Soghomón Tehlirian: Homenaje a quien pudo hacerse escuchar
Se cumplen 101 años del ajusticiamiento del máximo responsable del plan de exterminio de los armenios, el Ministro del Interior del gobierno de los Jóvenes Turcos, Talaat Pashá, en el marco de la Operación Némesis que llevó adelante la FRA-Tashnagtsutiún entre 1920 y 1922. A pocos días de la aparición del nuevo libro de Ana Arzoumanian “La guerra es un verbo” la autora realizó una producción audiovisual junto a Marcelo Saltal con las actas del proceso a Soghomón Tehlirian, uno de los justicieros del Genocidio de los armenios.
Soghomón Tehlirian el 15 de marzo del año 1921, en Berlín, mata a Talaat Pachá. La autoridad policial lo encuentra en el lugar del hecho y él confiesa el crimen. Es juzgado por un tribunal alemán donde explica las motivaciones que lo llevaron al acto. Cuenta los horrores por los que atravesó, él y su familia. El jurado plantea la pregunta que llevó a su absolución: “la pregunta no es ¿mató el acusado? La ley exige que hagamos la pregunta correcta: ¿el acusado es culpable de haber matado?”.
La editorial La Cebra publicará este mes el libro “La guerra es un verbo”. El texto consiste en una serie de artículos sobre la guerra. De modo de dar nombres al efecto devastador de las conflagraciones: la insensibilidad, la anestesia, el embrutecimiento vital para los sobrevivientes. En uno de los capítulos analizo el procedimiento a Tehlirian colocando a la prueba como punto central de la observación.
El genocida no solo realiza el acto atroz de la eliminación de un grupo de personas, de su exterminio, sino que provoca en los sobrevivientes y sus descendientes la pulsión de la prueba. Las prácticas genocidas con sus procesos de exterminio despliegan sus acciones de cosificación. Una vez sucedida la apropiación sobre el otro, el genocidio asume su consumo, su destrucción, su eliminación. Rebajados a la vida orgánica, sin las herramientas de los relatos del derecho en un tribunal aún no constituido para poder contar lo sucedido, los sobrevivientes y las generaciones que le siguen exponen sus cuerpos como prueba.
El arte, ocupando el lugar vacante que deja el derecho, más que ser un testigo, devuelve la vitalidad a las víctimas con un lenguaje nuevo, contrario a la lengua establecida en el orden social utilizado por los verdugos. Una escritura donde ver es saber. La cámara-escritura revela lo íntimo, hace de lo íntimo una escena pública, construye una identidad jurídico-política sobre los trazos de intimidad expuestos. El lenguaje como “operador de visibilidad”.
Recordamos a Tehlirian y lo honramos como justiciero y su nombre colma diversas expresiones artísticas.
¿Su ejemplaridad radica en su mano distribuidora, en esa mano que aplica la ley taleónica?
Talaat Pachá, gran visir y ministro del interior del Imperio Otomano, Enver Pachá, ministro de guerra y Djemal Pachá, ministro de marina, habían sido juzgados in absentia por un tribunal militar otomano y sentenciados culpables. Sin embargo, ninguno cumple con la pena, ya que estaban ausentes. Soghomón Tehlirian encuentra a Talaat en Berlín y lo mata. El tribunal alemán lo absuelve.
¿Homenajeamos a Tehlirian porque él asumiría en su acto personal el derecho a matar al tirano?
Hubo otros justicieros: Stepan Dzaghigian y Bedros Der Boghosian matan a Djemal Pachá en el año 1922. Si ambos genocidas (Talaat y Djemal) fueron ajusticiados según el diseño de la operación Némesis; Enver Pachá sospechado de ser muerto por Melkumov (Melkumian) sería también por mano armenia, aunque no desde la misma operativa.
Soghomón Tehlirian es inspiración no sólo porque mató a un tirano (también lo hicieron Aram Yerganian, Arshavir Shiraguian, Misak Torlakian, Ardashés Kevorkian, Hratch Papazian y los nombrados Stepan Dzaghigian, Bedros Der Boghosian y Melkumian) sino porque fue llevado a un tribunal. Porque él pudo narrar el horror. Porque en una instancia institucionalizada del derecho pudo contar las atrocidades de las que fue víctima y testigo.
La dificultad renovada para los descendientes del genocidio armenio es que no hubo un juicio a los verdugos donde las víctimas pudiesen “contar” sus demandas, de manera tal que ese silencio que no escucha ha inundado a los sobrevivientes de una pulsión de prueba casi en el vacío. Es en este juicio a Tehlirian donde se tiene ocasión de escuchar a la víctima hablando sobre el verdugo y, sin embargo, es un juicio a la víctima.
De modo que homenajeamos a quien se pudo hacer escuchar.
Ante la imposibilidad por muerte de los perpetradores de llevar a cabo un juicio, los sobrevivientes acuden a modos artísticos de recuperar esa escucha. Así la literatura asume su condición relatora dejando que el lector se coloque en el jurado de un tribunal. El escritor deviene esa víctima- victimaria en el entramado de una pieza literaria.
Junto con el actor Marcelo Saltal hemos puesto en escena un fragmento de las actas al juicio de Soghomón Tehlirian. La lectura tuvo lugar en el Actors Studio Teatro, estudio de Carlos Gandolfo porque se quiso poner de relieve la formación escénica de todo proceso; la teatralidad de un juicio.
El personaje Tehlirian cuenta cómo mató con el fin de saldar la cuenta de la prueba, con el fin de ya no responder al verdugo y narrar a una instancia tercera el desastre. Que el texto sea en castellano (en el juicio las actas eran en alemán) implica al lector argentino en este hacer justicia. Carentes de “juicos verdaderos” el teatro, el cine, la literatura tomarán la posta para que el auditorio se diga: Es justicia.
Ana Arzoumanian