"Remembranzas de Constantinopla" de Graciela Kevorkian: Recuerdos de una existencia
De las tantísimas epidemias que castigaron la zona del Cáucaso durante siglos, la denominada peste otomana que azotó la zona balcánica entre 1812 y 1819 fue particularmente catastrófica. Esta plaga le costará la vida al menos al 5 % de la población, unas, estiman, más de 300 mil personas. Las epidemias de peste ocurrían con frecuencia en el Imperio Otomano entre los siglos XVI y XIX. Se cree que la enfermedad estalló en Constantinopla a mediados de 1812, a fines de la primavera oriental; para el verano ya la situación se había vuelto crítica. En septiembre, unas 2 mil personas morían cada día. De las etnias que conformaban el Imperio, se calcula cayeron unos 220 mil turcos y 42 mil armenios, además de judíos, griegos, sirios y más población en menor escala.
Graciela Kevorkian recoge este hecho histórico y lo vuelve ficción. “Remembranzas de Constantinopla” es un cuento incluído en Retorno a la caverna, una antología de relatos compilados por Pablo Gaiano para la marplatense Gogol Ediciones.
El libro repasa ficciones en tiempos de reclusión a partir de pandemias e incluye una variedad de autores de lo más variopinta.
En “Remembranzas de Constantinopla”, la autora recrea la vida -y la muerte- de esos tiempos. Escrito en una primera persona que acerca el texto con el lector y lo hace parte de la narración, invita a caminar los pasos de esa voz que comienza rememorando sus años escolares en Francia.
¿La clave de esta narrativa? La memoria. O la importancia de no perder la memoria histórica. Una evocación desde la literatura, la que nos abraza y contiene porque sabemos que la memoria política es prácticamente un oxímoron y todo es cíclico y todo se repite y los conflictos se continúan a pesar de la memoria. Por eso la importancia de estos textos.
En una cadencia casi victoriana -bronteana me atrevería a decir- Kevorkian relata el devenir de un padre y un hijo, los Simonian, en plena peste otomana. Sus desencuentros, sus pesares, sus compromisos con la comunidad, ideales e intenciones de ayuda a la humanidad. Y sus diferentes enfoques, como ocurre cuando una generación se enfrenta a otra.
La mirada de esa Constantinopla que tiene Kevorkian sobre los hechos, atroces, desesperantes, nos palpita como un antecedente a lo que enfrentará la amenidad en tierras otomanas. La misma muerte, el mismo final.
Además de la memoria como clave, la narración es la otra. La autora nos devuelve el amor por la escritura y su importancia a la hora de generar esa memoria justamente. Desde la necesidad de escribir hasta la, quizá, obligación de hacerlo. “La gloria de los armenios no merece ser mancillada”, escribe, casi como una orden, un mandato. Un deseo.
La pluma, la tinta, el papel, son el acompañamiento de esa evocación y en “Remembranzas de Constantinopla”, despojados de barroquismos, nos hablan. “Las montañas son nuestro refugio”, esconde Kevorkian en su narrativa. Y la emoción nos acompaña en cada línea.
Lala Toutonian
Periodista