Año Nuevo para los armenios de Siria ¿Cuánto de nuevo hay en este tiempo convulso sobre el territorio sirio?

07 de enero de 2025

Unos días antes de Navidad, en medios de Armenia, circuló una fotografía de un árbol navideño en la ciudad siria de Al- Suqaylabiyah, en la gobernación de Hama, prendiéndose fuego. El árbol fue reportado por haber sido incendiado en manos de combatientes extranjeros asociados con Hayat Tahir al-Sham, facción que lidera el gobierno provisional de Siria. Estas acciones ponen en duda la situación de los árabes cristianos en el país y su eventual peligro ante el nuevo orden establecido.

Los oponentes al régimen de Bashar al-Asad tomaron control del país. Bashar fue el  sucesor de su padre Háfez (quien gobernara durante casi treinta años) y jefe del Estado desde el año 2000 hasta su derrocamiento en el 2024, luego de trece años de guerra civil. Al-Asad, bajo un gobierno de tinte secular, explotaba las tensiones internas para afirmar la dictadura que era apoyada por Irán y Rusia. Habiendo sido acusado por crímenes de guerra, su poder se vio debilitado tras una ofensiva militar que, luego de hacerse cargo de Homs, la tercera ciudad más grande del país, lo destituye.

El servicio de inteligencia ruso dio a conocer estos días cierta información en la que se cuentan planes terroristas de los servicios especiales occidentales contra instalaciones militares rusas en Siria.

El debate no es epistémico, no es por la calificación de terroristas o de combatientes de la libertad en relación a los grupos que han tomado el poder en Siria. La cuestión es observar el modo en que un movimiento que asume la autoridad en un país sigue los lineamientos de grupos extranjeros quienes, bajo un dominio de ocupación soterrada, buscan tener control en la región. Ese control, lo sabemos por el claro caso de Irak, no suele suceder a través de medios o normativas que administren justicia, sino, por el contrario, con hechos que ocasionan el caos.

El enviado de la ONU, Geir Pederson, pidió que la transición hacia las elecciones sea dirigida y vigilada por sirios. Las milicias lideradas por el grupo Hayat Tahir al Sham, parte del antiguo Al Qaeda del Levante, ha formado un gobierno desde el 8 de diciembre que, aseguran, durará, hasta las próximas elecciones.

Las minorías cristianas y kurdas que temen ante la suspensión de la constitución quizás tengan en su memoria aquel 19 de marzo del año 2003, cuando EEUU invadió a Irak. Las operaciones militares se dirigían bajo el guion de guerra indolora. Sin embargo, el ataque llamado “impacto y pavor” fue un medio de destrucción de la población iraquí.

La sociedad siria, como la iraquí, es una sociedad dividida en numerosas congregaciones. El mayor cisma se da entre los musulmanes suníes y los shiíes. Esta escisión religiosa comenzó en el año 680, por la naturaleza de sucesión del Profeta. Los persas promovían a los shiíes, mientras que Turquía respaldaba a los suníes.

Después de la Primera Guerra Mundial, y luego del establecimiento del mandato francés en 1920, Siria comienza a denominarse de ese modo, ya que en el mundo árabe musulmán la región se llamaba “Sham” con su capital, Damasco. Pero es luego de la evacuación de los franceses, tras el ataque de fuerzas inglesas y australianas, que Siria se constituye como gobierno soberano.

La naturaleza del derecho de la ocupación radica en las siguientes consideraciones: primero, cuando las estructuras del gobierno existentes hayan quedado incapacitadas para ejercer su autoridad normal, y segundo, cuando la potencia ocupante esté en posición de llevar a cabo las funciones de gobierno normales en la región afectada. La presunción de autoridad sobre el territorio ocupado significa, implícitamente, que las instituciones existentes de la sociedad han sido descartadas.

El territorio sirio de Bashar al-Asad, al igual que las tierras de Hussein, tienen las características del universo feudal donde las relaciones de vasallaje hacen que el vínculo entre el señor y las cosas tengan una naturaleza casi teológica. Dicho carácter se observa en diversas manifestaciones en el estatus del poder, de manera tal que se cree que la “corona” no muere jamás y que dicho poder tiene la naturaleza de una corporación.

La teoría de los dos cuerpos del rey de Ernst Kantorowicz en su libro “Los dos cuerpos del rey” explica la naturaleza corporativa del cuerpo del rey; de manera tal que si bien la corona perdura indefinidamente y el rey muere en el tiempo, su poder se construye sobre el lema “El rey ha muerto, viva el rey”. Así, al grito del heraldo “El rey ha muerto” le sigue la consagración del nuevo rey que se considera una continuidad del cuerpo del primero. Occidente y la Revolución Francesa lograron una separación entre esos dos cuerpos creando la figura de la representación y la de autor / autoridad.

Si los tiempos de Al-Asad eran tiempos de vasallaje, si además su cuerpo queda oculto en el exilio, muerto simbólicamente en calidad sagrada, pero muerto de manera no épica; para que el territorio se edifique según parámetros democráticos se requerirá un entierro simbólico. Un entierro que sea dramaturgia, una ficcionalización del cuerpo caído localizado debajo de la tierra sobre la que se desarrollarán los nuevos cuerpos vivientes. Para ello Occidente ideó la Ley, esa que, luego de hacer uso de la guillotina dio marco a las sucesiones políticas.

Pero aquí se ha “guillotinado” el poder sin registro constitutivo, sin normativa, bajo el juego de poder tensado por la Turquía suní. Así como el colapso social, político y cultural que sufrió Irak tras el desmoronamiento del régimen de Saddam Hussein fue el acto final de un proceso que había comenzado mucho antes de que el ejército norteamericano entrara en Bagdad, del mismo modo el estallido que observamos en Siria viene de décadas de sujeción.

Sinan Antoon, escritor iraquí en el exilio escribe en su libro “The Baghdad Blues”: “¿sabés que la ventana del útero mira a una tierra confiscada?” para dar a entender que eso que se gesta, aún antes de nacer, está incautado por una expropiación.

Los armenios de Siria temen por lo propio, aquello cada vez más ajeno.

Ana Arzoumanian
Escritora

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