Agop Dicranian: “Falta profesionalizar muchos puestos de trabajo en la comunidad”

21 de enero de 2020

Agop Dicranian fue deportista, es comerciante y desde 6 años está al frente del restaurante Viejo Agump. Tiene una larga trayectoria como militante por la Causa Armenia y se identifica como homenetmenagan desde su nacimiento. En esta entrevista nos habla, entre otras cosas, del legado de sus abuelos.

—¿Cómo es tu historia familiar?

—Hasta el año pasado (2019) mi abuela Lucín (106 años) era como la “historia viviente” de los últimos años de la historia de los armenios marcado por el genocidio. Tener la historia contada en primera persona te marca mucho. Ella sufrió dos veces las deportaciones, en 1915 y luego en 1923 porque su padre había decidido volver a Aintab para rehacer su vida y nuevamente tuvieron que escaparse. Mi abuelo, el marido de Lucín, Harutiún Khatcherian fue militante de la FRA - Tashnagtsutiún y colaborador del Diario ARMENIA en sus primeras épocas. Fue muy activo en la colectividad. Ambos marcaron mucho mis sentimientos hacia lo armenio. Para dar un ejemplo, en un primer viaje a Córdoba para participar de Navasart, aproximadamente a mis 12 años, mi abuelo me dijo que cuando llegue a la ciudad compre unas flores y que las lleve al mausoleo de Aram Yerganian en el club Antranik. Sin saber de qué se trataba hice lo que me encomendó sin saber quién era Aram. Luego averigüé y supe que era un héroe nacional armenio. De alguna forma me hizo aprender la historia de la Operación Némesis, los que ajusticiaron a los responsables del Genocidio Armenio. Mi abuelo compartió mucho con Yerganian, incluso fueron compañeros en el Diario ARMENIA de las primeras épocas. Él me enseñó las primeras canciones revolucionarias (heghapojagan) que aprendí y que cantaba en las reuniones familiares siendo muy chico. Crecí con estas historias y me fui interiorizando de lo que es la historia y la Causa Armenia.

A mis otros abuelos no los conocí pero me pasó algo muy lindo: en mi época de militante de Unión Juventud Armenia (UJA de la FRA) me tocó la tarea de ir a la zona de Once para repartir afiches por el 24 de Abril y pregonar para que los comercios cerraran sus puertas ese día, algo que, lamentablemente, en los últimos años hubo que insistir mucho para que se hiciera. Con el tiempo me enteré de que uno de los que habían impulsado el cierre de los comercios masivamente para esa fecha había sido mi abuelo Agop Dicranian que tuvo comercio en el barrio además de una vida activa dentro de la comunidad.

—Contanos sobre tu vida comunitaria.

—Prácticamente desde que nací fui a Homenetmen, al igual que mis tres hijos. En mi época de juventud estuve en el equipo histórico de handball del club que llegó a la primera división. Además, tuve la suerte de participar del la Selección Mayor de Handball por unos meses. A la par de mi participación en Homenetmen formé parte del Badanegán Miutiún, de Unión Juventud Armenia y luego en las filas de la FRA - Tashnagtsutiún. Tengo muchísimas anécdotas de mi paso por UJA: la organización de manifestaciones frente a la Embajada turca, la ocupación pacífica de las oficinas de Aeroflot en protesta del bloqueo impuesto sobre Armenia en plena efervescencia del conflicto por Nagorno Karabaj o el ayuno de protesta por 100 horas lanzado el 24 de abril de 1986 con amplia repercusión en la prensa local.

UJA fue una de las etapas más importantes de mi vida porque fue un despertar. Me abrió la cabeza. No fue sólo un aprendizaje de lo armenio sino que me ayudó a ver la realidad con otros ojos y con otros valores. Aprendí mucho de otras problemáticas y de otras causas además de la nuestra.

—Estuviste en Armenia en una fecha histórica, casi fundacional. ¿Cómo fue esa experiencia?

—Tuve la posibilidad de estar en Armenia durante todo el mes de septiembre de 1991. Habíamos viajado con algunos compañeros de UJA como voluntarios para ayudar al pueblo de Kedk después del terremoto de 1988.

El 21 de septiembre participamos de los festejos por la independencia en Ereván y anteriormente habíamos participado del plebiscito por la independencia gracias a que un director de un colegio nos había visto en una nota que se transmitió por la televisión estatal. Cuando nos identificó por las calles de Ereván nos llamó nos agregó al padrón a mano con el nombre de nuestros padres. Así participamos de ese momento histórico.


Un objeto. Mi paso por Unión Juventud Armenia representó algo muy importante en mi vida. En esta foto estoy en la primera línea en una manifestación frente a la Embajada de Turquía cuando todavía las marchas no eran tan concurridas como ahora.

—¿Ahora estás en otra etapa?

—La vida me puso como “de los dos lados del mostrador”. Fui dirigente durante muchos años pero desde que nacieron mis hijos (trillizos) me costó seguir tan activo como dirigente y me tocó participar como consumidor, para decirlo de alguna manera, de las instituciones armenias.

Valoro mucho la vocación y el voluntariado de los dirigentes que en estos tiempos difíciles sostienen las instituciones de la comunidad pero creo que falta profesionalizar muchos puestos de trabajo que se hacen con buenas intenciones pero que necesitan otra preparación. Creo que la comunidad tiene que invertir en esos puestos. Formar a profesionales idóneos o bien convocar a los que conocen del tema, en especial en las escuelas en las que muchas veces hay dirigentes que son empresarios o comerciantes y que no tienen la capacidad suficiente o necesaria para tomar decisiones en un colegio.

En cuanto a la comunidad hay otra cosa que quisiera rescatar. Si bien me parece bien y lógico que haya diferencias ideológicas y de concepto -porque eso es algo que enriquece a la colectividad-, no puedo dejar de mencionar un dolor que tengo desde hace años que fueron las acusaciones y acciones de muchos dirigentes que en una época actuaron de mala fe contra hacia otras instituciones, lo que hizo que se alejara mucha gente valiosa provocando mucho daño a la comunidad. Algo que, creo, todavía estamos pagando.

—¿Y el Viejo Agump?

—Con el Viejo Agump estoy ligado desde hace mucho tiempo. No solamente por lo comercial sino porque mis primeras reuniones de UJA las hacíamos en ese agump, en el viejo. Luego, cuando se transformó en un bar—restaurante, estuve muy cerca de quién lo creó, Norik Ángelo, a quién recuerdo con muchísimo afecto.

Hoy me toca estar al frente del local con Tommy Tzeranian con el que tenemos una misma visión de lo que significa Viejo Agump que no sólo es un negocio de comidas armenias sino que es una especie de “embajada” de Armenia en Palermo que transmite lo que es nuestra historia y nuestra cultura.


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