Promesas que se transforman en mentiras verdaderas
Dieciséis organizaciones armenias de los Estados Unidos, entre ellas iglesias, partidos políticos y entidades benéficas hicieron llegar al presidente Barack Obama un justo reclamo, el prometido reconocimiento del crimen cometido por el Imperio Otomano -turco.
“El genocidio armenio no es un punto de vista, sino un hecho ampliamente documentado”, dijo el senador Obama en 2008. Siete años después los armenio-americanos exigen a su mandatario haga honor a sus promesas y reconozca finalmente la existencia del genocidio cometido por Turquía contra el pueblo armenio.
La comunidad emprendió una vigorosa campaña para visibilizar el Centenario y lograr que finalmente Estados Unidos haga, por vía de su jefe de estado, el tan postergado reconocimiento. “Señor presidente, no vuelva atrás, reconozca el Genocidio Armenio”, dicen algunos de los enormes carteles repartidos por todo el país, especialmente en las regiones más pobladas por los armenios.
La nota conjunta enviada a Obama le recuerda que hace pocos años al finalizar un discurso a los armenios en plena campaña electoral había afirmado: “Como presidente, voy a reconocer el Genocidio Armenio”. Las organizaciones armenias hacen hincapié en la declaración presidencial, que en verdad es sólo simbólica, pero que puede resultar “una afirmación inequívoca y un enérgico mensaje de los Estados Unidos respecto de su postura de principios en relación a otros genocidios del pasado, presente y el futuro”. Pero no sólo Obama prometió y no cumplió hasta el momento. La ex secretaria de Estado Hillary Clinton también faltó a sus promesas previas al sostener una posición tibia y ausente con relación a las reivindicaciones armenias. Su sucesor, John Kerry, como senador demócrata por Massachusetts fue un activo amigo de la Causa Armenia, siendo inclusive signatario de varios proyectos de reconocimiento del genocidio en el Congreso estadounidense. Sin embargo, al ser designado nuevo secretario de Estado su actitud varió por completo, transformándose en un político olvidadizo y propenso a las “actitudes pragmáticas”, alejadas de todo tipo de compromiso.
Ahora bien, porqué debía ser diferente si todos los mencionados fueron o son miembros de distintos gobiernos que privilegian sus negocios financieros, de armas, petróleo o cualquier otra materia que deje provecho a su economía. Washington está más preocupada por mantener a Turquía como socia, que exigirle cumpla con los estándares de derechos humanos y respeto hacia sus minorías. Esta política timorata e inconsistente ha conseguido que un dictador como Erdogan se permita amenazar reiteradamente a los armenios. Sólo hay que recordar, por ejemplo, cuando se atrevió a prometer que deportaría a todos los armenios que viven en su país.
El Centenario del Genocidio Armenio es sólo una estación más del prolongado recorrido que debemos transitar en pos de la obtención de nuestras justas reivindicaciones. Ya no necesitamos ningún reconocimiento más, porque de nada sirven si no son vinculantes y hasta ahora ninguno de ellos lo ha sido. Sí valen para mantener viva la memoria y generar compromisos a otras naciones para que no olviden lo sucedido y eviten la repetición de crímenes semejantes.
Armenia ya no necesita que Estados Unidos o Turquía algún día se dignen a hacerse cargo de sus responsabilidades. El mundo entero conoce la verdad histórica y nada ni nadie, ni siquiera la criminal actitud negacionista de Ankara pueden torcer el brazo de la verdad. Los armenios tenemos que ser conscientes de nuestras responsabilidades y debemos ser los primeros en apoyar otras causas semejantes, porque la nuestra ya es una causa universal.
Jorge Rubén Kazandjian