Septiembre sangriento, la obsesión turco-azerí de invadir antes que llegue el invierno
Tres ataques brutales contra la población armenia en un lapso de un siglo, todos con perfil genocida y el mismo mes, no son casualidad. Aprovechar el clima y el factor sorpresa para aniquilar al otro es motivo de orgullo para Ankara y Bakú.
Hay momentos en la vida de las naciones que quedan marcadas a fuego en la memoria colectiva. Es lo que ocurre por ejemplo con el mes de mayo para los armenios, que supo traer la gloria y las bondades de la independencia en 1918 y la fuerza de la liberación de Artsaj en 1992 con la recuperación de Shushí.
En algún sentido, septiembre es la contracara de mayo. Es verdad que el noveno mes del año marcó en el calendario en aquel emblemático y no tan lejano 1991 las independencias de Artsaj el 2 de septiembre y de la República de Armenia sólo diecinueve días después.
Pero hay al menos tres sucesos que muestran lo que casi podría calificarse como una verdadera obsesión turco-azerí por atacar a los armenios en este mes. Esto, sin contar las innumerables escaramuzas fronterizas, que muchas veces terminaron con víctimas fatales en ambos lados. La agresión o invasión de los “hermanos turcos”, tal como ellos mismos se definen ocurrió en 1920 y también y por duplicado un siglo después.
Apenas un mes después después de la firma del Tratado de Sevres, que establecía los términos de la partición del Imperio Otomano tras la derrota en la Primera Guerra Mundial y determinaba la independencia de dos nuevos estados, Armenia y Kurdistán, el 13 de septiembre el XV Cuerpo del Ejército Otomano atacó a la República de Armenia, al mando del general Musa Kazim Karabekir.
El contexto del ataque fue el rechazo de las fuerzas kemalistas, que venían en ascenso en la virtual guerra civil que atravesaba lo que quedaba del Imperio Otomano, al Tratado de Sevres, y que al frente del Movimiento Nacional Turco se decidieron a implementar la política panturquista. Según las órdenes del gobierno turco, Kazim Karabekir debía "eliminar física y políticamente a Armenia".
Fuentes de la época estiman que sólo en esa operación fueron asesinados unos 100.000 armenios por el ejército turco. El historiador Raymond Kevorkian sostuvo que sólo la ocupación soviética de Armenia evitó otro genocidio armenio.
Los sucesos
Con Karabekir lanzado al ataque, los primeros choques tuvieron lugar en Olti, un distrito bajo control del gobierno de la República de Georgia, en junio de 1920. Pero las fuerzas armenias se habían organizado a la espera de un ataque a los poblados armenios. De esta manera, y pese a que el ejército turco estaba entrenado y venía de seis años combatiendo en el frente de guerra, debió mandar cuatro batallones como refuerzo para poder vencer a la resistencia de la República Democrática de Armenia.
En paralelo, los turcos negociaban ayuda militar de los soviéticos, que estaban preparando sus planes de invasión y sovietización de Armenia.
Tras la promesa de Kemal Ataturk a Lenín de “luchar juntos contra los imperialismos”, en 1920 el gobierno soviético entregó a los kemalistas 6.000 fusiles, más de 5 millones de cartuchos de fusil y 17.600 proyectiles, además de 200,6 kg de lingotes de oro, una ayuda que en los dos años siguientes se incrementó.
Todos sabemos que esa campaña de Karabekir terminó con la sovietización de Armenia el 2 de diciembre de 1920. En ese proceso Armenia perdió la provincia de Kars, luego de la decisiva Batalla de Sarikamis el 28 de septiembre, de los ataques sobre Kağizman (ambos en la provincia de Kars) y de las pérdidas de Iğdir y Merdeniq en la provincia de Iğdir.
Como próximo paso, Kazim Karabekir decidió atacar Ereván, mientras en paralelo, en el frente oriental los bolcheviques, unidos a las fuerzas azerbaiyanas buscaban tomar posiciones en el este y sur de Armenia.
Cualquiera que haya leído las noticias en 2020 durante la Guerra de los 44 días, verá que todo se repite. Finalmente, la obsesión de los turcos y azeríes es siempre la misma: terminar con los armenios y quedarse con su territorio.
Marcha sobre Artsaj
En esa línea y pese a que en el medio transcurrió un siglo, el 27 de septiembre de 2020 las fuerzas conjuntas turco-azeríes, apoyadas por mercenarios pagados por Turquía y traídos desde Siria y Libia, atacaron posiciones armenias en el este de Artsaj.
Fue el comienzo de la Guerra de los 44 días, que sólo se frenó con la intervención de Rusia, que se erigió en garante de la seguridad de Artsaj o lo que quedaba en manos armenias de la hasta ese entonces república independiente no reconocida por ningún país. Pero la intervención duró poco. Como Lenín un siglo atrás, también Vladimir Putin, decidió negociar con los turcos y entregar a los armenios.
Lo que siguió fue intentos de doblegar la resistencia del pueblo de Artsaj por todos los medios. Cuando los azeríes no le cortaban el gas en invierno, interrumpían el fluido eléctrico o el acceso a internet. Sabotaje puro y duro, mientras iban haciendo acumulación de tropas en la frontera.
Todo se desmadró cuando en diciembre de 2022 el gobierno azerí estableció un puesto de control ilegal en Lachín (Berdzor), fuera de lo fijado en la Declaración Trilateral del 9 de noviembre de 2020. A eso siguieron 10 meses de bloqueo absoluto, en los que no ingresaban a Artsaj ni alimentos, ni medicamentos, ni mucho menos otros de bienes, ni pertrechos militares.
Mientras tanto, Bakú presionaba a Armenia para que entregue el autodenominado Corredor Zangezur, una figura que no está en ningún documento oficial, ni acuerdo de partes, y que busca ahogar a Armenia, rodearla y hacer imposible la vida allí, bajo el argumento de unir por tierra Najichevan con Azerbaiyán oriental.
La Solución Final
El plan genocida turco-azerí siguió con un tercer suceso, que también tuvo lugar en septiembre. Fue el 19 y 20 de septiembre de 2023, cuando Azerbaiyán, en una acción repudiada por los principales foros internacionales y calificada en estos días como genocidio por la Asociación Internacional de Investigadores sobre Genocidio, bombardeó a la población civil en Stepanakert, capital de Artsaj.
La falta de equipamiento militar y el impacto en la población de 10 meses de bloqueo estricto, minaron la capacidad de respuesta y llevaron a la rápida capitulación.
Inmediatamente, comenzó el éxodo de los habitantes de Artsaj hacia Armenia. Fue el resultado de la limpieza étnica que forzó el gobierno de Bakú por medios terriblemente violentos y con absoluta falta de respeto por las normas internacionales y a los tratados y acuerdos que llevan la firma de su propia presidente Ilham Aliyev.
Esta es la historia reciente y el cuadro de situación en esa región del Cáucaso Sur. Desde el gobierno armenio alertan con frecuencia sobre nuevos planes de ataque de Azerbaiyán.
Nadie sabe si efectivamente se darán o cuándo llegarán. Pero la historia enseña que turcos y azeríes no tienen miramientos a la hora de seguir sus bajos instintos. El gobierno de Armenia, el actual y los que sigan, deberían tomar nota y no dejarse engañar por discursos bienintencionados o nuevas concesiones territoriales.
Carlos Boyadjian