Sumgait, la chispa que encendió el polvorín
Entre el 27 y el 29 de febrero de 1988 una turba de miles de fanáticos azeríes comenzó una cacería contra los armenios de Sumgait, en una maniobra orquestada por el propio gobierno de Bakú. No hubo vuelta atrás, desde entonces no dejan de tronar los cañones.
El caldo de cultivo estaba listo, sólo faltaba un hecho, un gesto, un indicio, una sospecha para que se desatara una orgía de sangre sobre la minoritaria población armenia de Sumgait, a sólo 26 km de Bakú, la capital de Azerbaiyán. La secular rivalidad entre azeríes y armenios iba a dar paso a una guerra real, nunca declarada ni tampoco finalizada.
Eran los últimos días de febrero de 1988 hubo crecientes manifestaciones en las calles de la Región Autónoma de Nagorno Karabaj, un oblast en la terminología soviética. En el marco de la política de apertura y transparencia (peresroika y glasnost) impulsada por el entonces presidente del Soviet Supremo, Mijail Gorbachov, la población armenia pedía en las calles la reunificación con la República Socialista Soviética de Armenia.
El gobierno de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán, en tanto, pugnaba por evitar lo inevitable, perder el control sobre el enclave de mayoría étnica armenia, que había ostentado desde hacía casi siete década, gracias a la política intervencionista y arbitraria de Josef Stalin.
Esta semana se cumplieron 32 años de las matanzas que marcaron un punto sin retorno en el conflicto interétnico que aun hoy enfrenta militarmente a las dos naciones del Cáucaso sur.
Técnicamente, la guerra aún continúa. Lo que hay es un precario alto el fuego, dispuesto en mayo de 1994, pero quebrado una y otra vez por las fuerzas azeríes. Actúan a instancias del gobierno de Ilham Aliyev que desconoce lo que su país firmó hace más de un cuarto de siglo, cuando las fuerzas de autodefensa de Artsaj ganaron la guerra en el terreno militar.
La retórica encendida de Aliyev cada vez que se refiere a Armenia, a los armenios e incluso a la diápora armenia, no dejan lugar a dudas sobre la “armenofobia” que rige su matriz de pensamiento (ver recuadro).
Es la misma armenofobia que encendió la cacería de los armenios, casa por casa, entre el 27 y el 29 de febrero de 1988 en Sumgait, o también en noviembre de ese año en Kirovabad y en 1990 en Bakú.
Vía libre
Las manifestaciones callejeras se sucedían a diario en un momento de mucha efervescencia política en la Unión Soviética. Los armenios de Artsaj, entonces denominada Nagorno Karabaj, veían que era un momento propicio para peticionar a las autoridades una solución pacífica y democrática a sus demandas de reunificación con Armenia.
Pero el gobierno de Bakú no pensaba lo mismo. El 22 de febrero de 1988, tras una demostración en Aghdám, según varias fuentes, una multitud de entre dos y tres mil jóvenes azeríes se dirigió a la localidad de Askerán, ciudad de población armenia en Artsaj.
Reportes de la época indican que “la multitud destruyó todo a su paso y sólo fue detenida en las afueras de Askerán tras la intervención de la policía”. El saldo fue una decena de armenios heridos y dos azeríes muertos. Según testimonios de los propios azeríes, al menos uno de ellos fue muerto por el disparo de un oficial de la policía de Azerbaiyán, sin embargo, “la investigación oficial no reveló la identidad de la persona que disparó”.
Este dato no es menor, será uno de los argumentos utilizados para instigar los ataques contra la minoría armenia en Sumgait.
Un ensayo de las investigadoras letonas Viktorija Brailko y Ksenija Karakulova (“La masacre de Sumgait. El comienzo de la guerra de Nagorno Karabaj, febrero 27-29 de 1988”), publicado por la Escuela de Graduados en Derecho de Riga en 2015, señala que el último paso “fue el discurso del líder del Partido Comunista de Azerbaiyán, Hidayat Orujov”, quien luego de otra protesta, en la que dos azeríes fueron asesinados, amenazó a los armenios que manifestaban en Sumgait.
“Si no detienen la campaña por la reunificación de Nagorno Karabaj con Armenia, si no toman conciencia, 100.000 azeríes de distritos vecinos irrumpirán en sus casas, incendiará sus apartamentos, violará a sus mujeres y matará a sus hijos”.
A sangre y fuego
Fue literalmente lo que ocurrió. Esa noche turbas de jóvenes azeríes enardecidos -un grupo denominado Niños del Islam tuvo activa participación-, entraron a las casas de los armenios, saquearon, robaron objetivos de valor y electrodomésticos, hubo violaciones masivas y abusos sexuales contra las mujeres, torturaron y asesinaron a mujeres y ancianos. El clima de armenofobia y terror duró tres días con sus respectivas noches.
Una versión indica que la movilización de los azeríes no fue azarosa. Tomada ya la decisión de atacar a los armenios, se repartieron entre los agitadores guías de los barrios donde éstos residían, con identificación precisa de sus casas, a las que previamente se las había marcado con una cruz.
Además, se hizo correr la voz entre las familias azeríes de Sumgait para que en la noche del 27 de febrero dejaran las luces encendidas, de modo que las casas y departamentos que estaban a oscuras se suponían habitadas por armenios. Así, la oscuridad fue cómplice de los asesinatos. Toda semejanza con la “Noche de los Cristales Rotos” en la Alemania nazi (1938) o la identificación con la leyenda “Jude” en las vidrieras de sus locales, es pura casualidad.
Según fuentes oficiales el saldo del pogromo fue de 32 muertos, 26 armenios y 6 azeríes y cerca de 180 heridos. Varios de los asesinados fueron atacados con hachas y mutilados. Extraoficialmente, se estima que los muertos fueron varios cientos. Tras los ataques, los cerca de 18.000 armenios que residían en Sumgait migraron hacia el este, a zonas más seguras.
“El hecho de que los agitadores de Sumgait no fueran castigados adecuadamente por una acción tan inhumana, dejó a los armenios con sed de venganza y esto condujo a la guerra de gran escala de Karabaj 1991-94 entre ambas naciones”, afirman las investigadoras.
Fue el comienzo de otros pogromos instigados contra los armenios como el de noviembre de 1988 en Kirovabad (según reportes oficiales 7 víctimas fatales) o el del 13 al 19 de enero de 1990 en Bakú (90 muertos, extraoficialmente la cifra habría llegado a los 400 muertos). El 10 de abril de 1992 fuerzas irregulares azeríes entraron a la villa de Maraghá, en Martakert, quemando y saqueando a su paso. Más de 50 armenios fueron asesinados y decenas fueron tomados como rehenes.
La armenofobia como política de Estado
Aunque no es un fenómeno nuevo, la armenofobia, que abarca un amplio espectro de sentimientos negativos, miedos, prejuicios, burlas y aversión frente a Armenia y los armenios, se consolidó en la República de Azerbaiyán como un eje casi constitutivo de la identidad nacional.
A tal punto es así que en Azerbaiyán el anti armenianismo, como también se denomina en foros internacionales a la armenofobia, está enquistado tanto a nivel social como institucional.
Heredera de la secular mirada despectiva y denigrante de Estado turco-otomano hacia los armenios, el sentimiento anti armenio adoptó nuevo ribetes en Azerbaiyán en las postrimerías de la era soviética, al calor de las manifestaciones de la población de la Región Autónoma de Nagorno Karabaj a favor de la reunificación con Armenia.
Más acá en el tiempo hubo nuevas expresiones anti armenias. El propio presidente Ilham Aliyev, ha señalado en reiteradas ocasiones que Armenia y los armenios de todo el mundo son los principales enemigos de su país. La elaboración de una lista negra con periodistas, políticos y empresarios extranjeros que hayan viajado a Artsaj (Nagorno Karabaj) “sin permiso de las autoridades de Azerbaiyán”, según argumenta el gobierno de Bakú, es una muestra más de la intolerancia y los modos antidemocráticos que rigen en ese país.
Pero el sectarismo muda literalmente a la más rancia xenofobia en las redes sociales. “Armenia ni siquiera es una colonia, ni siquiera es digna de ser una sirvienta”, publicó el 29 de enero de 2015 el presidente Aliyev en su cuenta oficial en Twitter. De este modo, expuso su absoluto deprecio por las otras naciones e incluso por los derechos de las mujeres, una marca registrada de estos tiempos.
Los ejemplos abundan pero no por eso dejan de sorprender. El 4 de junio de 2016 Aliyev volvió a “lucirse” en la red social del pajarito: “Azerbaiyán critica y condena la resolución del Parlamento alemán sobre el llamado ‘genocidio armenio’”. Fue su manera de aportar su granito de arena a la política negacionista que despliega el gobierno de Turquía.
Y el 22 de septiembre de 2018 tuiteó: “Armenia es un estado fallido. La principal razón que explica el fracaso de Armenia es su política de agresión”, obviando el derecho a la autodeterminación de la población de Artsaj y las bases democráticas que respaldan el proceso de emancipación de su pueblo, en base a las leyes vigentes.
Carlos Boyadjian
Periodista
coboyadjian@yahoo.com.ar