El cierre de una etapa, la continuidad de una lucha
El 23 de abril concluye una etapa significativa en la lucha del pueblo armenio: la conmemoración del Centenario del genocidio cometido por el Estado turco entre 1915 y 1923. En todos los países del mundo con presencia de diáspora armenia se realizaron demostraciones masivas del arraigo en el ámbito político, cultural, académico y en todos los aspectos de la vida social que las comunidades y sus instituciones han formado parte en los países que las recibieron desde que fueran expulsados hace un siglo de sus tierras ancestrales.
La contundencia de la fecha, que expresaba también cien años de negacionismo, interpeló a amplios sectores de la población, tanto a descendientes de armenios como a simpatizantes de esta y otras causas de Derechos Humanos.
Uno de los saldos principales del Centenario es la Declaración Pan-Armenia, donde la República de Armenia y las instituciones de la diáspora se comprometieron a trabajar en doce puntos que fueron sintetizados en el lema Memoria y Reclamo. Junto al recuerdo de los mártires del genocidio y de la difícil tarea sobrellevada por los sobrevivientes, la Memoria es también la gratitud hacia los países que acogieron a quienes pudieron escapar y les permitieron no sólo la existencia material sino desarrollar una intensa vida comunitaria. Es el agradecimiento hacia los países que reconocieron el genocidio.
En el caso de la Argentina es imposible olvidar que ha sido pleno, en los tres poderes del Estado, que desde la sanción de la Ley 26.199 que está cerca de cumplir sus primeros diez años todos los 24 de abril se conmemora el “Día de Acción por la Tolerancia y el Respeto entre los Pueblos”, en memoria del genocidio del que fuera víctima el pueblo armenio, ni la sentencia de la justicia federal que en 2011 declaró la verdad histórica del delito de genocidio cometido en perjuicio del pueblo armenio y responsabilizó al Estado turco.
La Memoria también nos obliga a recordar en la Argentina que el camino del reconocimiento no fue lineal, y que si bien la democracia fue recuperada hace cuatro décadas y en sus inicios Raúl Alfonsín tuvo la valentía de pronunciarse sobre el tema, no fue hasta 2006 que se pudo sancionar una Ley similar a la que había sido vetada por el ex-presidente Carlos Menem. La democracia fue una condición necesaria pero no suficiente para estos avances: la lucha de las organizaciones junto a la voluntad de los dirigentes políticos de ponderar los Derechos Humanos por sobre otros intereses son los factores que han permitido su concreción. Es por ello que ante el nuevo escenario político es inviable pensar en avances de la Causa Armenia sin la continuidad de los mismos, por lo que bregamos porque se cumplan los compromisos de no retroceder en estos aspectos.
Junto a la Memoria, está el Reclamo, indisolubles para aspirar a la justicia. El Reclamo alcanza a los Estados miembros de las Naciones Unidas y a organismos internacionales para que trabajen por la justicia histórica. Fundamentalmente, se orienta hacia el Estado turco es por el reconocimiento del genocidio y por la supresión de sus consecuencias “para lo cual elabora un archivo abarcativo relativo a la reparación, como punto de partida en el proceso de restitución de los intereses individuales, comunitarios e internacionales”, sostiene la Declaración. Además, exige el cese del bloqueo de la frontera de Turquía con Armenia y todas las actitudes armenófobas de sus mandatarios.
Lo que puede ser leído también como un Reclamo, pero hacia dentro de la propia comunidad, es la necesidad de trabajar en unidad por estos puntos como objetivos principales, y preparar también a las próximas generaciones para que asuman los desafíos, entre ellos, la lucha por la autodeterminación de la República de Nagorno Karabaj. El reciente recrudecimiento del conflicto por los ataques hacia población civil armenia por parte de la República de Azerbaiyán, generó un fuerte rechazo de las comunidades armenias en todo el mundo. En Buenos Aires se expresó con una masiva movilización hacia la Embajada azerbaiyana, la misma que junto a la de Turquía invierten en el país, en el ámbito político, académico y mediático, para esparcir el negacionismo e intentar instalar una visión anti-armenia que al pueblo argentino le cuesta digerir. En Turquía y Azerbaiyán, a nivel doméstico, estas posiciones se sostienen a través del hostigamiento estatal y paraestatal a quienes lo cuestionan. En el resto del mundo, se intenta desplegar por otros medios y con cuantiosos recursos.
El 23 de abril, entonces, cierra una etapa pero de ningún modo concluye la lucha. Las necesidades de las Repúblicas de Armenia y de Nagorno Karabaj, el reconocimiento del Estado turco de su responsabilidad, la apertura del proceso de reparaciones y el resto de los puntos consignados en aquella declaración, siguen siendo una plataforma válida para orientar la tarea y poder desarrollarla desde una perspectiva de unidad. Conmemorar el genocidio contra el pueblo armenio es un acto de compromiso y valentía, ya que el antagonista principal es un Estado, una potencia regional que invierte recursos para bloquear el avance de la Causa Armenia y desplegar su visión negacionista. En especial para aquellos que lo realizan desde las entrañas del aparato estatal y paraestatal montado en Turquía, que la han incorporado dentro de las reivindicaciones populares. Los avances del Centenario deben ser considerados un nuevo aliento en el aporte que la diáspora puede hacer para obtener memoria, verdad, justicia y reparación.