"Nada de lirismo" de Ana Arzoumanian, una transmisión de sensaciones y provocación
El cancionero revolucionario armenio. Un entrenamiento sensible en el combate. Los años setenta, Valentín Alsina, y la voz de una joven cuyo cuerpo queda cautivo por la pulsión vindicatoria.
“Nada de lirismo” es el libro de una narrativa de voces que ha publicado Mora Barnacle. El título hace alusión a una frase que dijera Evita Perón en “La razón de mi vida”. De modo que el texto circula entre la formación de una militante armenia y el desarrollo del discurso militante argentino.
Esas milicias a las que alude el libro comienzan siendo estrategias militarizadas del deseo, una disposición del cuerpo, una entrega extrema hasta el punto de la inmolación.
Diamanda Galás, la música greco norteamericana, dice que ser griega no es un estado geográfico sino que es espiritual. Ella concibe su música desde técnicas multifónicas, modalidades extendidas que se derivan de la combinación de tonos que suenan a la vez.
La forma de ejecución permite que dos o más notas suenen en un instrumento que normalmente emite una sola nota. Los aborígenes de Australia, durante varios milenios, tocaban en su música tradicional una nota con el instrumento y cantaban otra simultáneamente para producir sonidos divergentes. O los pueblos precolombinos y la estética del sonido pulsante emitían sonidos inexorablemente multifónicos. La introducción de las máquinas y sus ruidos, puso en crítica la música armónica del siglo XVIII cuya base esquemática era el silencio.
Ahora bien, la estética de “Nada de lirismo” responde a un uso multifónico de la lengua, introduciendo varias voces disímiles, contrapuestas y simultáneas en el mismo relato. De este modo la historia queda fragmentada, entrecortada entre pasado y presente, entre el aquí y el allí.
Porque lo que me interesa en la textura del libro no es la comunicación de un suceso, esa estetización de una crónica de los hechos; sino una transmisión de sensaciones, una provocación. Cuando digo provocación me refiero a una excitación de los sentidos tal que genere una turbación. Todo ello con el fin de desmitologizar, de desmontar ideas pre-concebidas sobre patria, familia, nacionalidad.
En el poema “El baile” Siamanto coloca el yo poético en la voz de un soldado turco cuando ordena a unas jovencitas, las bellas “infieles”, que dancen para ellos, “estamos excitados por sus cuerpos muertos” dice el poeta. Y continúa: las rociaremos con un perfume que no se consigue en Arabia. Keroseno.
“Nada de lirismo” responde, de algún modo, al nudo de esta escena dándole lugar a estas niñas, en la voz del personaje central, re- escribiendo el devenir sexual de ellas: sometiendo y haciéndose someter. De modo tal que el texto es opaco en cuanto al tratamiento de la noción de víctima. Si el libro se subleva frente a la arrogancia de las mayorías, también lo hace en relación a la pretendida ingenuidad de las minorías.
Como si la arquitectura del relato respetara la oscuridad de los monasterios armenios y sus pozos vacíos de manuscritos donde antiguamente se guardaban las historias sagradas.
Como esos monasterios donde ya no se oficia misa, ni sirve de fortaleza de un rey ya depuesto; el texto se deshace, se deshilacha como narración para dar lugar a una cavidad deshabitada de personajes, de voces abismadas que, en la profanación de la Historia (esa política) buscan un ápice de lo sagrado. Y lo buscan en el cuerpo.
El libro está construido alrededor de tres elementos: el fuego, la sangre y el sexo. Las tres instancias se entremezclan. El fuego es la amenaza de los sindicatos obreros pero es también el sol calcinando los huesos en el desierto sirio. La sangre es la promesa que se alimentaba en Beirut para las milicias armenias, pero también para los montoneros en los campos de entrenamiento de Al Fatah. El sexo es la búsqueda huracanada de la voz femenina de arrancar de la lengua (esa que besa) una mínima palabra dicha en armenio.
Si el mapa de un país no es el país. Y si la Armenia real no es la Armenia imaginada, ansiada por el personaje; la Argentina real tampoco responde a la Argentina de la imaginación. O mejor, la pregunta sería: ¿hay algún país real, fuera de la imaginación?
“Nada de lirismo” recorre las tensiones del resentimiento del programa peronista y el odio como legado genocidiario. Frente a ambas instancias el libro es una pregunta abierta acerca del espacio que queda para el amor.
Ana Arzoumanian
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