La dura y conmovedora carta abierta de la periodista María Titizian luego de la guerra de Artsaj
María Titizian es escritora y periodista. Actualmente es editora en jefe y fundadora de EVN Report y tiene un largo recorrido profesional desde Armenia. Fue editora del Armenian Reporter, editora en jefe de CivilNet, colabora en varias publicaciones de la diáspora. Además es conferencista en la Universidad Americana de Armenia. Nació en Beirut, vivió en Toronto, Canadá, hasta los inicios de la lucha del Movimiento Karabaj en 1988. Desde ese momento viajó varias veces a la madre patria hasta que se estableció en Ereván en 2001. Su blog personal dice que “vivir en Armenia fue un acto de fe y superó todas las expectativas y sigue superándonos”. El domingo 29 de noviembre escribió esta emotiva nota bajo el título: It Has to Be Said: Loss
La pérdida de una guerra que algunos de nosotros pretendíamos jamás llegaría. Pérdida de un territorio bañado de sangre y pleno recuerdos de quienes lucharon para recuperarlo durante la primera guerra de Artsaj. Pérdida de los mitos que habíamos construido meticulosamente y que ahora yacen destrozados a nuestros pies. Pérdida de la esperanza y la fe en nuestro futuro y rabia por la miseria y la indiferencia del mundo. Y lo peor de todo, la pérdida de toda una generación.
El sentido de la vergüenza y la responsabilidad personal es asombroso. Nos imaginamos a nosotros mismos como la generación que ayudó en cierta medida a aliviar la sensación de victimización colectiva que habíamos llevado durante décadas con nuestra victoria en Artsaj. Fuimos la generación que vio el comienzo de la independencia. Fuimos la generación que trabajó para crear las instituciones del estado independientemente de quién estuviera en el poder porque comprendimos y apreciamos su valor. Fuimos la generación que prometió a nuestros hijos y nietos un futuro mejor, más brillante y más seguro.
Ya no somos esa generación.
Ahora somos un país y un pueblo desesperado. Ahora somos un país donde miles de personas están sin hogar, sin hijos, destrozados. Hemos sacado nuestros puñales y estamos luchando entre nosotros con acciones que nunca podrán deshacerse, pronunciando palabras que nunca podrán ser silenciadas. Estamos en una habitación oscura en busca de luz y jadeando porque hemos tenido que ser testigos no solo del fracaso y el colapso de nuestro liderazgo político, diplomático y militar, sino del colapso de nuestro propio autoengaño. Estamos al borde del precipicio.
Buscamos a alguien a quien culpar, alguien a quien endosar la responsabilidad. Si bien podemos hacer declaraciones generales de que todos tenemos la culpa (la tenemos), aquellos en posiciones de poder, sin embargo, tendrán que presentarse ante el país, la gente y la historia y asumir la responsabilidad. Tendrán que soportar las consecuencias de sus acciones e inacciones. Y no nos andemos con rodeos, porque todos los que vinieron antes que ellos son igualmente culpables de esta situación. Esta administración heredó su legado.
Pero también se hicieron promesas que ahora serán incumplidas por siempre, quizás porque nunca fueron viables. Su promesa de “consultar al pueblo” antes de tomar cualquier decisión que altere irrevocablemente el curso del futuro de Artsaj, y en última instancia de Armenia, fue un populismo ingenuo y miope, especialmente si era necesario hacerlo en medio de una guerra.
Aunque no parezca haber una alternativa posible, tal vez incluso se produzca un vacío de poder inminente que empeore las cosas, esta administración eventualmente no tendrá más remedio que dimitir y dejar que el pueblo exprese su voluntad a través de nuevas elecciones. De lo contrario, el país puede desintegrarse en el caos y la anarquía.
Mientras tanto, deben comunicarse adecuadamente con la nación sobre lo que salió horrendamente mal; deben ser transparentes sobre las negociaciones que tienen lugar como parte del acuerdo trilateral con respecto a la demarcación de fronteras, el despliegue de fuerzas de paz rusas, dónde estarán estacionadas las fuerzas armenias, qué se está haciendo para garantizar el regreso inmediato de prisioneros de guerra y civiles en cautiverio de Azerbaiyán, la devolución de los cuerpos y el número real de muertos y heridos y de los que siguen desaparecidos en acción.
Si bien esta administración puede tener pocas opciones, nosotros, el pueblo, tenemos opciones. Debemos trabajar juntos, hombro con hombro, para ayudar a reducir las tensiones en el país. Debemos abstenernos de difundir desinformación, confusión y sobre todo odio. Debemos buscar una transferencia del poder de manera pacífica. Debemos unirnos y volver a comprometernos a trabajar más duro que nunca, ser mejores, más inteligentes, más estratégicos y, en lugar de depender de promesas y mitos, confiar en nuestra fuerza y potencial colectivos reales.
Estamos ahora y siempre estaremos en deuda con esos jóvenes, con esos hombres que mantuvieron las fronteras de nuestras tierras históricas tanto tiempo y con tanta fuerza como pudieron. Si no logramos levantarnos y trazar un nuevo plan para el futuro, les habremos fallado a ellos y a sus familias. Esa es una opción que no tenemos.
María Titizian