Genocidio, en singular
Cada mes de abril es un llamado a la memoria individual y colectiva de los armenios. Es ese trauma duradero, esa herida no cicatrizada de tres generaciones. Como cada abril, alzar la voz frente al crimen de genocidio es para nosotros un imperativo moral. Porque a pesar de los años y de los ríos de tinta, es preciso mantener encendida la llama de la reivindicación y la verdad histórica. Esa, que tanto intentan apagar con el negacionismo a ultranza.
El año 2015 marcó el centenario del genocidio para los armenios. El 2019 lo hace para los griegos del Ponto. Para nosotros la fecha simbólica es el 24 de abril de 1915, para ellos el 19 de mayo de 1919. Es el día en que Mustafá Kemal desembarca en Samsunta, en la costa del mar Negro, y a partir de ese momento pone en ejecución la última fase del exterminio y expulsión de más de 350.000 griegos pónticos de su patria histórica. Otro tanto ocurre más tarde con los asirios en la alta Mesopotamia y con los griegos y armenios de Asia Menor, principalmente en las costas del Egeo, con la masacre y expulsión en 1922 de la población cristiana de Esmirna y sus alrededores.
Hacer referencia a genocidios perpetrados contra los diversos pueblos en la Turquía otomana y kemalista como si se tratara de hechos aislados, no concatenados entre sí, es un craso error. En 2007, la Asociación Internacional de Investigadores del Genocidio llegó a la conclusión de que «la campaña otomana contra las minorías cristianas del Imperio entre 1914 y 1923 constituyó un genocidio contra los armenios, asirios y griegos de Anatolia y el Ponto». Por su parte, el Papa Francisco, en su histórico mensaje del 12 de abril de 2015 en la basílica de San Pedro, hizo alusión al "genocidio de armenios, griegos y asirios". En ambos casos, se menciona el término genocidio, en singular.
Lo que se deduce es que se trata de un solo -en esencia el mismo- genocidio contra los pueblos no turcos del imperio Otomano. Un plan de exterminio premeditado, organizado y ejecutado en sucesivas etapas por los llamados Jóvenes turcos, que empieza con los armenios a partir de 1915 en la Armenia occidental y en Cilicia. Las víctimas siguientes de la doctrina de la solución final, la de "Turquía para los turcos", son desde 1916 hasta 1923 los armenios, griegos y asirios dispersos por toda el Asia Menor: el Ponto, Capadocia, la histórica Jonia griega, y una vez más, Cilicia.
Se trata de un solo y mismo genocidio ejecutado además, en tiempo récord: en menos de diez años desaparecen, exterminados o expulsados de sus territorios ancestrales, más de tres millones de almas de tres pueblos autóctonos con presencia milenaria en la región. Y con ellos desaparece también su civilización y su patrimonio colectivo e individual. Patrimonio sobre el cual se edifica –literal y metafóricamente- la Turquía "moderna" a partir de 1923.
En síntesis, un crimen imprescriptible de lesa humanidad cometido en continuidad temporal por el mismo ejecutor, así se llamen Jóvenes turcos o Mustafá Kemal: el Estado turco. Y como sujeto de derecho internacional, es él quien debe asumir la responsabilidad moral y jurídica.
A más de un siglo de los trágicos sucesos que marcaron la vida de estos pueblos, los hijos, nietos y bisnietos de los sobrevivientes tienen el derecho a la verdad, la justicia y la reparación. El 24 de abril y el 19 de mayo son fechas que tienen una misma carga simbólica y conllevan un único mensaje hacia la comunidad internacional: la obligación de reconocer, condenar y reparar el crimen de genocidio para asegurar el reivindicado "nunca más".
Dr. Ricardo Yerganian
Exdirector del Diario ARMENIA
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