Reencuentro del alumnado de San Gregorio El Iluminador: El futuro era nuestro
“¿Sos ex alumno de primaria o secundaria del San Gregorio? Te esperamos el 30 de octubre de 20 a 24 h en la Sala Siranush”, decía la invitación. “No van a faltar los recuerdos, la emoción, baile y todo lo que un gran festejo debe tener. Vos tampoco podés faltar a esta fiesta de todas las generaciones de egresados. No esperes las fotos del evento… ¡Sé parte de ellas!”
Corrió por wa junto al “¿Vas?”. Dale, vamos.
Comienza esta crónica por el final. Sube Alejandro Chipian al escenario de la sala Siranush para brindar por los nuestros, los que nos precedieron y construyeron esta escuela e iglesia y tantas otras. Parafraseando un poco sus palabras, nos invitó a levantar nuestras copas por quienes apostaron por nuestra formación, cultura y nuestra permanencia en estas tierras.
Después cantó. Que era lo que esperábamos.
(Chipi era preceptor de la secundaria cuando quien firma asistía al colegio.)
Pensemos por un momento en los tiempos de vida: la infancia, donde el entorno familiar y escolar son los primeros y grandes formadores de nuestra proyección existencial; y la adolescencia, donde se suman el factor social y hormonal, por qué no. Y qué es la escuela sino la gran contenedora de todos esos aspectos.
Tiempos donde las inquietudes se disparan, los intereses se posicionan y hasta aparecen los primeros amores. Lejos de idealizar momentos donde lo que se vive es una metamorfosis (el estiramiento, el acné y hoy, alejados, un gracioso etcétera), es el colegio, y en el caso de nuestra comunidad también la iglesia, lo que resulta desde el disparador de todo hasta el formador.
Y San Gregorio El Iluminador celebraba en este encuentro a todas las promociones que distan desde 1977 a nuestros días. Así es como esa noche del miércoles 30 confluían jóvenes, adultos, más jóvenes y más adultos con ojos inquietos reconociendo -o no- a unos y a otras.
Y maestras y profesoras también, seres fundamentales en esa etapa de nuestras vidas.
Cuántos recuerdos desdibujados.
Pero esa noche fue todo brindis y sonrisas, memorias de quienes no están (permítaseme una digresión para rememorar con amor a nuestro querido compañero Carlitos Kederian, al profesor Isaac, sus palabras siguen resonando en mí, siempre, y al eximio Barón Hadjian, qué lujo haber sido su alumna) y un futuro que ya imaginamos ahí dentro, justamente.
Nuestro eterno srpa Kissag nos dedicó cariñosas palabras y los aplausos estallaron en el salón. Ese mismo que nos acogió en cada acto escolar, un espacio mágico con imponentes arañas de techo y claraboyas de vitraux. El salón, que data de 1932, había sido el Salón Centro Armenio siempre, y desde hace unos años rebautizado Sala Siranush en honor a su benefactora, la señora Arzoumanian. Justicia poética.
Siranush había llegado a nuestro país como tantos, huérfana, junto a su hermano -habían perdido a sus padres en el genocidio-, encontraron una oportunidad en este país y llegaron a ser grandes empresarios que retribuyeron lo ganado en apuestas por las escuelas e iglesias de esta ciudad.
Hoy un cartel tapa su nombre y ese espacio perdió una característica que nos llenaba de orgullo: la acústica perfecta. Los suelos son otros, ya no hay madera y explotan los agudos. Lo que se perdió es el espíritu de Siranush.
Pero esa noche, con el viejo alumnado ahí presente, celebramos también su vida.
Lala Toutonian
Periodista
Exalumna de IESGEI