Nicolás Sabuncuyan sobre la misión humanitaria de Cascos Blancos en Haití: "Aún con las restricciones de la pandemia, estuvimos bien cerca del pueblo haitiano"
Nicolás Sabuncuyan es vicepresidente segundo de la Comisión Cascos Blancos, el organismo del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de Argentina que trabaja en los proyectos de asistencia humanitaria. Nombrado en 2020, Sabuncuyan es uno de los encargados de liderar el cuerpo de más de 3000 voluntarios creado en 1994 con aval de la ONU. Actualmente, Sabuncuyan se encuentra en Haití junto con la presidenta de Cascos Blancos, Marina Cardelli, para coordinar la misión de ayuda humanitaria en el marco del terremoto que dejó más de 2.200 muertos desde el 14 de agosto pasado.
El 21 de agosto, la misión partió en un avión Hércules de la Fuerza Aérea con la presencia del canciller Felipe Solá y el ministro de Defensa Jorge Taiana. Principalmente, las tareas serán de atención médica de emergencia para apoyar a las respuestas sanitarias locales que se encuentran desbordadas en el país. En diálogo con Diario ARMENIA, Nicolás Sabuncuyan, exdirector del Consejo Nacional Armenio de Argentina, se refirió a sus tareas y experiencia en Haití, como así también a cómo fue recibida la misión humanitaria de Argentina.
—¿Cómo fue recibida la misión humanitaria de Cascos Blancos de la Cancillería argentina en Haití?
—La misión fue muy bien recibida por las autoridades y el resto de los organismos multilaterales y Estados que están presentes para brindar asistencia humanitaria. Vinimos a ayudar en un problema, en general estructural, que tiene que ver con la atención de la salud, pero lo que más me importa es cómo nos recibió la población de Corail, una vez que pudimos abrir el hospital. La llegada fue inmediata, superó las expectativas en la capacidad de atención. Venían casos vinculados al terremoto, pero también muchos con patologías de base que no estaban atendidas, muchas vinculadas a temas obstétricos.
No solamente atendíamos a gente víctima del terremoto, sino a todos aquellos que necesitaban de la atención médica y hacía muchísimo tiempo que no la recibían, hecho que hace que las personas se enfrenten a situaciones que en Argentina se resolverían muy sencillamente, pero que acá son muchas veces letales o que ocasionan daños de por vida. Atendimos niños, embarazadas, adultos… hubo necesidades de toda la población, entonces la recepción fue buena porque no es un tipo de asistencia que elija a donde ir, sino que propone, marca cuáles son sus capacidades y son los Estados los que eligen cuál es el mejor lugar para emplazarlos. Realmente creo que la elección del lugar fue la correcta porque la recepción de la población fue inmediata y la voluntad de atenderse fue absoluta.
—¿Cómo viviste la experiencia y con qué te encontraste allá?
—Ciertamente sabía plenamente a qué lugar venía. Había seguido las noticias, conocía la experiencia en detalle de lo que el organismo del cual soy Vicepresidente había hecho en el lugar, de lo que habían hecho otros, de cuáles eran las acciones de los organismos multilaterales, los nacionales, de qué capacidades carecía, cuál era la situación en materia social, económica, sanitaria, política, de seguridad. Pero realmente una cosa es creer que uno ha entendido algo y otra muy diferente es estar en el terreno, vivirlo, experimentarlo, convivir con las personas en su propio entorno. Eso brinda una experiencia muy directa con la población, muy a mano, cercana, que dista mucho de lo que es solamente atender.
La misión de Cascos Blancos tuvo un objetivo muy grande vinculado a salud, pero también una parte igualmente importante de sostenimiento logístico de la misión, lo que hace que nosotros hayamos tenido que emplazar en lugares donde no había ninguna condición dada o había muy pocas. En ese sentido tuvimos que interactuar con actores locales, tuvimos que ser capaces de enfrentar distintas situaciones, siempre con el horizonte de la atención médica. Ahora, en este camino, uno conoce personas, realidades, ve ojos, caras, dolores, cuerpos lastimados, vulnerados, ve la alta resistencia al dolor que tienen muchos de los chicos, lo difícil que se le hace a los médicos poder determinar algunas cosas en esas circunstancias. Lo difícil en lo profesional y desde lo anímico también. Sin embargo, también es una tarea que deja una huella indeleble que muestra a un montón de personas, que parecen olvidadas, que están fuera del radar, de la vocación solidaria de Argentina en este caso y que son tratadas con dignidad respeto y humanidad por los profesionales que hemos traído y también por el conjunto de la delegación.
Mi sensación es que una misión de asistencia humanitaria puede cumplir o no su objetivo y siempre es bienvenida en un país pero la misión nuestra tuvo además el adicional de estar conviviendo permanentemente con la población local, estrechar vínculos, tener que articular con ella y además de estar de manera muy próxima y muy directa y eso crea una huella y una base que hace que Argentina tenga en Haití un lugar donde es política de Estado ayudar, no solamente con envíos o con insumos, sino estando, dando testimonio y mostrándole al pueblo haitiano que no lo olvidamos.
—La comunidad armenia de Argentina fue formada por refugiados sobrevivientes de un genocidio. ¿Sentís que hay una sensibilidad especial con otras víctimas de estas catástrofes?
—Yo creo que idealmente, un colectivo que pasó por una experiencia traumática debería de alguna forma tener un eco sobre ello, no para reclamar sobre sí mismo solamente sino para proyectar lo que fue el trauma generado por esa injusticia, proyectar lo que sucede en otra poblaciones, en otros momentos, en otros contextos y ser solidarios.
Marina Cardelli y Nicolás Sabuncuyan.
No creo que haya una vocación inherente a nuestra condición de armenios, sí creo que esa experiencia generó muchas organizaciones, mucho trabajo, mucha investigación, y esto hace que tengamos muchas personas de la colectividad que participa de proyectos colectivos solidarios, sean religiosos, políticos, sociales, del scoutismo. No es persé por ser descendientes de aquellos sobrevivientes, sino que lo que el Genocidio creó algo que se sostuvo a través de las generaciones y que fue una buena base para la creación de estas organizaciones que permitieron, amparan e impulsan este tipo de experiencias.
—¿Qué aportó tu experiencia como dirigente de la comunidad armenia para tu cargo actual?
—Creo que lo que más me aportó es tener en claro qué roles tienen que cumplir los Estados, qué roles tiene que cumplir cada poder, es decir una visión republicana y democrática -y no idealista-, de cuáles son las atribuciones, posibilidades y limitaciones de los Estados, cómo se relacionan los Estados los unos con los otros, es decir la mirada más internacional, y en eso, cuál es el cruce con la sociedad civil, con las colectividades, con las comunidades. En Argentina, las colectividades siempre están presentes cuando hay que brindarle asistencia humanitaria a muchos países. Saber tratar con ellos, articular, es algo que me brindó mi experiencia como dirigente de la colectividad, pero fundamentalmente creo que por el trabajo que yo desarrollé, lo que más me brindó fue la capacidad de poder, o de pensar al menos, equilibrar y ver las mejores formas de cooperación entre Estados y entre el Estado y su sociedad civil, sus colectividades y organizaciones. Es decir, los niveles, necesidades y responsabilidades de cada uno, tratar de sacar lo mejor de cada lugar.
—Durante los peores momentos de la pandemia, el Estado se apoyó en la sociedad civil para las misiones de testeo, seguimiento de casos y vacunación. ¿Cuál fue el rol de Cascos Blancos en la pandemia? ¿Hubo algún aporte de las instituciones de la comunidad armenia?
—Sin dudas para Cascos Blancos la pandemia fue su primer prueba de fuego, para esta gestión en la que acompaño a Marina Cardelli, quien por indicación de presidente Alberto Fernández y el canciller Felipe Solá, es la presidenta del organismo y es por quien, por indicación de ellos, nos pusimos a disposición para el trabajo, y por eso estábamos exceptuados del primer decreto de la ASPO, junto con la Cruz Roja y el cuerpo diplomático.
En ese trabajo, muy vinculado a la repatriación y a la situación en los barrios populares -también tuvimos otros operativos, pero fundamentalmente eran las dos patas-, sé que hubo organizaciones de la colectividad armenia que participaron de distintas estrategias, algunas intracomunitarias y otras fuera de la comunidad también. Creo que tal vez no se hizo de manera unificada y organizada, me parece que la experiencia en Córdoba fue diferente, no conozco tanto del tema, pero sé que hubo algunas organizaciones que, poniendo lo que había que poner de su esfuerzo, contuvieron algunas situaciones de esta naturaleza.
—¿Algún mensaje final?
—Que se sumen a Cascos Blancos. La experiencia de los voluntarios hasta el momento estaba siendo difícil en el exterior, pero esta es una misión prácticamente de relanzamiento de nuestro trabajo internacional. Estamos con los brazos abiertos. A quienes estén interesados en desarrollar este tipo de tareas tienen que saber que no importa la profesión, siempre va a haber algo que puedan hacer.
Cada misión tiene distintos requisitos y que les va a aportar una experiencia de vida increíble a aquellos que les interese. Que el objetivo del organismo estatal de asistencia humanitaria internacional no es el turismo humanitario, no es algo que se hace una vez para pasear en un lugar, sino contribuir a la política internacional argentina y mostrar una de sus mejores caras que es la vocación solidaria y la proximidad con la gente. No nos caracterizamos por hacer envíos solamente de insumos, sino por ir, estar tocar y abrazar, cuando se puede. Aún con las restricciones de la pandemia, estuvimos bien cerca del pueblo haitiano.