La acción políticamente correcta que enoja a los armenios de todo el mundo

09 de febrero de 2023

La decisión de Armenia de enviar ayuda humanitaria y rescatistas a Turquía y Siria contrasta con las agresiones y ataques militares que Armenia y Artsaj reciben hace casi tres años de parte de Turquía y su “hermano” Azerbaiyán.

La conmoción internacional ante el terremoto que tuvo lugar el lunes 6 de febrero en varias localidades del sudeste de Turquía y el norte de Siria generó la inmediata solidaridad de todo el mundo, en un escenario en el que la vecina Armenia también dijo presente.

“Estamos considerando enviar equipos de rescate a los sitios para brindar asistencia en el terreno”, señaló el ministro de Relaciones Exteriores armenio, Ararat Mirzoyan, en las primeras horas posteriores al terremoto, una asistencia que ya se determinó será de 29 rescatistas que trabajarán en Siria para colaborar en la búsqueda de sobrevivientes y de 27 que lo harán en Turquía.

Además, este miércoles el Ministerio de Situaciones de Emergencia informó que el gobierno de Armenia enviará 30 toneladas de ayuda humanitaria a Siria.

“En 1988 vivimos las devastadoras consecuencias del terremoto y en ese entonces no nos dejaron solos. Recibimos el apoyo de la comunidad internacional y debemos estar listos para extender una mano amiga a todos los pueblos que necesitan ayuda debido a los desastres naturales”, explicó Mirzoyan sobre la decisión de la oficina del primer ministro NIkol Pashinyan.

Cabe aclarar que hasta el momento se han reportado una decena de víctimas de origen armenio, producto del terremoto. El dato no sorprende.

Es una región que corresponde a la antigua Cilicia, en la que hace más de un siglo vivían allí más de 2,5 millones de armenios, pero quedó con un número casi testimonial de familias armenias como consecuencia del genocidio perpetrado por el gobierno turco-otomano entre 1915 y 1923, que causó el asesinato en masa de más de 1,5 millones de armenios y la usurpación de una gran extensión de la Armenia histórica.

Al cierre de esta edición la cifra de víctimas fatales superaba los 12.000 y se registraban más de 15.000 heridos de distinta gravedad, producto de los dos terremotos iniciales de 7.8 y 7.5 puntos en la escala de Richter y las más de 435 réplicas, en una vasta zona afectada por los temblores.

El enemigo eterno

Llama la atención -positivamente- la actitud del gobierno de Armenia, de solidarizarse con el gobierno y el pueblo turcos, incluso después de la actitud agresiva hacia los armenios y Artsaj (Nagorno Karabaj) que tuvo el gobierno de Recep Tayyip Erdogan en 2020.

En ese momento Turquía fue una pieza fundamental a nivel militar e instigador y organizador de la “solución final” del conflicto de Artsaj, impulsada por el autócrata y xenófobo presidente azerí Ilham Aliyev, desatando la guerra de los 44 días.

La sensación que tienen numerosos armenios de la diáspora es que Armenia es solidaria con otros pero que cuando sufre una catástrofe natural o cuando es agredida por terceros países, no recibe la misma respuesta de la comunidad internacional.

Incluso, a pesar de los dichos de Mirzoyan, luego del terremoto en Armenia en 1988 (dejó un saldo de más de 25.000 muertos), que afectó gravemente a la ciudad de Gyumrí (entonces Leninagán) y destruyó la ciudad de Spitak, muchos envíos con ayuda humanitaria eran atacados por azerbaiyanos para evitar que la ayuda llegara a destino.

Entonces también Turquía llegó a bloquear y retrasar cargamentos de ayuda que iban hacia Armenia, viajando por barco a través del Mar Negro e impidiendo, además, el uso del espacio aéreo turco para las aeronaves con insumos críticos, obligándolos a largos periplos por la otrora Unión Soviética.

Esto sin mencionar las burlas de turcos y azeríes a la situación crítica que se vivía en Armenia y las referencias a que los armenios “lo merecen” (el terremoto).

Segunda guerra de Artsaj

Más cerca en el tiempo, los bombardeos a ciudades y poblaciones civiles en Artsaj en septiembre-noviembre de 2020, en plena pandemia de Covid-19, con uso de armas prohibidas (bombas racimo, fósforo blanco) por parte de la coalición turco-azerí-terrorista muestra claramente un patrón de conducta entre los “hermanos” de Ankara y Bakú, como se llaman mutuamente los presidentes Erdogan y Aliyev.

La persistencia de más de un centenar de prisioneros de guerra armenios luego de más de dos años de finalizada la guerra y pese al compromiso de Bakú de liberarlos, los juicios sumarios, torturas, vejaciones, asesinatos de prisioneros, configuran una matriz patológica de pensamiento, que lejos está de la empatía y las acciones constructivas.

Un caso curioso fue el de Maral Najarián, una mujer armenio-libanesa que llegó a Artsaj en noviembre de 2020, como refugio tras sufrir una catástrofe en su lugar de residencia habitual.

El 4 de agosto de 2020 en el puerto de Beirut (Líbano) se produjo una tremenda explosión, se estima por el incendio de 2.750 toneladas de nitrato de amonio, que produjo la muerte a 217 personas.

La cercanía con los barrios armenios de la capital libanesa, hizo que muchos perdieran todo, lo que llevó al gobierno de Armenia a ofrecer ayuda a los damnificados. Najarian fue una de ellos.

Pero a poco de llegar a Artsaj, luego de despedirse de familiares en Gorís, fue secuestrada por fuerza azerbaiyanas en la región de Hadrut junto a Viken Euljekian, un taxista armenio-libanés, que aún permanece en prisión, acusado de “terrorista”, sin posibilidad de defensa en juicio y sentenciado a 20 años de cárcel.

Najarian también había sido llevada a una prisión de alta seguridad cerca de Bakú pero finalmente fue liberada, debido a la presión internacional, el 10 de marzo de 2021, tras cuatro meses de reclusión. Los cargos, ser armenia y estar en una zona “prohibida”.

Najarian y Euljekian habían sobrevivido a la explosión en el puerto de Beirut y se vieron sometidos a la arbitrariedad, el autoritarismo y la falta de respeto de las autoridades azeríes.

Mirada desde la diáspora

A lo largo de los siglos, nuestros padres, madres y abuelos nos enseñaron que había que “hacer lo correcto” sin importar las circunstancias, y ciertamente es lo que en estos momentos está haciendo el gobierno de Armenia, al enviar ayuda humanitaria a Turquía.

Pero la pregunta que subyace y que, en algún punto, hace hervir la sangre caucásica que llevamos dentro de nuestras venas, es por qué si los armenios actuamos en forma solidaria, con nosotros otros se comportan como salvajes.

La respuesta puede no ser políticamente correcta, pero es más bien simple. Si parecen salvajes, se comportan como salvajes y hacen gala de su salvajismo, simplemente son salvajes.

Podría agregarse que eso deriva de su pequeñez mental, de su racismo y su armenofobia secular. Más o menos cuando vemos un animal de cuatro patas, que parece perro, ladra y mueve la cola y nos preguntamos si es perro. Sí, claro, es perro y ya.

Carlos Boyadjian
Periodista
coboyadjian@yahoo.com.ar

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