Como uno más de nosotros
Para nuestra generación, el forjado de nuestra identidad armenia siendo niños fue un arduo trabajo de nuestras familias y de nuestros colegios. Aquellos eran tiempos difíciles para nosotros porque salvo en el colegio, en el club o en la familia, nadie hablaba de Armenia y pocos de los armenios.
Los chicos del barrio que no tenían descendencia armenia (ahora algunos les dicen “deghatsí”, antes algunos los llamaban “castí”) se asombraban o descreían cuando les contábamos de la historia de nuestro pueblo y de las atrocidades del genocidio sufrido.
Recuerdo que esperábamos ansiosos el mensaje televisivo de Pascuas del Papa porque en un momento saludaba en armenio “Kristós hariav i merelots”, y ese era un instante de inmensa alegría porque reafirmaba nuestra existencia en el mundo y nuestro pasado.
También los Titanes en el Ring le daban credibilidad a nuestras historias y nos permitían decirles a nuestros vecinos con un aire de superación: “¿Viste? ¡Karadagian es armenio!”. Aunque la teatralidad parecía quitarle cierta credibilidad, lo cierto es que la pronunciación de la palabra “armenio” en televisión nos daba un manto de verdad.
Nuestros padres insistían una y otra vez con la nacionalidad armenia de algún famoso sin apellido “ian”. Así desfilaron nombres de artistas y deportistas “armenios” que reafirmaban que nuestra historia era verídica. Seguramente algunos no tenían descendencia armenia pero como los idolatramos, nos decían que la madre era armenia y lo creíamos fervientemente.
Así, desde chicos, vamos a la marcha del 24 de Abril y faltamos solo a algunas, pero en general asistimos a todas.
Durante toda la vida alentamos a conocidos y amistades para que nos acompañaran en la Marcha porque siendo tan importante para nosotros, es difícil concebir que un amigo deghatsí no se sumara a nuestro reclamo. Con ese fervor, a lo largo de los años logramos que nos apoyaran amigos, compañeros de lucha, de estudio y de trabajo, buenos conocidos, empleados, clientes etc.
Muchos caminaron con nosotros en esa larga fila y nos sentimos acompañados incluso por los que no están. Como si por un momento se unieran en esa caravana los ausentes, los que quedaron, los asesinados y los que fallecieron luego.
La “marcha del 24”, es esa marcha de protesta que nos reúne a todos y sin embargo siempre nos vamos con ese sabor amargo de pensar que fuimos pocos o que faltan más representantes de la sociedad civil.
En la última marcha del 24 ocurrió un hecho inédito y que, sin embargo, pasó casi inadvertido. Tal vez el hecho más importante en la historia de la marcha: ese 24 de abril caminó con nosotros un Ministro de la Nación.
Para tomar real dimensión el hecho explico lo que me motivó a escribir estas líneas: un miembro del Poder Ejecutivo Nacional participó en una marcha de reclamo dirigida a una potencia extranjera, el Estado turco. ¡Un dolor de cabeza para la Cancillería argentina!, seguramente.
Según me enteré, varios asesores personales le dijeron que su participación iba a generar críticas de la oposición y del oficialismo. Que iban a recriminarle su conducta los funcionarios pro-turcos de la Cancillería y que seguramente sería blanco de los medios de prensa que reciben a los lobbystas azeríes. En definitiva, que no era conveniente exponer su imagen a pocos meses de una elección en la que finalmente encabezó la lista de diputados en CABA en uno de los partidos mayoritarios.
Ahí, en la previa de la última marcha, en la vereda de la Facultad de Derecho, apareció Matías Lammens. Entre saludos y abrazos, muchos nos sorprendimos al verlo. Le ofrecieron estar en la primera línea y prefirió marchar mezclado entre nosotros. “Marcho con ustedes, como uno más”, dijo. La respuesta fue tan sencilla como clara.
Aún sabiendo de su honradez y de su convicción no dejábamos de sorprendernos por tenerlo entre nosotros. “Mi posición en este tema es pública desde hace muchos años”, agregó. Claro que el Ministro dio muestras de su valentía y compromiso cuando rechazó el ofrecimiento millonario del gobierno de Azerbaiyán para colocar el patrocinio de aquel país en la camiseta de San Lorenzo. “Conozco muy bien la historia”, enfatizó en aquella oportunidad.
Después de muchos años de militancia nos enorgulleció ver al funcionario. Llena de esperanzas saber que una persona haga lo que está bien, lo que es justo, lo que hay que hacer, aún cuando su propia comodidad o conveniencia está en juego.
Revisando fotos, que al azar y espontáneamente tomamos con los celulares, encontramos la siguiente foto. En ese momento, en ese instante me di cuenta de que lo que había pasado era de una magnitud impensada, pero merecida. ¡Ahí estaba el Ministro, por la justicia, por la verdad, por la memoria, por nuestros reclamos y por nuestra historia!
Nos emociona saber a ciencia cierta que por sus convicciones y por su integridad, Matías siempre va a estar, ocupe el cargo o el rol que ocupe. Porque por su corazón y sus acciones, sencillamente sabemos que es uno de los nuestros (como dicen los mayores, “mer dghan é”). Me alegra saber que Matías Lammens es un amigo, es familia.
Agop Dicranian