Natula en viaje De festejos y despedidas...
Llegó marzo. Llegó la primavera a Armenia y llegó también el último mes del viaje... Un coctel de sensaciones constantes.
Con marzo también llego un cambio para volver más jugoso el final del viaje...volver a Karabagh a vivir la recta final
Así que esta primera semana del mencionado mes tuve que informar en mis trabajos de Ereván como voluntaria que ya no acudiría más. Y aquí comienzan las despedidas.
Mi trabajo en Orran culminó el primer miércoles del mes con una pequeña muestra de las fotos y los trabajos realizados, donde los propios alumnos explicaron en que consistió el taller. Dejando de lado este aspecto formal, el primer suspiro aliviador apareció cuando una de mis alumnas volvió al aula que yo estaba acomodando y me pregunto: “entonces ya no te veremos más”?. “y...no” le respondí... y sin muchas más vueltas me abrazó agradeciendo y diciendo que me iba a extrañar.
Cabe destacar que Lilit (la alumna) se destacaba por sus quejas constantes, por su ceño fruncido frente a cada consigna y por anteponer el no puedo antes de intentarlo.
Pero también se destacó por haber logrado, a mi parecer, una de las fotos mas lindas del taller. Estas características pude decirlas frente a todos durante la muestra y observé como su ceño volvía a la realidad y su boca gesticulaba una sonrisa. (...).
Al viernes siguiente tuve la última visita al pueblo de Artení, donde trabajaba en la escuela del pequeño pueblo en el mismo taller, después de clase.
El tramo desde Ereván hasta Artení se destaca porque el Ararat viaja con nosotros, del lado izquierdo todo el camino. Y ese fue uno de los días en que su belleza se destacaba y acaparaba mi atención.
Una vez en el aula con las siete alumnas que asistieron a la clase, comenzamos nuestra tarea. Estaban un poco dispersas, y la razón era que me estaban preparando una sorpresa.
No solo me regalaron un colgante con dos corazones, si no que escribieron en mi libro de viaje, un mensaje que leí días después, como me lo habían pedido.
Al terminar el trabajo teníamos un rato mas, que utilizamos para salir a caminar por los alrededores de la escuela, entre gallinas, vacas y caballos y charlas… y al regresar, el abrazo con cada una de ellas me vuelve a dejar sin aire, ahora que lo recuerdo. (…)
Retornando a Ereván, consciente de que seguramente sea la última vez que realice ese camino, no tuve otra opción. El Ararat había quedado a mi derecha….lo cual era más cómodo para verlo desde mi ubicación en el auto, y estaba atardeciendo, y estaba inmenso, y estaba nevado, y estaba iluminado con el sol de la tarde, y por delante despejado, y al auto avanzaba y el seguía ahí…
Entonces recordé una frase que escuché alguna vez en mi estadía que decía que “el Ararat parece que estuviera abrazando a Armenia…” y era eso. Me abrazaba.
Sé que no era la última vez que nos veríamos, pero si la última desde esa visión particular, y con la carga emotiva que suele dejar en uno los adioses.
Y las despedidas siguieron el sábado, (mi último día antes de viajar a Karabagh) ya que al regresar a Ereván, muchos de mis amigos ya se habrán vuelto a Ar-gentina. Y a su vez la celebración de unos cuantos cumpleaños de piscianos que se acumularon durante la semana, y después de esa noche de recordar, reír y abrazarnos con la emoción de los meses compartidos, se cerró una primera parte de la historia.
Hoy escribo desde Karabagh recordando esos días…y puedo empezar a asegurarles, que todavía falta lo mejor…
Pero eso será en la próxima crónica. Hasta ese entonces…
Natalí Kevorkian
Birthright Armenia