El 252 en la palma de la mano, una historia que es mucho más que pan
El niño de la foto es Arsen, de 13 años. A la 1:42 de la mañana se inscribió por tercera vez en un cuaderno para la entrega del pan de su barrio. Tiene asignado el número 252 y lo lleva escrito en la palma de la mano como muchos de sus vecinos que se acercan al centro de distribución cada dos días en busca de pan. A veces les dan unos papelitos escritos a mano. Arsen regresó a su casa con las manos vacías. El pan no alcanzó otra vez.
La imagen y el relato son de David Graharamyan, el fotógrafo que retrata el bloqueo desde adentro. Graharamyan se dirigió a sus compatriotas de Artsaj a través de las redes sociales: “No importan las privaciones que estemos pasando en este momento, no importa el hambre que tengan nuestros hijos, no importa cuánto continúe este bloqueo genocida. Debemos entender que nuestra lucha no es una lucha por el pan, es una lucha por tener una patria”.
“Si repentinamente se acepta el ingreso de mercaderías por la carretera de Akna (Aghdam) será el comienzo de la entrega final de Artsaj. Con nuestras privaciones estamos dando al mundo un ejemplo excepcional de amar a nuestra patria”.
“Les aseguro que muchos países están esperando que aceptemos la vía de Akna lo que nos sometería completamente a Azerbaiyán. Luego, las concesiones seguirán unas tras otras. O bien, continuamos la lucha con el objetivo de seguir viviendo en Artsaj y de esa forma salvamos a Armenia”, escribió David Graharamyan.
Otro que describe sus sensaciones desde un pequeño pueblo Artsaj es Ashot Gabrielyan, un maestro de grado que publica un diario virtual de su vida en el bloqueo. Gabrielyan escribe desde otro lugar, con otra mirada: “Borraré esto más tarde, pero así es como me sentí mientras estaba haciendo la fila por el pan...”
“El día comenzó con lluvias mientras estábamos a la espera de la llegada del coche que trae el pan de cada día. Seríamos unos cincuenta. Este número puede parecer poco significativo en comparación con lo que sucede en Stepanakert. Según el número de integrantes de cada familia recibimos uno o dos panes. Sin embargo, esta historia es algo más que pan, lleva una esencia más profunda, trágica y profundamente inhumana”.
“Durante los últimos ocho meses, sufrimos una tormenta interna. Ahora, a medida que se acerca el otoño, la lluvia se convertirá en una presencia regular en nuestras vidas. Algunos lo ven como un alivio, como una manera de lavar nuestras lágrimas, pero otros se preocupan. ¿Cómo vamos a manejar las largas filas? ¿Cómo mantendremos nuestros hogares calientes?”, se pregunta.
"Mantente fuerte", aconsejan. "No te rindas", alientan. ¿Puedes mostrarnos cómo? ¿Pueden decirle a una mujer embarazada que no comió un pedazo de pan en dos días que se mantenga fuerte? ¿Pueden decirle a los ciudadanos de Stepanakert que carecen de acceso al agua que se mantengan fuertes? ¿Pueden decirle a nuestros hijos que se mantengan fuertes? No puedo. No quiero. No queremos ser aclamados como héroes por nuestra resistencia. Lo que realmente deseamos es vivir en nuestros hogares como la gente común en todo el mundo, tener la oportunidad de tomar decisiones sobre dónde y cómo vivir”.
"Mantente fuerte, dicen. Entonces ayúdennos a ser más fuertes porque fuertes somos...”.