De cómo hemos retrocedido 100 años en seis meses

17 de mayo de 2021

Desde el término de la guerra de Artsaj y la firma del acuerdo (rendición) tripartito la madrugada del 10 de noviembre pasado, las opiniones que hemos vertido desde estas columnas acerca de los peligros que acechan la existencia misma de la República de Armenia, se van confirmando –lamentablemente- una tras otra. No es necesario ser profeta ni experto en ciencias políticas. Con un mínimo de conocimiento de historia, los sucesos eran más que elocuentes para aquellos que no evitaban ver las cosas como eran (son) y llamarlas por su nombre.

Asiduos lectores nos hicieron llegar repetidamente sus comentarios al respecto: “mucho pesimismo, hay que darle a la gente una luz de esperanza. No es bueno dejar la impresión de que todo se está perdiendo...” Es cierto. Pero tampoco es adecuado limitarse a discursos de brindis y a ilusiones patrioteras baratas.

Con una grave derrota en nuestro haber, no podemos ignorar las trágicas consecuencias (ya no hablamos de las causas) de la reciente guerra de los 44 días: pérdida de lo más preciado e irreparable, la vida de miles de jóvenes armenios; pérdida de una gran parte de nuestra patria ancestral; una generación de heridos e incapacitados de por vida; un número nunca esclarecido de prisioneros de guerra aún en cautiverio; miles de familias desahuciadas; crisis política y socio-económica; ejército desmoralizado; fronteras indefensas; pueblos y ciudades limítrofes amenazados por el enemigo y ahora... flagrante violación de la integridad territorial de Armenia. 

Frente a este panorama desolador, la pregunta que se impone es ¿cómo salir del abismo en el que hemos caído? Porque ya no estamos al borde del mismo. Estamos dentro. Y no hay respuesta a la vista.

El pescado se pudre por la cabeza. El proverbio chino de gran sabiduría popular, explica mejor que nadie lo que le ha venido sucediendo al pueblo armenio en su conjunto y al país en general en las últimas tres décadas y fundamentalmente, durante los últimos tres años de gobierno. No queremos machacar una y otra vez sobre los mismos temas pero es más que evidente que la dirigencia política no estuvo y no está a la altura de las circunstancias. 

La oportunidad histórica que se le brindó al pueblo armenio de construir un Estado fuerte y sólido a partir de 1991 se echó por la borda y el régimen Pashinyan le puso el “broche de oro” destruyendo lo más importante que se había logrado conseguir: la unificación de hecho de Artsaj con la madre Patria.

Pero la desgracia no tiene fin. ¿Qué pasa ahora cuando tropas azeríes han entrado en territorio soberano de Armenia en las regiones de Syunik y Kegharkunik (por ahora...), sin tanques y sin tirar un sólo tiro? ¿Quién es el garante de la seguridad de las fronteras y de la integridad territorial de la República de Armenia?

¿Dónde está el presidente de la república? ¿Qué hacen el gobierno en funciones, la cancillería, el consejo de Seguridad Nacional, el poder Legislativo, el ministerio de Defensa, el comando en jefe del ejército, las brigadas especiales, los gobernadores de provincias y demás encargados de velar por la inviolabilidad de las fronteras de Armenia? ¿Dónde está el conjunto de la dirigencia política opositora? ¿Hay alguien que se ocupe realmente de lo que está sucediendo ante nuestros ojos?

Respuestas: el presidente anuncia su “profunda preocupación” por la situación creada; el gobierno cita al consejo de Seguridad Nacional y decide acudir a la OTSC (Rusia) para “iniciar consultas” ante la “amenaza” (artículo 2 del tratado) en lugar de pedir la intervención inmediata (art. 4) por la agresión sufrida dentro de su territorio; el ministro de Defensa declara que “está todo bajo control”; el viceprimer ministro en funciones posa en fotografías junto al gobernador de Syunik y algunos diputados oficialistas frente al lago Sev (o lo que parece serlo) para demostrar que todo está en orden; el Parlamento se reúne en forma extraordinaria bajo petición de un partido opositor y vota una resolución “unánime” de condena; la cancillería emite comunicados y la oposición está ocupada formando alianzas en vistas a las elecciones anticipadas del 20 de junio... 

Respuesta a la última pregunta: Sí, todavía queda alguien que dice y hace algo concreto. El incansable defensor del pueblo, el ombudsman de Armenia, Armán Tatoyan. Lamentablemente no tiene funciones ejecutivas. Pero hay que quitarse el sombrero ante su persistente labor: desde la guerra de Artsaj hasta el día de hoy no se ha detenido ni un sólo instante. Ojalá los funcionarios gubernamentales tomaran ejemplo. No sólo no lo hacen, sino que lo tienen en la mira y tratan de desprestigiarlo como pueden.

Hemos llegado al absurdo total. No sólo entran los azeríes como de excursión (armados) en territorio de Armenia sino que la respuesta a esas incursiones es “negociar” con ellos. Lo cuestionable no está sólo en el hecho de “negociar” lo innegociable sino además, en el “menú” de esas negociaciones... Que no quepa duda: si los azeríes entraron como “pancho por su casa”, no se irán sin haber obtenido importantes concesiones de la parte armenia. Salvo que se los eche por la fuerza.

¿Y la comunidad internacional? Hombre ¿es que no ve lo que está sucediendo en Gaza? No hay tiempo de ocuparse de menudencias... Algún que otro comunicado de Washington (bautizando “zonas en disputa” las fronteras de Armenia), de Bruselas (pidiendo “automoderación”) y punto. 

En cuanto a Moscú, movimientos de tropas desde la base rusa de Gyumrí hacia el sur de Armenia, el Gral. Muratov encabezando las rondas de “negociaciones” y una disyuntiva: defender con sus tropas en base a los acuerdos bilaterales las fronteras de Armenia (obligación primordial del ausente ejército armenio) enfrentándose de ese modo con Bakú y con Ankara, o sacar tajada de la situación, priorizando sus propios intereses estratégicos...

Es increíble cómo Armenia ha logrado retroceder 100 años en tan sólo seis meses. En ese entonces surgió un Nzteh que salvó a Syunik de correr la misma suerte que Artsaj y Najicheván y la región permaneció dentro de la República de Armenia. Hoy la historia se repite, pero sin contar con esa clase de héroes. Por el contrario, con el humillado y humillante gobierno “en funciones” de Pashinyan que sigue con su política de entrega y concesiones al enemigo. 

Si el monasterio de Datev, las piedras milenarias de Karahunch y el asentamiento de Jntsoresk caen en manos turco-azeríes, que el último apague la luz. Igual, la central de Medzamor ya está apagada.

P.D: Si alguien cree que los avances turco-azeríes en las zonas en que han ocurrido son resultado del azar, se equivoca. Casualmente, los puntos ocupados coinciden no sólo con alturas estratégicas sino también con accidentes fluviales y lacustres que sirven de fuentes de agua para numerosos pueblos y ciudades de Armenia. Una táctica que Turquía lleva ya tiempo utilizando en Siria y en Irak.

Dr. Ricardo Yerganian
Exdirector del Diario ARMENIA

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