Sobrevivientes de las detenciones ilegales de Azerbaiyán denuncian crímenes de guerra

19 de marzo de 2021

El portal de periodismo de investigación OpenDemocracy elaboró un informe sobre los sobrevivientes de las detenciones ilegales de Azerbaiyán durante la guerra de Artsaj (Nagorno Karabaj), en el que denunciaron numerosos crímenes de guerra. A continuación, un resumen del texto.

Durante la guerra de Artsaj, cientos de jóvenes huyeron de los lugares ocupados por Azerbaiyán. Los que quedaron, en cambio, fueron en su mayoría personas mayores que no quisieron abandonar sus ciudades.

Human Rights Watch (HRW) ha documentado varios casos en los que las fuerzas azerbaiyanas utilizaron la violencia para detener a civiles y someterlos someterlos a torturas y a condiciones de detención inhumanas y degradantes.

Dos detenidos murieron en cautiverio, y uno de ellos probablemente haya sido víctima de una ejecución extrajudicial. A su vez un representante del Ministerio de Relaciones Exteriores confirmó que se cree que más de una docena de civiles todavía continúan bajo custodia azerí.

Arega Shahkeldyan, de 72 años, está sentada frente a la ventana en un pequeño departamento alquilado de Stepanakert. Su familia, al igual que muchas otras, huyó a la ciudad cuando las fuerzas azerbaiyanas avanzaban. Su futuro es incierto, pero ella está de luto por su marido, Eduard.

A finales de octubre, las fuerzas azerbaiyanas los detuvieron a ambos en su casa de la aldea de Avetaranots y los llevaron a una prisión de Bakú. La mujer regresó después de seis semanas, él, en cambio, murió a los 79 años en causas poco claras.

“Los soldados entraron a nuestra casa con rifles automáticos, gritando, apuntando y amenazándonos. Les supliqué llorando que no nos hicieran daño, pero le retorcieron los brazos a mi esposo y lo sacaron. Luego se abalanzaron sobre mí y me obligaron a salir”, recordó Arega.

A su vez, agregó: “Pasamos toda la noche en un cobertizo sin comida, ni agua. No podía dormir, estaba demasiado asustada, me quedé sentada, llorando y temblando”. Al día siguiente, uno de los soldados comenzó a golpear y patear a Eduard, acusándolo de haber participado en la guerra de 30 años atrás y diciéndole que este era su castigo.

Esos días fueron los últimos que vio a su esposo con vida, ya que fue separada y llevada a un celda con otra mujer. Una mañana, los guardias llegaron y le dijeron que su marido había muerto mientras dormía.

La familia de Eduard señaló que tenía asma desde hacía muchos años y tenía que tomar medicación tres veces al día. Mientras estaba detenido, no tenía acceso a sus medicamentos y según explicaron, pese a los pedidos, ningún médico los controló.

El 9 de diciembre, las autoridades azerbaiyanas devolvieron a Arega y a otros detenidos a Armenia. Se suponía que el cuerpo de Eduard también llegaría, pero finalmente enviaron el de otro hombre. Recién el 28 de diciembre llegó el verdadero. En el certificado de defunción emitido por las autoridades armenias figura la causa de muerte como lesión cerebral contundente.

Sasha Gharakhanyan, de 71 años, tampoco quiso dejar su casa en Hadrut. Su hijo, Arsen, de 44 años, que había vivido en Rusia, lo había ido a visitar, pero no soportó verlo solo y se quedó con él.

El 10 de octubre, Arsen vio a los primeros soldados azeríes en la ciudad, corrió para buscar a su padre, pero ya era tarde y había quince militares azeríes en el lugar. Su padre tuvo que observar impotente como les ataban las manos y se lo llevaban.

La hermana de Arsen había hablado con él por última vez el 9 de octubre. Recién un mes después supo de ellos, cuando comenzó a circular en las redes sociales un video en el que obligaban a Sasha a besar la bandera azerbaiyana.

Diez días después, el Comité Internacional de la Cruz Roja le afirmó a la familia que habían podido localizar a Sasha en una prisión de Bakú. El 14 de diciembre fue devuelto como parte de un grupo de 44 prisioneros y pasó diez días en el hospital. Sus muñecas y tobillos estaban marcados debido a las ataduras con alambre. Además, las radiografías demostraron que tenía una costilla fracturada y la nariz rota.

El 6 de enero, después de casi tres meses sin tener información sobre el destino de Arsen, la familia vio otro video en redes sociales. Los soldados azeríes lo obligaban a decir “Karabaj es Azerbaiyán” y a insultar a Nikol Pashinyan.

Nuevas imágenes aparecieron el 8 de enero, en las que se burlaban de él y lo obligaban a “saludar a Shusha” (el nombre con el que Azerbaiyán rebautizó a la ciudad ocupada de Shushí). Sin embargo, los videos reforzaban las esperanzas de que volviera con vida.

El 13 de enero, en respuesta a una solicitud del gobierno armenio, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos pidió a Azerbaiyán que proporcionara información sobre el paradero de Arsen. Cinco días después, durante la búsqueda de cadáveres en la región de Hadrut, con la mediación de las fuerzas de paz rusas y el CICR, su cuerpo fue encontrado cerca de la aldea de Aygestan.

El cuerpo no mostraba señales de descomposición y había señales claras de disparos en su frente. La conclusión de los médicos forenses armenios fue que Arsen había sido asesinado a tiros el 15 de enero, dos días después de que el TEDH planteara su caso al gobierno azerí.

Sasha está demasiado débil para permanecer sentado durante la conversación. Su esposa, sentada junto a él en el borde de la cama, no puede dejar de llorar: “¿Por qué mataron a nuestro hijo? No estaba peleando en la guerra. Estaba desarmado. Solo se quedó para cuidar a su padre”.

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