A la memoria de Lucin Apikian Malian (1966-2019)
Es en estos momentos cuando no nos acostumbramos a su ausencia, que las palabras surgen con dolor.
Busco entre los numerosos recuerdos compartidos en la escuela o en algún café que se daba a la salida de nuestra jornada.
Con ella aprendí que el alfabeto armenio lo escribió un santo; intentó sin éxito explicarme cómo se leían esos bellos signos que para mí siguen resultando indescifrables.
Compartimos música (ella no conocía a Pável Lisitsian y le copie un CD) y hasta imaginamos armar un grupo para ir a Armenia si alguna vez nuestros sueldos docentes se dignificaban.
Vimos fotos de montes nevados presididos por el Ararat, y de bellas iglesias resistentes al tiempo y a los hombres. Un día me recitó a Hovhannés Grigoryan y aprendí toda la belleza contenida en estas pocas líneas sobre el amor a la tierra:
Armenia
Esta es mi tierra
y tiene un tamaño
que si me voy a un lugar lejano
puedo llevarla conmigo.
…………….
Esta es mi tierra
con un tamaño
que fácilmente
he colocado en mi corazón
para no perderla de inmediato.
Su muerte tan sorpresiva como injusta nos descolocó. Rescato el cariño de sus alumnos y compañeros que escribieron líneas sinceras en su despedida:
“Siempre te recordaremos mi querida Lucín .Gracias por tus buenas enseñanzas. ¡Descansa en paz! escribió Leyda.
“No podré estar para despedirla porque estoy lejos, pero estoy allí con todos los que la quieren, que son muchos. Estará reencontrándose con su hermano al que tanto amaba. Gracias Lucín por tanto compartido, te extrañaré”. Claudia
Y Verónica expresó: “Fuiste la mejor profe que pude tener pero sobre todas las cosas y lo más importante un gran persona. Muy humana, con la palabra siempre justa, con la sonrisa desbordada de lágrimas en los ojos, alguien que se alegraba y se emocionaba con los logros de sus alumnos y alumnas como si fueran su propia familia.”
Para Martín: ”Hasta siempre profe!!!Su enseñanza me ayudó mucho en lo que soy en todo sentido... Besos al cielo”
Nada más que agregar. Ella me dio una de las devoluciones más bellas sobre mi primer libro y estábamos hablando del próximo, donde seguramente estará este poema que escribí, ahora cuando el pesar nos invade:
De pronto empezó a volar.
La muerte se inclinó con prisa
y dijo: te ofrezco otro dulce misterio.
Nuestro anhelo para que viva
imploró tiempo
pero más lo ansiábamos,
más se iba alejando.
Por eso sentimos
la conmoción de la renuncia,
la pena de durar.
Aquello que todo lo libera
nos atrapa rendidos y despojados
en el animoso desván de su sonrisa.
Adiós querida Lucín.
Roberto Domínguez