Afganistán: Un paso más hacia el proyecto del Gran Turán
La vuelta al poder del grupo fundamentalista islámico en Afganistán tras 20 años recuerda los estrechos vínculos de Turquía y Azerbaiyán con Pakistán, Al Qaeda y el ISIS.
Fundamentalismo islámico, ideología, xenofobia y negocios se conjugan en Medio Oriente, el Cáucaso Sur y los territorios trans-caspianos del Asia meridional para poner en alerta a la comunidad internacional, debido a las consecuencias que pueden tener para la seguridad en esa zona caliente del planeta.
La victoria de los talibanes en Afganistán tras 20 años de lucha metro a metro con las fuerzas occidentales, encabezadas por los marines estadounidenses, deja expuesta una nueva configuración del mapa regional, en el que asoman, una vez más el terrorismo transnacional y nuevas amenazas para el pueblo armenio.
El pasado 27 de julio Turquía, Azerbaiyán y Pakistán firmaron la Declaración de Bakú, en un evento que tuvo lugar en el parlamento azerí, reforzando la asociación tripartita y los vínculos políticos y económicos entre los tres países.
Días antes el presidente azerí, Ilham Aliyev, ya se había manifestado en el mismo sentido, poniendo énfasis en esta renovada “hermandad” y la cooperación mutua.
Son señales que están balizando el camino de las alianzas en una región muy convulsionada, con conflictos abiertos e irresueltos por décadas y hasta centurias, y en el que cada movimiento de un jugador obliga a un cambio de estrategia de los oponentes.
La noticia de la caída de Kabul, la capital de Afganistán, en manos de los fundamentalistas talibanes, cuyo objetivo además de tomar el poder es instaurar la Sharia (ley islámica) en todo el territorio, encontró a Turquía y su aliado incondicional Azerbaiyán, en una posición clave.
Tras un acuerdo previo con el gobierno de Estados Unidos, unas 600 tropas turcas, junto a 120 efectivos azeríes custodian el Aeropuerto Internacional de Kabul, en un contingente que integran además unos 600 soldados británicos y un número indeterminado de estadounidenses que están en proceso de retirada masiva del país.
Es una señal que refuerza los lazos de Turquía y Azerbaiyán con el régimen de los talibanes de la etnia pashtún, nuevamente en el poder. Y la influencia que tuvo y tiene Pakistán en la vecina Afganistán, es una realidad a todas luces.
Incluso el Mullah Yaqub, hijo del Mullah Mohammed Omar, fundador del movimiento talibán, afirmó que “los talibanes ven a Turquía como aliado, no como enemigo”. A confesión de parte, relevo de pruebas.
Jugando al ser el “damadá”
En este juego regional, Turquía busca ser protagonista y ganar influencia para su histórico proyecto de reconstruir el Gran Turán, también conocido como pan-turquismo, desde el Mar Mediterráneo hasta el Asia Central.
En este camino a disputarle a Rusia la influencia a los países post soviéticos del Asia Central –Tayikistán, Uzbekistán, Kirguiztán, a los que se suma Turkmenistán- el gobierno de Recep Tayyip Erdoğan no da puntada sin hilo.
Incluso en los confines del proyecto neo-panturánico, cobra vida una pulseada con China, dado que con los países del Asia Central en su puño Turquía podría influir en la Región Autónoma Uigur de Xinjiang, en la República Popular China, habida cuenta de que los uigures también son turcos.
Afganistán es una pieza clave en ese gigantesco rompecabezas. Por eso desde hace más de una década Turquía empezó a incrementar los negocios y las inversiones en Afganistán, independientemente de la inestabilidad política, la intervención de las fuerzas de la OTAN y la guerra civil larvada que hubo durante todos estos años.
En un ensayo titulado “El incendio de Afganistán y el Gran Turán”, publicado en el portal Top War especializado en temas geopolíticos y militares, se destaca que “desde fines de los 2000, los turcos han estado entrenando al ejército afgano y proveyendo asistencia financiera a Kabul”.
Por otro parte, explica: “En años recientes también ha estado invirtiendo en Afganistán, desarrollando los negocios. Además, Ankara tiene buenos vínculos con Qatar y Pakistán, que tiene sus propios intereses en Afganistán”.
Y por si quedaba alguna duda de que Turquía pone huevos en todas las canastas, señala: “Ankara puede conducir al diálogo entre los talibanes, los uzbekos y tayikos”.
Ahora bien ¿por qué Turquía quiere jugar este juego en el polvorín afgano? Varias son las razones pero sobresalen tres: la geopolítica del plan panturquista, con la mira puesta en el Asia Central, y en el que como todos sabemos, Armenia es un escollo que es necesario remover, dominar o destruir, según le cuadre a Ankara en cada momento de su historia.
La segunda razón es económica y se relaciona con los proyectos energéticos y comerciales. Desde 2018 está en operaciones el llamado Corredor de Transporte Lapiz Lazuli, por el que durante dos milenios viajaron piedras preciosas y minerales desde el sur de Asia hacia los mercados europeos.
El corredor es parte de la Ruta de la Seda, y conecta Afganistán con Turquía a través de Turkmenistán, Azerbaiyán y Georgia, atravesando en ferrocarril las áreas terrestres y vía naval os mares Caspio y Negro.
El vínculo con Turkmenistán está atravesado también por gasoductos que llevan energía a Europa, proyectos en los que Turquía se reserva el derecho de abrir o cerrar el grifo, de acuerdo a la estrategia de Erdoğan.
En tercer lugar, con más de 32 millones de habitantes, Afganistán resulta ser un mercado interesante para los productos de Turquía y a su vez un excelente proveedor de materias primas. Como se ve, una vez más, negocios y política dominan la agenda internacional.
Centro de terrorismo
En esta estrategia regional Azerbaiyán parece ser un actor de reparto, aunque no lo es tanto. Desde que terminó la segunda guerra de Artsaj –con varios cabos sueltos todavía, por cierto- el gobierno de Vladimir Putin insistió una y otra vez en la necesidad de estabilizar la región y evitar la presencia de militantes armados extranjeros en el Cáucaso Sur.
Y es que ya desde la experiencia de la primera guerra de Artsaj, la participación de distintas facciones de Al-Qaeda en el bando azerí –también chechenos y de otras etnias musulmanas fundamentalistas-, fue una constante. En la guerra de 2020 la novedad fueron los terroristas y mercenarios sirios y libios reclutados por Turquía.
La gran pregunta ahora es si el ascenso al poder de los talibanes nuevamente en Afganistán volverá a reflotar la actividad terrorista de Al-Qaeda o grupos sucedáneos y si esto podría tener alguna influencia en el conflicto de Artsaj.
Hay mucha evidencia sobre los vínculos de Turquía con diversos grupos terroristas, al punto en numerosas ocasiones el país fue considerado un actor clave para el desarrollo de esta actividad ilegal en la región. Y Azerbaiyán los usó hace sólo unos meses para luchar su guerra contra Armenia y Artsaj.
Ahmet Yayla fue jefe antiterrorista de Turquía entre 2010 y 2013 y “ha reconocido que Turquía fue un centro clave para … más de 50.000 combatientes extranjeros del ISIS y la principal fuente de materiales logísticos de ISIS, convirtiendo a Turquía e ISIS en prácticamente aliados”.
La declaración fue incluida por el investigador David Boyajian, analista de Cáucaso, en un ensayo titulado “La gran mentira de la guerra de Estados Unidos contra al terrorismo global”, publicada el 8 de agosto pasado en el portal Veterans Today.
Y agrega que no se trata sólo de vínculos con Al Qaeda o el ISIS. También financió actividades de grupos como Al-Nusra, Ansar Al-Din, la División Hamza, Hayat Tahrir Al-Sham, Jaysh Al-Sunna, la Brigada Sultán Murad, la Brigada Sultán Suleyman Shah/Al-Amshat, y otras células.
En este contexto a Armenia sólo puede contar con un virtual estado tapón, que es Irán, y su alianza siempre plagada de idas y vueltas con la Federación Rusa. También se vieron algunos indicios de intentar relacionarse de otro modo con la India, en esta primera etapa en cuanto a la apertura del canal comercial.
Habrá que ver cómo evoluciona esa línea, pero no hay que olvidar que la India y Pakistán tienen una disputa abierta desde hace décadas por la región de Cachemira y ambas son potencias nucleares. Cualquier parecido con una escalada del conflicto regional es pura coincidencia.
Carlos Boyadjian
Periodista