A nueve años del asesinato del periodista Hrant Dink
El 19 de enero de 2007 en Estambul, Hrant Dink fue asesinado a balazos por Ogün Samast, un joven de 17 años, en Estambul cuando salía de la redacción de Agós. Pagó con su vida ser un periodista progresista, de origen armenio y con notoriedad pública tanto en Turquía como en Europa. A pesar de denunciar amenazas de muerte permanentes, la justicia del país del que era ciudadano lo consideraba a él un verdadero criminal. Cometió la atrocidad de ser redactor en jefe de un semanario bilingüe en idiomas armenio y turco desde donde sostenía una visión crítica de la actualidad sin olvidar nunca reivindicaciones históricas como el genocidio contra el pueblo armenio. Ante los juicios y las amenazas, en lugar de deponer su actitud, continuó luchando hasta su final. Cuando Osvaldo Bayer lo bautizó como “el Rodolfo Walsh armenio”, no se trataba de una comparación antojadiza.
La muerte de Dink suscitó una formidable movilización popular que adquirió un carácter trascendental en Turquía, y cada nuevo aniversario los ciudadanos turcos, sin distinciones de origen étnico ni religioso, se movilizan para reclamar por su asesinato. A su vez, conmovió a la opinión pública internacional. A los pocos días de conocerse el hecho, El relator especial de la ONU para la libertad de opinión y de expresión, Ambeyi Ligabo, expresó a través de una declaración escrita su profunda preocupación por el asesinato e instó al gobierno turco no solo a actuar con prontitud en la resolución del crimen, sino que señaló que la seguridad de los profesionales de los medios de comunicación es elemental para garantizar el respeto a la libertad de expresión, y que resulta “un aspecto clave de las sociedades democráticas”, por lo que “los gobiernos y las instituciones nacionales tienen la obligación prioritaria de garantizar la seguridad de sus ciudadanos, incluidos los periodistas y otros profesionales de los medios de comunicación”.
Han transcurrido nueve años. Para la Justicia, Ogün Samast fue el autor material y Yasin Hayal fue el instigador según confesó. Hayal vociferó frente a periodistas que cubrían el caso “¡Qué se cuide Orhan Pamuk!”. El premio Nobel turco de literatura había padecido como Dink y como otros el artículo 301 del Código Penal, que en 2005 fuera denunciado por Amnistía Internacional por amenazar la libertad de expresión. En su texto se prohíbe “insultar a Turquía, la nación turca, o a las instituciones del gobierno turco” y que se utiliza, por ejemplo, para castigar a quienes hablan del genocidio contra el pueblo armenio. Pamuk, en función de la amenaza de Hayal y de constatar que el Estado distaba mucho de otorgarle garantías, optó por irse del país. La causa continúa, con avances y retrocesos, y la lucha organizada desde diversos frentes, cuyo emblema es su compañera Raquel Dink, ha impedido que el sistema judicial cerrara el caso sin investigar la trama, contentándose con las dos detenciones. Recientemente, en el parlamento turco, el presidente del bloque del Partido Democrático del Pueblo (HDP) demandó que se investigara el caso de manera efectiva.
A su vez, la situación de los periodistas está lejos de haber mejorado. Según el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ por sus siglas en inglés) las condiciones para el ejercicio del periodismo han empeorado. “Turquía liberó a decenas de periodistas en 2014 luego de figurar como el país del mundo con la mayor cifra de periodistas encarcelados durante dos años consecutivos, pero en 2015 -en un contexto de dos elecciones generales, la intensificación del involucramiento en la guerra civil siria y el final de un frágil cese del fuego con combatientes del proscrito Partido de los Trabajadores del Kurdistán, conocido como PKK- nuevos arrestos lo convirtieron en el quinto país con la mayor cifra de periodistas presos a escala mundial”.
La libertad de expresión no es un problema que abarque solamente a los profesionales del periodismo. Nedim Sener, periodista turco que investigó el rol de la Policía en la “preparación del terreno” para el asesinato de Dink, lo que le valió estar un año en la prisión de máxima seguridad de Silivri, afirmó en una entrevista concedida a la Agencia de Noticias Prensa Armenia que en Turquía “no solamente se acusa por lo que se escribe en diarios o libros, sino también lo que se escribe en Twitter o en Facebook puede ser llevado ante un juez o un tribunal. Por lo tanto, hay una cuestión no sólo de libertad de prensa también el problema es de lo que la sociedad escribe”. El bloqueo permanente de redes sociales coexiste con la persecución por lo que se dice en ellas.
El intento de disciplinamiento abarca a todas las organizaciones sociales, políticas y colectivos que intentan visibilizar una agenda de demandas a las que el gobierno responde con mayor autoritarismo. El lunes 4 de enero, Seve Demir, Pakize Nayýr y Fatma Uyar, tres jóvenes kurdas militantes, fueron asesinadas por la policía turca en Silopi, una ciudad al sureste de Turquía. Estos asesinatos ocurrieron a pocos días de un nuevo aniversario de que Sakine Cansýz, Dogan Fidan y Leyla Saylemez, militantes kurdas exiliadas en París, fueran asesinadas a balazos en la cabeza y en la nuca en un centro cultural en la capital francesa, el 9 de enero de 2013. Volviendo al presente, 18 intelectuales fueron detenidos por “incitar al odio” y “difundir propaganda terrorista”. Estos intelectuales, junto a otros mil académicos de dentro y fuera de Turquía, entre los que se encuentran Noam Chomsky, Slavoj Zizek, Judith Butler, Etienne Balibar y David Harvey, habían firmado una solicitada exigiendo “al Estado que abandone la masacre deliberada y la deportación de los kurdos y otros pueblos de la región”.
A nueve años del asesinato de Hrant Dink, su ausencia es cada vez más notable. La singularidad de su figura no radicó en su persecución y su muerte, sino en haber aportado una voz potente desde el periodismo para expresar reclamos de sectores que el sistema político en general intentaba eludir o negar. Intentó instalar debates incómodos no solo en la sociedad turca, sino inclusive en la propia diáspora armenia. Mientras el proyecto político encabezado por Erdogan, que sufrió un retroceso en 2015 al no poder obtener la mayoría necesaria en el parlamento para realizar un reforma constitucional a su medida, arbitra todos los medios, estatales y paraestatales, para intentar impedir que opiniones e informaciones adversas lleguen a la sociedad, este 19 de enero nuevamente la memoria de Hrant Dink será honrada a través de la lucha.