A 100 años del ajusticiamiento de Talaat Pashá, el máximo responsable del Genocidio Armenio
El martes 15 de marzo de 1921, a las 11 horas de la mañana, Nicolás Jessen, de 40 años de edad y dueño de una carnicería, se dirigía a pie a visitar clientes sobre la calle Wittemberg, en el barrio Charlottembourg, Berlín. Los primeros rayos del sol no eran tan cálidos aún como para salir sin su abrigo. Tomando por la calle Hardenberg, Jessen percibió que a unos veinte metros atrás suyo, un hombre de fuerte estructura, abrigado con un pesado sobretodo de invierno, caminaba lentamente balanceando su bastón sobre la vereda derecha en dirección al Jardín Zoológico.
Fue entonces que un hombre joven, con el sombrero caído sobre la frente y de perfil aguileño que venía de cruzar de la vereda de la Escuela de Música, lo sobrepasó. Cuando llegó a la altura del individuo que llevaba el pesado abrigo, sacó la mano del bolsillo derecho de su abrigo y la dirigió hacia la nuca de él. Un disparo lo estremeció. Jessen comprendió que estaba en presencia de un asesinato cuando el individuo de fuerte contextura cayó hacia adelante, y vio la cara contra el piso en medio de un mar de sangre que brotaba de su cráneo estallado. El hombre joven avanzó velozmente sobre el charco de sangre, arrojó el arma y desapareció doblando por la calle de Los Faisanes en dirección a la calle Kant.
Una transeúnte que caminaba delante de la víctima se desmayó. Jessen se precipitó sobre ella para alzarla creyendo que también había resultado herida. Luego se largó a perseguir al asesino, al que encontró en la calle de Los Faisanes, mientras los gritos surgían de todas partes: ¡El asesino! ¡Deténganlo! Un camión de mudanzas llegó en ese momento y dos hombres salieron de una casa para unirse a la muchedumbre. Jessen escuchó decir al fugitivo en un alemán muy básico: “Yo armenio, él turco. No hay daño para Alemania. Déjenme, esto no los concierne a Ustedes”.
El criminalista Paul Scholz fue el primero en registrar a la víctima cuyo cadáver estaba tendido sobre la vereda delante del número 17 de la calle Hardenberg, entre la calle de Los Faisanes y Joachimstaler. Llevaba un pasaporte turco extendido a nombre de Alí Salim Bey, hombre de negocios, domiciliado en el número 4 de la calle Hardenberg. Había salido de su domicilio cuyo contrato de locación, curiosamente, había sido firmado por el Secretario de la Embajada de Turquía en Alemania, Chiah Bey. La noticia se propagó rápidamente en el ámbito de la colonia de refugiados turcos de Charlottemburg.
Al cabo de dos horas, un dirigente turco en el exilio, el Dr. Behaeddine Shakir, fue autorizado a aproximarse al cadáver cuyo rostro cubrió luego de haberlo identificado con estupor: se trataba del ex Grand Vizir Talaat Pashá, antes Ministro del Interior, que había dirigido el gobierno de la Sublime Puerta al finalizar la guerra y había huido del Imperio Otomano el día siguiente a la capitulación, para encontrar asilo clandestino entre los viejos aliados del Segundo Reich.
Sólo la prensa turca de Constantinopla y de Ankara se sumó al duelo para anunciar las circunstancias de la muerte del Pashá cuyos despojos no fueron repatriados por decisión del último gobierno de la Sublime Puerta. Las exequias se llevaron a cabo el 20 de marzo en Berlín en medio de una enorme afluencia de gente, sigue el prólogo. Bajo un sol brillante, amigos y simpatizantes se juntaron alrededor del retrato de Talaat, delante del número 4 de la calle Hardenberg, en presencia del Ministro de Marina de Turquía, de un representante de la Embajada, Choukri Effendi, de dignatarios del viejo y del nuevo régimen otomano, y de hombres de negocios que escoltaron el féretro cubierto con la bandera turca y el fez del Primer Ministro, hasta el Cementerio Mattheus, donde Talaat fue inhumado según el rito musulmán.
Mientras tanto Soghomón Tehlirian que fue trasladado a la prisión central y fue curado de sus heridas, recibió las reprimendas de su intérprete, de sus abogados y de los otros detenidos por sus afirmaciones relacionadas a la premeditación de su acto. Él tenía que justificar que su acto había sido producto de un shock emocional e irreflexivo como consecuencia de su propio sufrimiento a los fines de lograr su inculpabilidad y transformar su procedimiento en el procesamiento de su víctima, quien había sido el verdugo de sus familiares. Debía hacer referencia a las penurias de la deportación, a sus tres heridas, a sus crisis de epilepsia cuando recordaba a su madre, a su hermano y a sus hermanas masacradas ante sus ojos. Asimismo tenía que afirmar que él no conocía la presencia de Talaat en Berlín, cuando regresó a la capital alemana para retomar sus estudios.
El 3 de junio de 1921, menos de tres meses posteriores al atentado, los jueces de la Corte Criminal de Berlín declararon al acusado inocente de la muerte con premeditación. La absolución fue recibida con frenéticos aplausos por una multitud de compatriotas y simpatizantes que había invadido la sala del Tribunal. Una hora más tarde, Tehlirian abandonó la prisión en un auto cubierto de flores. La prensa no se equivocó. En su conjunto, consideró que el veredicto fue un acto de justicia que honraba a la nueva Alemania.
Tehlirian sostuvo finalmente que había actuado solo, sin premeditación, animado por un irresponsable deseo de venganza de los suyos ante los ojos del verdugo número uno de los armenios, reconocido por azar a pesar de su disfraz en una calle de Berlín. En definitiva se trataba de un acto aislado cometido por un sobreviviente epiléptico e incapaz de soportar la idea de que un responsable como Talaat pueda vivir impunemente después de los horrores cometidos.
Así, Soghomón Tehlirian no era el estudiante alucinado de Berlín como lo parecía después de su procesamiento. Si sus vértigos no eran fingidos, él formaba parte de un comando de cinco militantes reclutados por un órgano especial del Partido Tashnag (FRA-Tashnagtsutiún), encargado de ejecutar al ex Grand Vizir Talaat Pashá, en el marco de una operación bautizada con el nombre de la Diosa de la Venganza, Némesis, tomado de la mitología griega. Y para Tehlirian no fue un disparo de práctica. El domingo 20 de marzo, en Constantinopla, viéndolo a través de una ventana, con un certero disparo de pistola en medio del corazón, mató al armenio Haroutiún Meguerdichian. Éste había ayudado a Talaat en la elaboración de la lista de 300 intelectuales y notables armenios de Constantinopla para ser ejecutados con prioridad el 24 de abril de 1915 con el fin de impedir cualquier tipo de resistencia ante la inminente y fatal deportación de los artesanos y agricultores armenios de Anatolia. “Nuestra lista la encabezaron los traidores armenios”, escribió años después en La deuda de sangre, memorias de Arshavir Shiraguian publicadas en Boston en 1976.
La historia poco conocida de estos vengadores es ejemplar: sin víctimas inútiles, con objetivos precisos, indiscutibles, llevados a cabo con eficacia, una cacería motivada por el sentimiento del deber que animó a los jóvenes a matar o morir porque ellos querían la justicia para sus familias aniquiladas, sus amigos desaparecidos, su pueblo martirizado.
Luego de una estadía en el verano de 1922 en los Estados Unidos, donde fue recibido como un héroe por los dirigentes del periódico Hairenik que constituían el Estado Mayor de la Misión Especial (Hadug Kordz), se reencontró con la sonrisa al regresar a Belgrado junto a su padre y a sus tíos, y donde también lo esperaba su “novia del Cáucaso”, la que había abandonado sobre el muelle de Odesa, Anahid Tatiguian. De su matrimonio nacieron dos hijos. Esperó hasta mediados de los años 50 para revelar la verdad sobre sus actividades clandestinas en el pasado, en las memorias que escribió en tercera persona y publicadas en El Cairo en 1956 con el prólogo de Vahan Navasartian, miembro del Buró Ejecutivo de la FRA-Tashnagtsutiún.
El texto anterior es un extracto del libro "Operación Némesis, los vengadores armenios" de Jaques Derogy que tradujo al castellano Abraham Aharonian, cuya edición fue realizada por la Editorial Diario ARMENIA en el año 2019 y que fue solventada gracias al aporte de la Fundación Jean y Carmen Apkarian.
Soghomón Tehlirian se convirtió en el emblema de los héroes justicieros de la Operación Némesis que se había decidido en el IX Congreso de la FRA-Tashnagtsutiún. Junto a él evocamos también a Aram Yerganian, que vivió en la Argentina y trabajó en Diario ARMENIA, Arshavir Shirakian, Misak Torlakian, Stepan Dzaghigian, entre otros. La elección del primero de los ajusticiadores fue realizada por sorteo y la suerte recayó en Tehlirian. La orden de Armen Garó, ex Embajador de la República de Armenia en los Estados Unidos y el responsable del comando, fue muy precisa: “Primero Talaat. La orden es abatirlo sin demoras y dejar de lado a los otros criminales, aún si se escapan”.
Para el reconocido sociólogo Gerard Chaliand “Némesis es probablemente la cacería humana más extraordinaria del siglo. También es la menos conocida, ya que sus organizadores guardaron obstinado silencio hasta su muerte. Fue una extraordinaria cacería de los mayores responsables políticos del Genocidio Armenio en tres continentes : decidida (por la FRA-Tashnagtsutiún) en Ereván, capital de la Armenia Independiente, y en Constantinopla, ocupada por las fuerzas aliadas; organizada desde Boston y Ginebra; ejecutada en Berlín, Roma, Tiflis y hasta Asia Central”.
Ajusticiados
Vahé Ihsan. Constantinopla, 27 de marzo de 1920. Traidor.
Haroutiún Meguerdichian. Constantinopla, 20 de marzo de 1920. Traidor.
Fathali Khan Khoiski. Tiflis, 19 de junio de 1920. Genocida.
Talaat Pashá. Berlín, 15 de marzo de 1921. Genocida.
Behoud Khan Djivanchir. Constantinopla, 18 de julio de 1921. Genocida.
Said Halim Pashá. Roma, 5 de diciembre de 1921. Genocida.
Dr. Behaeddine Shakir. Berlín, 17 de abril de 1922. Genocida.
Djemal Azmí Bey. Berlín, 17 de abril de 1922. Genocida.
Djemal Pashá. Tiflis, 25 de julio de 1922. Genocida.
Enver Pashá. Samarkanda, 4 de agosto de 1922. Genocida.
Paradojas
Al día siguiente de la ejecución de Talaat, se firmó un acuerdo de “amistad y fraternidad” en Moscú entre los soviets y los kemalistas. Este tratado anulaba las disposiciones anteriores del Tratado de Brest-Litovsk y de Alexandropol. Los bolcheviques de Rusia aceptaban los principios del Pacto Nacional de Ankara. Por ese tratado Rusia cedió a Turquía las regiones de Kars, Ardaha y una parte de Batoumi, abandonando 25.000 kilómetros cuadrados de territorios caucasianos y 272.000 habitantes. La Región Autónoma de Najicheván, arrancada a Armenia fue ubicada bajo el “protectorado” azerí (es decir cedido a Azerbaiyán).
"Yo fui al lugar de los hechos", testimonio del Ing. Eduardo Torosian
En 2016 estando en Alemania, viaje de Dusseldorf a Berlín. Me tomó medio día llegar a Hardenberg 34, la dirección exacta donde Soghomon realizara el acto de justicia mas importante de la historia armenia.
Pasaron muchas cosas por mi cabeza en un instante: tal vez las almas de millones de armenios torturados y asesinados estaban allí conmigo observando ese lugar que, paradójicamente, en la actualidad está convertido en una universidad.
Llegar allí también me ratificó que tantos años de militancia tashnagtsagán valió la pena y, sobre todo, sentí la necesidad de llegar a mi hogar, muy lejos de allí, y contarle a mis hijos, aún pequeños, que había estado en el lugar que mostraba el video Kini lits de youtube que tantas veces vimos juntos.
Recomendados
Lectura de Operación Némesis, los vengadores armenios de Jacques Deroguy. Editorial Diario ARMENIA, Buenos Aires 2019. Prefacio de Gerard Chaliand. Prólogo a la edición en español de Khatchik DerghouGassian. Traducción de Abraham Aharonian.
Un proceso histórico. Absolución al ejecutor del genocida turco Talaat Pashá. Editorial Ediar, Buenos Aires 2012. Versión actualizada y enriquecida con el Estudio preliminar de Raúl Eugenio Zaffaroni y el aporte de destacadas personalidades del ámbito de la Historia y del Derecho tales como Osvaldo Bayer, Daniel Rafecas, Carlos Rozanski y Leopoldo Schiffrin.
Película Mayrig de Henri Verneuil, 1991. Con Omar Sharif y Claudia Cardinale.
Sí, matar al tirano, artículo de Osvaldo Bayer en el diario Página 12, 12 de marzo de 2011. Y varios artículos más del mismo autor referido al tema.
No pidas nada, de Reynaldo Sietecase. Alfaguara 2017. Thriller policial.