Opinión: “Armenia está jugando con fuego”
El presidente de Turquía Recep Tayyip Erdogan vociferó recientemente que Armenia “estaba jugando con fuego” al proferir una vez más sus amenazas contra los armenios de la Diaspora. Por supuesto que no es una novedad que este “sultán” moderno se maneje con métodos propios del Imperio Otomano, porque indudablemente el panturquismo está dentro de sus proyectos y el jefe de estado turco está acostumbrado a expresarse con términos irracionales sin respetar límite alguno.
Otra vez Erdogan amenazó con deportar a la comunidad armenia en su conjunto, es decir aquella que vive en Turquía desde tiempo inmemorial y los nuevos inmigrantes que llegan desde Armenia para trabajar temporal o definitivamente. Algunos apuntan que son más de cien mil los armenios que hoy habitan Turquía y por ello es impensable que cualquier gobierno pueda llevar a cabo una decisión semejante sin esperar la reacción de sus minorías.
Pero, cuando un tirano se envalentona, y éste es el caso de Erdogan que no deja de extorsionar a Europa jugando con el futuro de los refugiados de Siria que llegaron a Turquía, precisamente por el apoyo del presidente turco al ISIS, es capaz de todo. Empero Erdogan ya no puede tapar el sol con la mano, a pesar de que encarcele o deporte periodistas, el mundo entero está en conocimiento de sus atrocidades contra el pueblo kurdo o su complicidad con los jerarcas del ISIS a quienes su propio hijo compra el petróleo despojado a sus legítimos dueños.
En tanto, los líderes europeos están únicamente preocupados por conservar el orden en su patio trasero y con esa lógica cruel propia de desalmados políticos que han hecho del pragmatismo un credo, cierran sus ojos ante la crueldad personificada en Erdogan y negocian con el déspota.
Entonces el líder turco no tiene temor a extralimitarse e incurre en todo tipo de tropelías orales sin temor alguno. La amenaza a la que nos referimos tuvo lugar hace pocos días en el contexto del apoyo de Turquía al sangriento régimen de Aliev en momentos en que Azerbaidján reiniciaba su guerra contra Artsaj. Ambos jefes de estado son alumnos egresados del mismo colegio del espanto pues utilizan similares métodos de persecución y sangre contra quienes osan levantar la voz contra sus respectivas tiranías.
Aliev, por su parte, una vez más se ha burlado del derecho internacional y como ya lo hiciera oportunamente con el criminal Ramil Safarov, asesino convicto de Kurkén Markaryan, ahora tuvo la osadía de condecorar al soldado que cortó la cabeza a su colega armenio. Cuánto daño más van a causar estos siniestros individuos, cuánto tiempo más se van a burlar del mundo civilizado, cuándo el mundo libre va a elevar su voz contra estos atropellos que sufren no sólo los armenios, sino también las minorías de sus propios países.
El sentido común indicaría que a la ONU o la Unión Europea, organismos de los que forman parte Turquía, Azerbaidján y también Armenia, debieran llamarle la atención la actitud de estos verdaderos depredadores de la libertad y los derechos del hombre. Pero claro, es más sencillo taparse los ojos, vendarse la boca y esperar que un milagro ponga las cosas en su lugar. Y ese milagro sólo podrá llevarlo a cabo el coraje y la decisión del pueblo armenio que jamás permitirá que le quiten nuevamente sus tierras o lo sometan a un nuevo genocidio.
Jorge Rubén Kazandjian