Reflexiones

28 de abril de 2016

Rosario-3El domingo 24 de Abril de 2016 será un día que recordaré para siempre. Rosario amaneció nublado y ventoso. Hasta parecía amalgamarse a lo que el puñado de armenios de Rosario iba a conmemorar llegado el mediodía.

Mientras me preparaba para asistir al tradicional Acto Central pensaba en todos “los 24” que recorrí desde mi niñez, adolescencia y adultez. Los recorrí con mi cabeza mientras me preparaba el desayuno. Aquellas mañanas húmedas de faltar al colegio para ir al acto, de la mano de mi madre y mi hermana Melisa. Esos mediodías de salir corriendo de la facu para llegar a tiempo para el himno y también otros en que salía de la oficina rápidamente para no faltar. Estar.

Mientras el silencio del domingo me lo permitía, iba sintiendo en mi cuerpo la adrenalina y emoción de saber que al acto hoy, 2016, mi esposo Ignacio y yo sumábamos a una integrante más de la colectividad. Hoy ya no llegaríamos al acto “solos”. Hoy llevaba, para siempre, a mi hija Paula Kekedjian. Con todo lo que significa dar vida y todo lo que significa agrandar el árbol genealógico de una familia armenia -muchas de sus ramas ya no se pueden reconstruir porque fueron mutiladas durante el Genocidio-, nosotros HOY sumamos a alguien más.

Seguía la mañana y con mi esposo le explicábamos a Paulita en tono de cuento que si bien el año pasado vivió toda la emoción -y debo admitir nervios- del Centenario desde la panza, hoy ella vería con sus ojos almendrados su primer acto del 24 de Abril.

Y sí, vendrán decenas de días como este pero como todo lo que es por primera vez, tiene un condimento especial, un sentimiento aparte.

Y sí, vendrán muchísimos abriles más y con ellos, las narraciones pertinentes que se le deben dar a un descendiente del pueblo armenio. Porque conocer la historia es poder contribuir a mejorar el futuro. Porque hablándoles a las nuevas generaciones vamos a encontrar las puertas que nos lleven a perdurar y trascender en el tiempo.

 Anabela Avedisian

 

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