Después de Francisco
El reconocimiento del Papa Francisco no sólo resulta un hecho histórico para el pueblo armenio y sus justas reivindicaciones, sino se trata además de una decisión política que hace temblar los cimientos del negacionismo turco.
El sermón del Sumo Pontífice fue a juicio de muchos analistas una estocada mortal a los intentos de Erdogan de asumir el liderazgo del mundo islámico que figuraba en sus planes de moderno sultán acostumbrado a gobernar con mano férrea y con muy poco apego a los derechos individuales de sus ciudadanos y mucho menos los de las minorías que pueblan el territorio turco.
La virulenta reacción del líder turco no se hizo esperar y fue mucho mayor de lo acostumbrado. A la habitual decisión de retirar sus diplomáticos del estado con quien se haya enfrentado en la ocasión, Recep Tayyip Erdogan eligió recorrer el camino del insulto, la agresión verbal y las amenazas, decisión que seguramente le generará un sinfín de problemas en su relación con la Unión Europea.
La falta de argumentos sólidos, sumado a la creencia de ser invulnerables dentro de su caparazón negacionista, motivó la catarata de improperios vertidos por muchos funcionarios turcos entre ellos el canciller, el primer ministro y otros miembros del gabinete. Su obnubilación les impidió comprender que sus diatribas sólo los iban a perjudicar porque se estaban enfrentando con una personalidad como el Papa de enorme prestigio mundial y jefe de una iglesia con más de dos mil doscientos millones de fieles. Su mensaje resonó no sólo en aquellos gobiernos que hasta ahora habían mantenido una postura alejada al reconocimiento del genocidio de armenios, sino que también animó a los indecisos a expresar su adhesión a la Causa Armenia.
Ahora, se espera con especial interés la declaración del presidente Barack Obama quien al igual que otros mandatarios estadounidenses transmite un mensaje especial a la comunidad armenia en vísperas de cada 24 de Abril. Algunos expertos se aventuran a afirmar que finalmente el jefe de la Casa Blanca también pronunciará la palabra maldita para Erdogan y los suyos: Genocidio. Otros, en cambio, aseguran que no cambiará su discurso y utiliará otros términos menos "inconvenientes" para Turquía.
De todas maneras, es difícil que esto suceda porque Washington ha mantenido, a despecho de las promesas incumplidas de su jefe, una política de dudoso equilibrio tratando de no incomodar a su aliada Turquía. Sin embargo, tal vez algo cambie en el mapa político mundial, especialmente luego de la durísima reacción de Ankara a la que se enfrentaron en primer término lo Unión Europea, y más tarde la opinión pública que se ha transformado en una verdadera expresión del reconocimiento que tanto rechaza el genocida.
Transitamos un momento realmente trascendental, sólo comparable en la política reciente de Armenia con la recuperación de la independencia en 1991. La visibilidad de nuestra causa tomó ribetes insospechados en la prensa mundial, que sin dudar trascenderá en el enfoque que muchos gobiernos van a practicar en los próximos meses.
Nos queda prestar mucha atención a las conmemoraciones, ofrecer nuestro multitudinario apoyo participando de todos y cada uno de los actos programados para este Centenario del Genocidio Armenio.
Jorge Rubén Kazandjian