorge Rubén Kazandjian