El merchandising y su importancia en la difusión de la Causa Armenia
Aunque parezca raro, llevar puesta una remera o una gorra con alguna referencia a Armenia o Artsaj puede hacer la diferencia. Pero para aprovechar la oportunidad hay que estar informados y argumentar.
En los últimos años, y en especial a partir de que Azerbaiyán, con su ataque injustificado y artero en plena pandemia, encendiera la mecha de la Segunda Guerra de Artsaj o lo que se conoce como la Guerra de los 44 días, la proliferación de remeras, gorras, bufandas, buzos, mochilas y stickers de temática armenia y de Artsaj se hizo cada vez más presente en las comunidades de la diáspora, y por supuesto, la de Buenos Aires no fue la excepción.
Las marchas y concentraciones para reclamar por los ataques y la invasión de territorio armenio por parte del ejército azerbaiyano, y también por la liberación de los prisioneros de guerra retenidos en Bakú, gatilló la iniciativa de algunas instituciones de invertir en merchandising. Y la gente acompañó la movida.
Mucho más habitual entre los más jóvenes, aunque no sea de uso exclusivo en ese segmento de la comunidad, el merchandising tiene una doble o triple finalidad. Por un lado, usar indumentaria moderna y vistosa, en general de buena calidad; que, además, contribuye a reforzar la identidad y el orgullo de ser armenios y también sirve como instrumento para la difusión de la Causa Armenia.
Nunca pensé que una simple gorrita pudiera abrir tan fácilmente una puerta para hablar de Armenia y los armenios en un paraje tan alejado de donde reside la mayor parte de la comunidad armenia de Argentina, pero mi experiencia durante las recientes vacaciones, confirman esta aseveración.
El hecho es real y me sorprendió positivamente, aunque también encendió las alarmas sobre cuál es el rol de cada miembro de la comunidad, sea grande o chico, esté más o menos involucrado en las actividades comunitarias o se vuelque más por política, el deporte o las manifestaciones artísticas y culturales. Todos podemos hacer algo.
Sorpresa en la YPF
Hace poco junto a mi mujer Paula pasamos unos días de descanso en Bariloche. Durante la excursión por la conocida ruta de los Siete Lagos, que llega hasta San Martín de los Andes, la combi que nos transportaba hizo una parada en Villa La Angostura. Clásica parada para ir al baño, estirar las piernas y comprar un café, una botella de agua o algo para comer.
Dada la cantidad de gente que se juntó en la estación YPF del centro de esa ciudad, se formó una larga cola para entrar al bar. Yo llevaba puesta la conocida gorrita camuflada militar con la bandera de Artsaj. De pronto un desconocido me para y señalando la gorra dice "Nagorno Karabaj".
Me sorprendió el gesto. Era un joven venezolano, de unos 35 años, que hacía un tiempo vivía en Estados Unidos. Para mi asombro reconoció la bandera de Artsaj y quería saber qué hacía yo con esa gorra puesta, con una bandera que había visto decenas de veces en las marchas, en la TV y en los portales de noticias durante la Guerra de los 44 días.
Nos pusimos a conversar, preguntó cuál era la actualidad del conflicto. Sabía de la limpieza étnica de 2023 y aproveché a comentarle de los falsos juicios que en esos días estaban comenzando en Bakú contra algunos representantes de la dirigencia política y militar de República de Artsaj, secuestrados y detenidos ilegalmente.
Hablamos sobre la región, acerca de por qué si hace miles de años viven allí los armenios Azerbaiyán reclama el territorio como propio, mencioné las directivas de Joseph Stalin de 1921, entonces Comisario del Pueblo para las Nacionalidades, que determinaron tanto a Najicheván como a Artsaj (Nagorno Karabaj) como Repúblicas Autónomas bajo jurisdicción de Azerbaiyán, y la injusticia que eso significaba.
El joven venezolano estaba bastante informado acerca del conflicto, y si bien no tomó partido por ninguna de las partes en disputa, fue muy claro cuando dijo que “Azerbaiyán atacó a Armenia”.
Mientras tanto, Paula buscaba algo para comer y al encontrarnos, me preguntó sorprendida con quién hablaba. Al contarle me dijo: “No se puede creer que en este lugar haya alguien que sepa lo que está pasando en Artsaj”.
Subimos nuevamente a la combi para continuar el viaje a San Martín de los Andes y en el trayecto hablamos de la importancia de haber tenido la gorrita puesta en ese momento.
Pero no sólo eso. También poder explicar, al menos en forma somera, las raíces del conflicto, la situación actual de los prisioneros de guerra y secuestrados, el vínculo de Azerbaiyán con Turquía y todo lo que se puede decir en menos de cinco minutos.
Para eso la información que nos llega diariamente o que buscamos en las redes es clave, pero también lo es aprovechar bien los pocos minutos de que se dispone, ser concisos, ir “al grano” y contestar lo que el interlocutor quiere saber, no quedarse con que los armenios somos los buenos y los turcos los malos.
Rock con raíces armenias
Lo que parecía ser un suceso fortuito y azaroso, un rato después tuvo un segundo capítulo. Al llegar a San Martín de los Andes, ya era la hora de almorzar y por casualidad compartimos la mesa con una pareja de chicos treintañeros de San Nicolás, provincia de Buenos Aires.
Mientras ordenábamos los platos y esperábamos a que llegaran de la cocina nos pusimos a hablar sobre el viaje y la belleza de la ciudad, hasta que llegó una pregunta que nos abrió una nueva ventana para hablar de Armenia.
“¿Ustedes estaban hablando en alemán?”, preguntó Román, el joven de la otra pareja. Nos había escuchado hablar en armenio en la combi y, por supuesto, le pareció un idioma raro, que por alguna razón asoció con el alemán.
Le contamos que éramos armenios, que teníamos hijos con nombres armenios y que participábamos de actividades de la comunidad. Realmente no sabían mucho de los armenios, así que todo lo que les decíamos les parecía de otro mundo, hasta que el joven, fanático del rock duro, dijo “ah, son armenios como los de System of a Down”.
Mencionó a Serj Tankian, el líder y vocalista de la banda y a otros integrantes, y hasta nos informó -no lo sabíamos- que este año vendrán a tocar a la Argentina, el 3 de mayo en el Estadio Vélez Sársfield, en el marco de una gira sudamericana de SOAD.
Fue un nuevo motivo para hablar de Armenia, de los conciertos que los System dieron en Yereván en el contexto de la guerra de Artsaj y del vínculo que tienen con las comunidades de la diáspora. Así, nuestros jóvenes compañeros de ruta se llevaron una pincelada de los armenios en general y de la Argentina en particular.
Estos ejemplos pueden parecer poco o estar fuera de lugar. Pero sin dudas, son un aporte a la difusión de la Causa Armenia, que se hace con participación en marchas y concentraciones, actividades académicas y culturales, pero también hablando en armenio todo lo que se pueda, enviando a los chicos a colegios armenios, y asistiendo a clubes e instituciones de la comunidad.
Es que, en definitiva, ser armenio en la diáspora es vivir como armenio, intentando replicar en estas lejanas tierras la vida, el idioma y las costumbres de Armenia.
Y sabiendo que la colectividad se fortalece cuando el discurso a favor de los armenios es más fuerte, constante y convincente hacia la sociedad argentina que la propaganda turco-azerbaiyana, financiada con el millonario presupuesto estatal de Ankara y los petrodólares de Ilham Aliyev.
Carlos Boyadjian