La selección de fútbol perdida
México (Milenio).- Me encontré con la historia perdida de un país que, para existir en el mapamundi, ha puesto sus esperanzas en su equipo de fútbol. Pero esta historia no se parece a la de países como Brasil, Argentina o México, cuyos ritmos se transforman durante los partidos importantes de su selección nacional.
La historia no se parece siquiera a la de las selecciones de los países africanos, cuyos futbolistas, cuando no son estrellas de la Premier League, salen por la televisión cada vez que se celebra la Copa de África.
El equipo de fútbol con esa historia perdida es la selección nacional de Nagorno Karabagh, una agrupación de una rareza, digamos, épica. Este equipo juega unos partidos que ocurren exclusivamente en la periferia del fútbol, al margen de los grandes estadios, de las marcas patrocinadoras y del negocio de las compañías de televisión.
Nagorno Karabagh es un país situado en Transcaucasia. Es una república independiente desde 1991, que hasta hoy ningún país reconoce. Solo reconoce su independencia el estado de California, gracias a un poderoso lobby armenio; recientemente un grupo de diplomáticos uruguayos ha viajado al país para valorar la situación.
Es un enclave que empezaron a disputarse Armenia y Azerbaidján en 1918, justamente después de independizarse del Imperio Ruso. Luego la Unión Soviética extendió su manto y reconvirtió a la dependencia a los países independientes que gravitaban alrededor de Moscú.
Pero la disputa por Nagorno Karabagh, que fue un conflicto permanente a lo largo del Siglo XX, finalmente se convirtió en una sangrienta guerra (1991-1994) entre Armenia y Azerbaidján, que Nagorno resistió con su independencia recién declarada. La historia es rocambolesca, y tiene más flecos de los que soportaría este artículo, como sucede con todas las historias de aquellos países que orbitan alrededor de Rusia. Pero este país que nadie reconoce tiene la particularidad de que fundamenta su diplomacia, sus esfuerzos para que el mundo lo reconozca como país independiente, en su selección de fútbol.
Mher Avanesyan, el entrenador de esta sufrida selección, dice: "Nuestro primer objetivo no es ganar, sino dar a conocer el país". Además de selección de fútbol, Nagorno Karabagh tiene bandera, himno, parlamento y 150 mil habitantes que son, fundamentalmente, armenios.
¿Se puede ser un país independiente sin el reconocimiento de los demás países? No, en los países opera la misma perspectiva que en las personas: uno es lo que cree que es, pero sobre todo es lo que la gente de alrededor ve en uno. Así que si el mundo no te ve como país independiente, no puedes participar del club de los países y esto, en el caso particular del fútbol, significa que la selección de Nagorno Karabagh no puede inscribirse ni en la UEFA ni en la FIFA; no le ha quedado más remedio que apuntarse en la Conifa (Confederación de Asociaciones de Fútbol Independientes).
Aunque el entrenador de la selección presume que la tradición futbolística de su país se remonta al año de 1913, fue hasta el año pasado que su equipo jugó el Mundial de Fútbol de los equipos de la Conifa, que se celebró en Ostersund, Suecia. Como puede apreciarse, hay vida más allá de la FIFA y de la UEFA, un mundo paralelo de partidos, ligas y mundiales de fútbol, con sus campeones goleadores, sus botas de oro y sus porteros menos goleados, que nunca salen de su circuito.
En el Mundial del año pasado la selección de Nagorno Karabagh quedó última en su grupo, al perder 3-2 contra la Isla de Man y 1-0 contra el Condado de Niza. Mher Avanesyan, el entrenador, alega que los árbitros se ensañaron con ellos y que en partidos posteriores su equipo ha ido claramente a más: ganó 12-0 a Darfur y 5-1 a Laponia.
El fútbol en Nagorno Karabagh, como decía más arriba, empezó en 1913, en el primer torneo que se organizó en la ciudad de Shushí (no sushi), que era, según se decía con cierta exageración en esa época, la pequeña París armenia, una ciudad que hoy está prácticamente destruida por la guerra. A partir de ahí, con sus altibajos, formaron una liga de donde salieron equipos como el FC Karabagh, que en sus momentos estelares jugó en la Segunda División soviética, pero sobre todo el FC Ararat, que quedó en tercer lugar en el campeonato de 1966.
Ahora, con su selección nacional rescatada literalmente de los escombros que dejó la guerra, los futbolistas de Nagorno Karabagh luchan por ganarse un lugar en ese deporte, para que a fuerza de goles y de gambetas trascendentes, su país sea conocido y después reconocido como república independiente.
Jordi Soler