Opinión

A propósito de Donald Trump

25 de enero de 2017

Pocas veces la elección de un mandatario concitó tanto laTrump jura atención mundial. Ya desde el mismo proceso preelectoral, la carrera a la presidencia entre Hillary Clinton y Donald Trump ocupó los titulares de los grandes medios periodísticos de los cinco continentes.

La mayoría de los analistas adjudicaba muy pocas chances al ahora nuevo jefe de estado de una de las tres mayores potencias del mundo. Sus propios correligionarios lo denostaban en los primeros tramos del recorrido previo a los comicios. Y Trump hacía todo lo contrario a lo que el manual de los buenos candidatos indicaría. Al contrario, se mostraba reaccionario, racista, provocador y hasta ofensivo, en una suerte de permanente transgresión a las reglas de conducta. Fue siempre políticamente incorrecto con sus contendientes electorales, con las minorías étnicas –hasta trató de primate a la esposa de Barack Obama-, y no dejó de amenazar con sanciones o medidas económicas perjudiciales a aquellos países que de acuerdo a su criterio “lesionaban” los intereses comerciales estadounidenses.

Pero, nadie advirtió que mientras Trump distraía a todos con su poco ortodoxa campaña electoral, seguía reuniendo adhesiones en las filas de un partido Republicano que, por un lado se espantaba ante la posibilidad de tenerlo como oponente a la casi segura candidata demócrata Hillary Clinton, por el otro, el lado conservador más recalcitrante se ilusionaba con tenerlo al frente de la lista.

Finalmente, Trump se llevó puesto a sus oponentes que uno a uno fueron cediendo sus posiciones, algunos sin apoyarlo internamente, otros haciéndolo con tibieza. Superadas las primarias, una gran parte del electorado todavía permanecía indiferente al “peligro” Trump como algunos comenzaron a señalar al candidato republicano.

Hasta el mismo día de las presidenciales el electorado no creyó en la posibilidad del triunfo de Trump, cosa que finalmente sucedió merced a varios factores, entre ellos la enorme abstención electoral y el sistema electoral que lo favoreció, pues alcanzó la presidencia con muchos menos votos que su contrincante Clinton.

Trump acaba de prestar juramento como el 45° presidente de los Estados Unidos. Ahora comienza una nueva etapa en la vida, primero de los habitantes de ese país, luego en la relación de Washington y los demás países. Se verá cuán ciertas fueron las afirmaciones, amenazas y promesas de un presidente que llegó a serlo gracias a la inhabilidad de su adversario electoral y la indolencia de decenas de millones de ciudadanos que no concurrieron a votar.

Armenia y su relación con la nueva administración

Poco dejó entrever Trump sobre la nueva relación con países como Armenia que de acuerdo a la lógica del nuevo jefe de estado deben dejar de esperar la asistencia del Tío Sam. La visión mundial o la política exterior que pondrá en marcha Trump son todavía una incógnita, más teniendo en cuenta de lo heterodoxo de los nuevos ministros o funcionarios de gobierno, seleccionados más por sus habilidades gerenciales que por su capacidad política.

Armenia nunca se caracterizó por tener un vínculo aceitado con los Estados Unidos. Su Embajada en Washington jamás pudo contrarrestar la actividad de la legación turca y mucho menos la de la azerí. Los argumentos para justificar tal diferencia siempre se centraron en la parte económica, jamás en la inacción, apatía o inhabilidad de un servicio exterior armenio ausente en casi todos los países del mundo.

Por lo general, la mayor parte de la atención de Washington se centró en el conflicto de Artsaj, con los vaivenes producidos por el continuo recambio de los referentes diplomáticos encargados de la mediación, algo que tal vez sorprende porque al cambiar uno de los actores principales, también varía el escenario, que dicho sea de paso es cada vez más opuesto a los intereses armenios.

Entonces, la responsabilidad de defender las reivindicaciones armenias queda en espaldas de organizaciones como el Consejo Nacional Armenia (ANCA) y en menor grado en la Asamblea Nacional Armenia de los EE.UU. Sus activistas deben redoblar esfuerzos para cubrir todos y cada uno de los estados y establecer vínculos amistosos con funcionarios y representantes, para luego constituir un lobby que bregue no sólo por el reconocimiento del Genocidio, sino también luchar contra la negación de Turquía, combatir por el reconocimiento del Artsaj independiente y hasta, esforzarse por que cada año la asistencia económica prestada a Armenia y Artsaj crezca o al menos se mantenga.

En esa dirección, el ANCA acaba de dar a conocer un comunicado donde comienza felicitando a Trump por su acceso a la Casa Blanca, e inmediatamente después marca inteligentemente los puntos clave de la relación con Armenia. El ANCA pone de manifiesto así, su intención de colaborar con el nuevo gobierno en el nuevo recorrido que ya se comenzó a transitar.

Llega un nuevo 24 de Abril   

En la dinámica de la relación de los diferentes gobiernos de Estados Unidos para con su comunidad armenia está ya arraigado el breve discurso que los mandatarios ofrecen invariablemente cada 24 de Abril. La expectativa por que el presidente de turno pronuncie la esperada palabra que reconoce el crimen de lesa humanidad como tal, comienza a crecer cada comienzo de año. Más, si el jefe de estado de turno formuló anticipadamente la promesa de hacerlo como Obama. Pero, en su mandato fue mayor el desencanto y enojo de los armenios, cuando el demócrata volvió a apoyarse en el término “Medz Ieghern” para tratar de cumplir con los armenios y no despertar la ira de una Turquía que hace rato invadió el Parlamento estadounidense con sus prebendas merced a la actitud receptiva de muchos parlamentarios deshonestos.

Desconocemos cuál será la postura de Trump el próximo 24 de Abril, sin embargo teniendo conocimiento de sus negocios tanto en Turquía como en Azerbaidján, difícilmente se salga del libreto ya establecido, conservando así su buena relación con los jerarcas de esos dos países. Será importante entonces, la unidad de la comunidad armenia del país del norte que debe estrechar sus filas y marcar con vigor su presencia política.

De todas maneras el ANCA jamás bajará los brazos, gobierne quien gobierne, pues siempre son más importantes y trascendentes los deberes que protagoniza en beneficio de Armenia, Artsaj y los derechos sin reconocer de nuestro pueblo. Su activismo es la representación de una militancia que abarca el mundo con las mismas responsabilidades y obligaciones, y que en muchas ocasiones hasta morigera el continuo déficit de nuestra política exterior.

Jorge Rubén Kazandjian

 

 

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