Alma armenia, el nuevo libro de Magda Tagtachian que promete emociones fuertes y una historia atrapante
Alma armenia. ¿Quién se atreve a juzgar un amor? es el nuevo libro de Magda Tagtachian (Vera Romántica). Tras su Nomeolvides Armenuhí: La historia de mi abuela armenia (Random), la periodista y autora vuelve con una novela romántica. Un amor contrariado, un viaje a Medio Oriente y una periodista que intenta reunir las piezas de su propia historia. Un mundo de aromas, sabores y belleza se enfrenta a la política, el poder y la guerra. La novela toma todos los elementos y detalles de la cultura armenia para contar una trama donde la protagonista, Alma Parsehyan, una periodista del Boston Times y de origen armenio, atraviesa una historia de amor en medio de los conflictos geopolíticos entre Armenia, Artsaj, Turquía y Azerbaiyán. La presentación del libro será en la sala Siranush el 10 de marzo.
A continuación, un adelanto exclusivo para el Diario ARMENIA del comienzo del primer capítulo:
PUNTO DE LLEGADA
Boston, 2019
Habían pasado tres años luego de su salida imprevista del Boston Times. Para Alma Parsehyan la vida había sido muy diferente en ese último tiempo. Había navegado muchas horas en las que añoraba sus rutinas de redacción. Al principio, se había sentido sin rumbo, ni meta, ni horizonte. Se había replanteado su decisión de renunciar al periódico donde había pasado dieciocho años de su vida. De la noche a la mañana, levantarse con el despertador, darse un baño para despabilarse, secarse el cabello mientras revisaba las noticias de último momento, ya no funcionaban como la cuota necesaria de adrenalina para comenzar cada día.
Su motor ahora anidaba en otro lugar. Dentro de ella misma. Más cerca de su corazón. En esta nueva vida, circulaba sin maquillaje, con el pelo recogido en una coleta alta, jeans, camiseta suelta y calzado deportivo. Todos los días la demandaban por igual. Lunes, martes, domingos o feriados. Caminaba una hora por reloj al terminar el desayuno, y después se sentaba a teclear. En su casa. En su silencio. En su computadora, con una jarra de agua y varios cafés.
No hubiera querido distraerse de su nuevo trabajo de escritora. Sin embargo, la aparición de un mensaje inesperado de Lucciano en su teléfono, la obligó a suspender unas horas la disciplina que requería el texto. Su excompañero del Boston Times pedía verla. Lo pensó un rato. Se dio una tregua. Si el ser más cerebral y pasional del planeta acudía de nuevo a ella, algo importante debía ocurrir. La intriga, y también su pasión, pudieron más. Tal vez tendrían una segunda oportunidad. O una tercera. Había perdido la cuenta de sus peleas y reconciliaciones.
Alma aceptó y preparó una picada con frutos de mar para recibirlo. Perfumó la casa con velas de canela. Su excompañero del Boston Times tocó timbre puntual, a las siete.
Frente al espejo del elevador, Alma acomodó el escote de la blusa con botones. De su muñeca derecha colgaba una fina cadena con dos dijes, las letras armenias Ա&Ա. Las dos A con las que se identificaba, su sello, Alma Armenia. Respiró. Dio un paso hacia adelante. Abrió la puerta de entrada y se paró en puntas de pie para rozar el metro ochenta y cinco de Lucciano. Le dio un beso junto a la boca. Sonrieron con ternura.
Lucciano la examinaba detrás de un pinot noir y una caja de bombones. La abrazó como pudo con todo ese bagaje en sus manos y ella se dejó abrazar. Se quedaron pegados. Fundidos en ese círculo de espaldas anhelantes. Los malos recuerdos desaparecieron. Volvió a ella su olor. Su piel que le ofrecía notas de madera y jabón. Entraron juntos al ascensor. Se observaron en el cristal. Todavía formaban una linda pareja.
Dentro del apartamento, Lucciano se sentó en el sofá mientras completaba una indagatoria por la sala. Apuntaba qué muebles había cambiado de lugar y preguntaba por otros nuevos, como si pudiera rendir detalle de su memoria. Como si quisiera manifestarle todo lo que recordaba de ellos dos. Señaló las láminas de Henri Matisse. Tal vez esas piezas confeccionadas con papel y tijera pudieran contar el secreto de Alma. En especial Blue Nude, una composición surgida de restos de papel de seda. Aislados componían nada. Juntos, todo. ¿Esa mujer nacida de despojos que se unían en armonía simbolizaba la confluencia de todas las mujeres que habitaban en Alma?
La dueña de casa intentó camuflar el vórtice en su estómago. Se puso de pie, caminó hasta la cocina y mientras Lucciano buscaba un destapador, sus cuerpos se rozaron. Él se movía con la confianza de quien conoce el terreno de la piel propia y ajena. Esa percepción liberó a Alma, que de inmediato requirió su boca. Sin embargo, Lucciano apartó sus labios tensos.
–Estoy en crisis con Melanie. Hace un par de semanas que no convivimos. Alma, nunca dejé de pensar en nosotros. Por ti he vivido circunstancias que jamás me había planteado –expulsó. Alma trató de pensar mientras escuchaba su relato–. Después de dos años de novios, cinco de matrimonio y un hijo, quiero hacer las cosas bien –concluyó.
No le gustó la confesión. Sin embargo, eligió tomar el justificativo como tiempo a favor. En pocos días, él regresaría a su sofá. Era bueno que hubiera ido a contarle. Jamás pensó que se separaría de Melanie. Y sabía que había arriesgado mucho por ella. Que había puesto en juego su vida y la de su familia. Lucciano y su clan. Lucciano y su círculo acomodado de relaciones a medida. Alma y Lucciano. Sus galaxias incompatibles e imantadas. No iba a discutirlo. No otra vez.
Lo dejó que hablara. Que soltara esa vibración que escondía cada músculo de su espalda triangular. Vivía una crisis con Melanie, quería hacer las cosas bien, pero pisaba su casa…
A esa altura, la batalla parecía ganada. Pasara algo o no esa noche, solo debía esperar. Se relajó y lo invitó al sofá. Hablaron en continuado como desde el día en que se conocieron. Como si las marcas del tiempo no los hubieran desconfigurado.
Después de varias horas, habían bebido unas cuantas copas. La caja de bombones vacía acusaba la madrugada y Lucciano demoraba la partida. El vino había aplacado su excitación. Se levantó en cámara lenta para estirar el adiós. Por su espalda corría un sudor helado. La camiseta azul transpiraba deseo. Sus cuerpos a milímetros, tibios. Sus labios que luchaban para cortar un forcejeo con las vísceras.
Alma abrió la puerta del apartamento como quien destraba la jaula de un pájaro. Le dio un beso en el lunar bajo su pómulo izquierdo. Lucciano caminó tres pasos. Giró antes de subir al automóvil. Su perfume todavía impregnaba las mejillas de Alma y un rato después, su aroma de cacao desembarcaba en la almohada de ella.
Luego de varios días sin noticias, Alma trataba de concentrarse para no apartarse del ritmo de escritura de su novela. Mientras se esforzaba por cumplir con los plazos que le demandaba la editorial, miraba el teléfono como si pudiera hacerlo sonar. Como si pudiera, por arte de magia, crear un mensaje de Lucciano.
Pasaron tres semanas. La ausencia le devolvió lo más amargo de sus caminos. Los lugares oscuros que habían atravesado. Las despedidas. Los finales anunciados. Entonces, se decidió y le envió un mensaje. Como no obtuvo respuesta, insistió a la semana siguiente. Parecía que la tierra se lo había devorado. Se enfureció. Averiguó con Lisa. Lucciano se había mudado a un nuevo vecindario en las afueras de Boston. Pasó otro mes y Alma lo llamó por teléfono. Necesitaba escucharlo de su boca. Fue directa como cuando buscaba que el entrevistado declarara una primicia.
–¿Te arreglaste con Melanie o me vas a desmentir? –lanzó.
–Sí, Alma. Pero no puedo deshacerme de las dudas. Muchas dudas.
–¿Qué significa eso? –Alma no podía con su bronca y no jugaba a ser periodista. No ahora.
–Quiero hacer muchas cosas. Proyectar mi vida. Intento analizar cómo salir de esta crisis. Vivo en medio de un lío grande, Alma.
–Formaste parte de la etapa más difícil y más linda de mi vida. ¿Por qué viniste a mi casa si no pensabas volver?
–Nunca quise lastimarte, Alma. Sabes que jamás podría. Te pido perdón. Sé que tal vez no te alcance. Pero es lo más sincero que tengo para decirte. Perdón Alma. Perdón.
Lucciano sonaba triste. Algunas verdades podían herir mucho más que cualquier mentira.
Magda Tagtachian es escritora y periodista, trabajó en el diario Clarín y en las revistas Gente y Para ti y en 2018 recibió la distinción Hrant Dink entregada por el Consejo Nacional Armenio de Sudamérica. En 2016 publicó No me olvides Armenuhi, la historia de mi abuela armenia, un éxito en ventas que llevó sus memorias familiares y la temática del Genocidio Armenio a toda la sociedad.