“Para liquidar la cuestión armenia es necesario liquidar a los armenios”, el Gran Visir Said Pashá en 1881

Causas y contexto del genocidio

23 de abril de 2019

Los historiadores turcos y otros de sospechosa parcialidad señalan que la matanza de armenios de 1915 se produjo como consecuencia de la sedición de los soldados armenios en la retaguardia del ejército turco durante la Primera Guerra Mundial. Esta afirmación es falsa, ya que cuatro años antes de comenzar el conflicto, Turquía había trazado el plan de exterminio. El congreso secreto de los Jóvenes Turcos celebrado en Salónica en 1910, delineó los principios fundamentales de la política interior a seguir. (…)

El Doctor Nazim Fehti, Secreterio General del Partido Unión y Progreso formuló la siguiente proposición que fue aprobada por unanimidad: “Propongo al Congreso el exterminio total de los armenios del Imperio Otomano; es necesario aniquilarlos. Para llevar a cabo este propósito hay que actuar, frente a todas las dificultades, absuelto de conciencia, de sentimientos de humanidad, pues la cuestión no es de conciencia ni de sentimientos humanitarios: es sólo de índole política, íntimamente vinculada con el beneficio y futuro de Turquía”.

“Así terminará inmediatamente la Cuestión Armenia y el gobierno turco se liberará de la intromisión extranjera en sus asuntos internos. El país se desembarazará de la raza armenia y así brindará un amplio campo a los turcos. Las riquezas de los armenios pasarán a ser propiedad del gobierno turco y Anatolia será territorio habitado exclusivamente por turcos. Se aplastará el obstáculo más importante para el logro del ideal panturánico”.

En abril de 1909 el gobierno turco llevó a cabo el primer experimento de exterminio masivo de armenios: lo localizó en Cilicia, en Adaná, es decir, en una zona apartada tanto de Constantinopla –asiento de las representaciones diplomáticas europeas-, como de las provincias armenias, en la zona oriental del Imperio. La experiencia dio óptimos resultados: 30.000 armenios muertos, ciudades y aldeas destruidas, un botín no despreciable. Ante la indiferencia de la opinión pública internacional, los armenios no sólo no abrieron la boca sino que quedaron aterrorizados. La decisión tomada en el Congreso secreto de Salónica en 1910 podía llevarse a cabo sin mayores inconvenientes cuando se presentara la oportunidad.

Este logro envalentonó a los Jóvenes Turcos quienes aceleraron sus planes: en sucesivos congresos partidarios se adoptaron resoluciones orientadas hacia una matanza total inmediata. Era el año 1911.

Estallaron entonces las guerras balcánicas en las cuales, desembozadamente, las potencias prestaron su respaldo moral y material. Turquía iba en desventaja y lo planes del Genocidio Armenio fueron aplazados provisoriamente. Estos conflictos concluyeron con la expulsión de Turquía del territorio europeo. Los países victoriosos pudieron alcanzar sus finalidades por varias razones: primero, por verse favorecidos por los intereses internacionales; segundo, por haber recurrido a un medio violento; y tercero por contar con las armas necesarias.

En cuanto a Turquía, su expulsión del viejo continente dejó varias secuelas: la pérdida de confianza en Europa occidental, en especial en Gran Bretaña, hasta entonces su fiadora política; el exacerbamiento del odio contra Rusia, su eterna enemiga; y la avidez de recuperar los kilómetros cuadrados perdidos extendiendo sus fronteras hacia el este, ya que no le era posible hacerlo hacia occidente, salvo, quizás, recuperando Chipre.

Las guerras balcánicas reavivaron el fuego patriótico de los armenios, quienes vieron en ellas un posible antecedente de su propia independencia, aunque no contaban ni con respaldo internacional, ni con armas y, por ende, todo quedaba en un mero pensamiento ideal, ya que la vía de la reacción violenta les estaba vedada. Por esa razón se limitaron a tratar de obtener por planes de mejoras, el reconocimiento de los seis vilayatos como legítimamente armenios, lograr su unificación en un solo territorio, la determinación de límites, un status jurídico de mayor bienestar y la autonomía administrativa, con el fideicomiso de las potencias.

No lo lograron enteramente, pero se llegó a suscribir un tratado ruso-turco en febrero de 1914, que fue exasperante para el gobierno turco: éste vislumbraba que el pueblo armenio comenzaba a desandar muchos siglos de esclavitud sobre el camino de su independencia, el camino hacia su gran sueño. Seis meses después estalló la Primera Guerra Mundial. Turquía permaneció neutral al principio para tener tiempo de completar su equipamiento bélico, la preparación de sus tropas y su gran programa de política nacional interna: el exterminio total de la nacionalidad armenia.

En octubre de 1914, Turquía atacó poblaciones civiles de Rusia y el 1° de noviembre el Zar le declaró la guerra. El conflicto bélico fue desfavorable para los turcos en el frente caucásico. Bajo el comando del generalísimo Enver, ministro de Guerra de Turquía, el país sufrió una aplastante y humillante derrota en varias batallas, la más importante en Sarykamish. Después del desastre, el funcionario militar abandonó sigilosamente Erzerum, dejando a 12.000 soldados desprotegidos frente al invierno y al hostigamiento victorioso del ejército ruso.

En esos mismos desalentadores días, los Jóvenes Turcos decidieron ejecutar el genocidio: celebraron una reunión secreta de la que participaron Talaat, ministro del Interior de Turquía; el médico doctor Behaeddin Shakir; Ismail Djambolat, jefe de Policía de Constantinopla; el doctor Nazim Fehti; y el coronel Seifi, vicedirector de la sección política del ministerio de Guerra.

Tras prolongadas deliberaciones, se determinaron las claves que se utilizarían en los mensajes cifrados. Además se dispuso preparar registros de los inmuebles que eran propiedad de los armenios, clasificados en edificios urbanos y rurales, solares rústicos, iglesias, escuelas y hospitales. Copias de esos registros serían enviados a los ministerios de Educación, del Wakf (fundaciones piadosas musulmanas), del Interior y de Guerra. Finalmente se redactó una resolución por la cual de dispondría la disolución de las asociaciones armenias, el arresto de los armenios civiles, excitar el odio anticristiano, eliminar la mayor cantidad de varones, autorizar la conversión al Islam, deportar y dispersar las familias, remover de sus cargos a los funcionarios y agentes armenios de la Administración Pública turca, exterminar a los armenios bajo bandera y llevar a cabo este operativo simultáneamente y bajo la más absoluta reserva. Emisarios especiales llevaron esta resolución a sus destinatarios, quienes, una vez conocidas las órdenes, debían destruir los originales. (…)

En otra reunión secreta del Partido Unión y Progreso, celebrada en una casa de la calle Nuruosmaniye, cerca de la Puerta, el doctor Nazim Fehit expresó: “… si esta liquidación no llega a ser general y definitiva, desde el punto de vista práctico sólo nos ocasionará trastornos. Es necesario que la nación armenia sea desarraigada, que no quede en nuestro territorio ni un solo armenio. Estamos en guerra: jamás se nos presentará mejor oportunidad. Las intervenciones y las protestas de las grandes potencias serán olvidadas e intrascendentes ante el hecho consumado. Esta vez el aniquilamiento de los armenios será total”. Esta era la puesta en ejecución de la resolución adoptada cuatro años antes en el Congreso secreto en Salónica de 1910 y que el Comité de Unión y Progreso había dejado en suspenso.

Del libro de Pascual Ohanian, Turquía, Estado Genocida 1915-1923 Tomo l y La cuestión armenia y las relaciones internacionales Tomo ll 1897-1914

La ideología

El panislamismo era una teoría que intentó utilizar la religión musulmana como instrumento político, como medio de extender las fronteras del imperio otomano abrazando todos los elementos heterogéneos cuyo denominador común fuera la religión de Mahoma. Era, pues, una corriente imperialista, cuya acción debía operarse fuera de Turquía. En cambio, el otomanismo tuvo una finalidad política interior, es decir, la de intentar la desaparición de las aspiraciones nacionales de los pueblos que habitaban el imperio; su fundamento se acercaba más al nacionalismo turco, aunque pretendía presentarse como una corriente moderada, de unión fraternal. Sin embargo, el propio germen nacionalista turco abandonó esa moderación y engendró el panturquismo, que también tuvo en su mira las poblaciones asentadas dentro del imperio otomano, afirmando que la nacionalidad turca era la eminente y que las no turcas debían someterse o desaparecer.

Por fin llegamos a la última de las corrientes políticas adoptadas por los gobiernos turcos: el panturanismo. Esta, al igual que el panislamismo, era una ideología que aspiraba a envolver a pueblos que estaban más allá de las fronteras del imperio, pero a diferencia de la primera, no era la religión, sino la raza, la base de sus premisas. Es decir que se trata de una corriente laica. Sin embargo, ninguna de estas ideologías se presentó pura o absuelta de las demás: religión y laicismo, credo y política, raza y nacionalidad, nacionalidad y ciudadanía fueron conceptos utilizados en forma confusa, equívoca y según lo aconsejaran las conveniencias de cada oportunidad. (…)

El panturanismo excluía a los pueblos no turcos y propugnaba la unión de los pueblos turcos de Asia y de Rusia en una sola nación, mediante la creación de un idioma literario en el que esos pueblos renunciaran a sus particularidades fonéticas. Un leit motiv de la propaganda panturania era que “la turca es la raza más elevada por ser más valiente, sabia y capaz que las demás”.

Del libro de Pascual Ohanian, La cuestión armenia y las relaciones internacionales Tomo ll 1897-1914

Compartir: