“Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco” (Proverbio antiguo)

14 de octubre de 2020

¿Se convertirá el Alto Karabaj en la tumba de Erdogan? ¿Habrá llegado el fin de la “alianza” entre Turquía y Rusia? se preguntan estos días periodistas y analistas políticos franceses. Son sin duda los interrogantes del momento y no solamente de los europeos. Lo único cierto es que sólo unos pocos en el mundo conocen las respuestas a esas preguntas del millón…

Sea como fuere, hay una enseñanza mitológica que bien vale la pena recordar. Se trata de la hibris, un concepto básico de la Grecia antigua. Hibris era una deidad inferior de la mitología griega, una personificación de la necedad, el descaro y la arrogancia excesiva. En esencia, la del insulto.

Maestros inmortales de la humanidad, los antiguos griegos pensaban que el comportamiento arrogante y soberbio, la enfermedad del poder, conducía inevitablemente a los mortales a cometer errores trascendentales, lo que a su vez provocaba la némesis, es decir, la justicia retributiva, el castigo lanzado por los dioses.

El síndrome de hibris suele afectar a los que el poder ha cegado. La locura y desmesura guían su proceder. Se sienten llamados por un mandato superior que los mortales no son capaces de comprender y por eso su actuación es incomprendida por los “infraseres”. Una enfermedad que los lleva a actuar no por el bien común sino con el único objetivo de glorificarse y mejorar su posición personal.

Ejemplos en la historia de la humanidad sobre líderes políticos con síndrome de hibris, hay de sobra. Pero el de Hitler, es tal vez el ejemplo ideal para comprender el significado del concepto en cuestión. Es el paradigma por excelencia del siglo XX.

Los historiadores del futuro tal vez encuentren otro referente al analizar el siglo XXI. La hibris de Erdogan (no tiene sentido siquiera mencionar a su marioneta de Bakú) ha alcanzado niveles máximos y las alarmas ya han comenzado a encender sus luces en capitales de Occidente y Oriente. Cuando el tema deja de ser un juego de soldaditos que se trasladan de un sitio al otro y pasa a ser un grave problema que involucra al terrorismo internacional, no es para menos.

En su afán expansionista neo-otomano, Erdogan no escatima esfuerzos en extender su accionar político-diplomático-militar-mercenario desde el norte de África hasta Somalía y desde los Balcanes y el Mediterráneo oriental hasta Siria, Irak y el Cáucaso del sur. Es evidente que está decidido a volver a su pasado imperial e imponer su hegemonía en toda la región, a costa de enfrentarse con la mayoría de sus vecinos y no sólo. Sus numerosos frentes abiertos han transformado la política de “cero problemas” con los vecinos en la de “cero vecinos” sin problemas…

Lo hemos dicho y lo seguiremos diciendo hasta el cansancio: lo sucedido con Hitler y la Alemania nazi debe ser una lección permanente para el mundo. La entonces política de contención hacia el líder alemán terminó en los estragos de la Segunda Guerra Mundial. Los acontecimientos actuales demuestran que nos encontramos ante una situación similar. Hay analistas que incluso la comparan con la de los días previos a la Primera Guerra Mundial, desatada entre los imperios de la época.

Y no son pocos los que enfatizan que las tensiones actuales desembocarán en una escalada bélica internacional, a menos que los líderes políticos interesados en la paz y estabilidad de la región decidan ponerle freno a Erdogan. Con hechos y no con palabras.

De lo contrario, como decían los griegos antiguos, cuando la hibris desborda, llega némesis –más temprano que tarde y en cualquiera de sus variantes- a dar su merecido. El proverbio antiguo del título expresa quizás, mejor que nada, el preludio de esa némesis.

Ricardo Yerganian
Ex director del Diario ARMENIA

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