Acerca de una nueva aparición de Viaje a Armenia de Osip Mandelstam
Acerca de una nueva aparición de Viaje a Armenia de Osip Mandelstam, por Partícula Editorial, noviembre de 2024, Buenos Aires.
Viaje a Armenia de Osip Mandelstam me hizo notar que no conozco Armenia.
No solo por no haber ido jamás
(cosa que mis padres sí han hecho)
sino que no conozco Armenia porque es distinta
a lo que pudieron haberme dicho mis padres
u otros armenios.
La Armenia de Mandelstam es la Armenia que vive un ruso
exiliado de su país.
Es una Armenia ocre, áspera, de mujeres simples, de sabiduría jafética,
de armenios filólogos que saben
que la palabra es un trabajo
y acaso por eso ni siquiera sonrían.
Ésta acaso sea la Armenia más verdadera, más lúcida y más armenia
que haya tenido frente a mis ojos.
Una Armenia más antigua que los romanos pero tan devastada como sus ruinas,
sostenida por su escritura con
letras como tenazas de herrero.
Lengua espinosa del valle de Ararat,
es un gato salvaje la lengua armenia.
Cómo amo al pueblo que vive del esfuerzo
(...)
Si han perdido el trabajo quienes publicaron a Mandelstam alguna vez,
hoy esos mismos nombres vuelven a los idiomas en que aparecen sus textos.
Fragmentos de cierta esperanza de reconstrucción,
esperanza que Mandelstam hubo de perder
cuando varios editores le sugerían que no podían publicar nada suyo
pero que podían darle alguna traducción como trabajo.
Entonces aparece el viaje,
extraño, una colección de ecos, una descripción de galerías de arte.
Viaje a Armenia, entre formas gramaticales, bibliotecas, palabras y citas.
Así reseña Víctor Shklovski, quien pudiera publicar El ruido del tiempo en 1933,
a pesar de que las páginas rusas oficiales ya no dejaran aparecer
el nombre de Mandelstam.
Nadiezhda Mandelstam, su mujer, decía que la casa de Shklovski era el único lugar donde se conservaba el amor a Mandelstam.
Ella escribía lo que Mandelstam le dictaba.
"Prosa lacaya", lúcida para transcribir un idioma sombrío como el armenio,
tan ligado al trabajo con los elementos de la naturaleza
bajo el cielo miope del Cáucaso.
De ese cielo caen manzanas
para quienes cuentan relatos,
para quienes los escuchan
y para quienes los comprenden.
Así concluyen, según Mandelstam, la mayoría de los cuentos armenios.
No siempre comprende quien escucha
y viceversa,
no siempre escucha quien comprende.
Lo que sí parece una certeza es que hay una Armenia
que prueba las manzanas caídas del cielo.
Solo un oído fronterizo puede reconocer como buenos
los sonidos armenios, esa avanzada del cristianismo hacia el Este.
El sello egipcio propicia un caos,
el judaísmo tiene lugar en Armenia
tal como pudo escribir Osip Mandelstam
acerca de la rosa en la nieve
a orillas del lago Seván:
Tengo frío. Estoy feliz...
Carolina Saylancioglu
Enero 2025