El canto del cisne negro de Nikol Pashinyan
“No hay astilla peor que la del mismo palo” (Refrán popular)
La asunción de Nikol Pashinyan al frente del gobierno de la República de Armenia consideramos que representó lo que el investigador Nassim Taleb describe como un suceso inesperado de gran impacto socioeconómico y que, una vez pasado el hecho, se racionaliza retrospectivamente dando impresión de que se esperaba que ocurriera.
La ciudadanía de la República de Armenia, harta de gobiernos corruptos desde 1992, creyó en un outsider político como Pashinyan -ese cisne negro-, cuya llegada al poder implicaba una esperanza de cambio y a la vez demostró un distanciamiento de Rusia, aliado natural de Armenia, coqueteando -como otros líderes prooccidentales- con un acercamiento a EE.UU. y Europa, aunque sin garantías de que este giro conllevara beneficios concretos para Armenia. La realidad demostró todo lo contrario: fue como un salto al vacío, un acto de fe unilateral, tan naif como su falta de experiencia política. Craso error, como se vería años después.
La FRA-Tashnagtusutiún advirtió tempranamente y en soledad las consecuencias negativas que significaría Pashinyan en el ejercicio de los destinos del país, pero respetó la voluntad democrática del pueblo.
En efecto, la serie de sus ominosas decisiones –contrarias a los intereses y los derechos no sólo de la República de Armenia, sino de todo el pueblo armenio-, puede caracterizarse como un cisne negro. Repasemos: primero con el desastroso manejo de la guerra del 2020 por la defensa de Artsaj –que terminó con la entrega incondicional de un territorio que por historia y derecho pertenece a Armenia-; pasando por la claudicación a las presiones de Turquía y Azerbaiyán sobre el corredor de Lachín, la renuncia unilateral del reconocimiento por parte del Estado negacionista turco del Primer Genocidio del Siglo XX que perpetrado por el Imperio Turco-Otomano contra 1,5 millones de armenios y que forzó el origen de la Diáspora, y terminando recientemente con la entrega a Azerbaiyán de poblaciones de la región de Tavush en el propio territorio de la República de Armenia.
¿Resulta racionalmente explicable su posicionamiento geopolítico en contra de su origen? ¿Qué pasa por la mente de un gobernante que traiciona mansa y deliberadamente la columna vertebral de la Causa Armenia, consagrada como política de Estado con rango constitucional? ¿Quiénes y cuándo le pidieron tanto? ¿A cambio de qué? ¿Acaso negoció con un arma apuntando a su cabeza tamañas decisiones? Cuando la primera República de Armenia fue sovietizada y privada de su independencia tras la gesta histórica de Sardarabad, fue por el imperio de una invasión, y los tratados de Lausanna entre la República kemalista y la URSS de Stalin significaron el certificado de defunción legal del gran logro de Sevrés. No parece ser el caso.
Las consecuencias de sus primeras decisiones equivocadas, por llamarlas así, llegaron también a la Diáspora que no dudó en alzar su voz en su contra y en enviar ayuda humanitaria cuando los habitantes de Artsaj desplazados forzadamente de sus tierras, llegaron a Armenia, literalmente con lo puesto y dejando todo en sus hogares, con el dolor de haber perdido pertenencias y su orgullo mancillado.
Y ahora es la ciudadanía y varios dirigentes no solo políticos sino hasta líderes religiosos que se levantaron con la última entrega, las poblaciones de Tavush y alrededores. Opositores que fueron denunciados por el mismo Pashinyan como “organizadores de intentar su destitución”. El aislamiento creciente del primer ministro pareciera el introito del canto del cisne negro. ¿Lo será?
Juan Carlos Tagtachian
Lic. en Administración (UBA)
Diplomado en Gestión Pública (UNSAM)