Comunicado del Consejo Nacional Armenio
En el transcurso de los últimos días nuevamente el representante diplomático de Azerbaiyán en Argentina junto con un minúsculo grupo de “intelectuales” a través de plataforma ZOOM desarrollaron un encuentro en ocasión del supuesto 29 aniversario del genocidio de Jodyalí. Los instrumentos, el discurso y las tergiversaciones acompañadas de las mentiras encabezadas por su embajador exponen una ficción del Estado azerí en donde busca instalar a los armenios como los responsables de un crimen que no cometimos, planificamos ni ejecutamos.
A raíz de las falsas declaraciones promovidas e impulsadas por las altas estructuras del Estado azerí consideramos esencial esclarecer con evidencias y elementos concretos para comprender y denunciar las mentiras del régimen azerí que sistemáticamente imponen en la arena internacional un relato de los hechos en contra de los armenios. Un ejemplo de esta acción se identifica en la negativa por parte de Bakú de toda responsabilidad en las masacres que efectivamente ejecutaron y existieron contra los armenios en Sumgait y Bakú y a contrapunto alega que en la noche del 25 al 26 de febrero de 1992 en el poblado de Jodyalí- ubicado a 7 km. de Stepanakert - se cometió un genocidio.
Las acusaciones azeríes de atribuir el crimen de Jodyali a las fuerzas armenias resultan cuestionables, pues si se revisa con detenimiento lo acontecido en ese poblado es posible apreciar que en realidad las matanzas de Jodyalísucedieron en el medio de fuertes operativos militares y en un contexto de intrigas y luchas políticas por el poder al interior de Azerbaiyán. En ese sentido y, curiosamente como consecuencia de los sucesos de Jodyalí, el ex presidente azerí Ayaz Mutalibov se vio obligado a renunciar acusado de ser responsable de la matanza. Desde entonces, el Frente Popular de Azerbaiyán, liderado por Aliyev padre, tomó el poder determinando el destino del país.
En este marco, interesante resulta advertir que apenas dos meses después de los acontecimiento de Jodyali, el exiliado presidente Mutalibov enfatizó en el periódico Nezavisimaya Gazeta (2 abril 1992), que el asalto a la población de Jodyalí por parte de las fuerzas armenias no había sido ninguna sorpresa, también dijo que existía un corredor humanitario creado por dichas milicias para permitir que los refugiados se encaminaran a la ciudad de Agdam, entonces controlada por las fuerzas azeríes, una de esas columnas de refugiados fue atacada muy cerca de esa ciudad —en territorio controlado por el Frente Popular de Azerbaiyán. De manera que los funcionarios en Bakú no intentaron ocultar su conocimiento, incluyendo al entonces presidente de Azerbaiyán, Ayaz Mutalibov, quien en una oportunidad también afirmó que: "… la ofensiva en Jodyalí no fue una sorpresa sino que la oposición azerí utilizó esta realidad para quitarlo del cargo y culpándolo de lo sucedido”.
Asimismo, es dable recordar que los destacamentos militares armenios de Karabaj hicieron todo lo posible para excluir los riesgos de muerte de la población pacífica, dejando un corredor para su segura evacuación de la zona de acciones militares. Inclusive y como corresponde, el lado azerí fue informado oportunamente sobre el paso abierto que permitió evacuar a la población civil de Jodyalí.
En función de los hechos expuestos, no caben dudas que el régimen de Aliyev resulta cuestionable por su autoritarismo despótico, por la sistemática violación a los Derechos Humanos, por su carrera armamentística, por la banalización del término genocidio en relación a Jodyalí, por la promoción y la ejecución del genocidio cultural y sobre todo por su discurso negacionista y armenfóbico, alentado todo ello desde el mismo establishment azerí y por medio de su nefasta estrategia operacionalizada a través la “diplomacia del caviar”. Dicho maniobra o táctica consiste en utilizar los abundantes recursos provenientes de los petrodólares para instalar ante la comunidad internacional un falso relato en contra de los armenios.
La política de crueldad promovida por la dinastía Aliyev también se equipara en una misma práctica hacia su propia población desde el momento en que las operaciones militares son los únicos instrumentos para una solución de sus asuntos en política exterior. En definitiva, las acciones unilaterales contra la población civil de Artsaj en 2020 que desembocaron en un enfrentamiento abierto deben comprenderse bajo una lógica de necesidad doméstica del sultán Aliyev para legitimar su poder a través de la conquista de un territorio que históricamente y legalmente no le pertenece.
Las acciones bélicas resultaron ser el instrumento ideal para reposicionar y reforzar la autoridad y capacidad política del establishment azerí con el fin de ocultar y evitar una mayor crisis interna de legitimidad. Esta situación se analiza y comprende en un doble juego o contexto. Por un lado, en plena pandemia COVID – 19, Bakú ignoró y desoyó los llamados del Secretario General de la ONU para el cese de las hostilidades durante la mayor crisis sanitaria que azotaba y azota al mundo entero. Por otro lado, en una coyuntura de alta volatilidad e inestabilidad política interna se produce la mayor escalada del conflicto desde la firma de los acuerdos en 1994.
Asimismo, es importante destacar que a pesar de haberse celebrado un acuerdo para el cese de las hostilidades en noviembre de 2020, es preciso remarcar que las fuerzas azeríes sistemáticamente violan el punto 8 del mentado acuerdo toda vez que continúan torturando, mutilando y ejecutando a los prisioneros de guerra armenios. Razón por la cual y en función de lo expuesto, es claro que las acciones desmedidas e ilegales hacia su propia población y a los armenios en particular por parte del régimen azerí deben ser objeto de denuncias y acciones contundentes por parte de la comunidad internacional.
Consejo Nacional Armenio de Sudamérica