Armenia ante una enorme encrucijada
Desde la Diáspora vemos con preocupación que la habitual injerencia de las potencias extranjeras en Armenia va en franco incremento. Nuestra patria ha debido manejarse siempre con extrema precaución en lo que respecta a las cuestiones regionales. De sus cuatro fronteras, dos están clausuradas por Turquía y Azerbaidján, en tanto que las restantes también son inciertas por cuanto el límite norte con Georgia siempre tiene el riesgo de sufrir dificultades por cuestiones políticas del país vecino o de su tirante relación con Moscú; y la línea fronteriza sur que limita con Irán, tradicionalmente tranquila y operativa, ahora ingresa en un cono de sombras debido a las sanciones impuestas a ese país por el presidente Donald Trump.
La presión de Washington sobre el gobierno armenio comenzó a hacerse sentir en la despedida del exembajador Richard Mills. El diplomático repartió loas a la revolución de “terciopelo”, pero no se privó de sugerir un pronto arreglo del conflicto de Artsaj con la consiguiente “devolución de tierras”. Mills fue más allá, dijo que el modelo oligárquico-monopolista imperante en Armenia era consecuencia del bloqueo turco-azerí. O sea que más a o menos quiso hacer entender que los gobiernos armenios del pasado preferían seguir en guerra para poder mantener intactos sus turbios negocios.
Pero hubo más, aseguró que EE.UU, la Unión Europea y “otros” amigos de Armenia ayudaron a formar la “base de la sociedad civil”, algo que finalmente condujo a los armenios a los eventos de abril y mayo pasados. Finalmente, dijo que Estados Unidos quiere que Armenia sea dueña de su propia política exterior. “Queremos que el país siga siendo soberano y libre de tomar sus propias decisiones”. Cualquier experto en política diría que en realidad que los dichos de Mills se acercan más a un verdadero condicionamiento para la cancillería armenia.
Luego vino al país John Bolton, asesor estrella de Trump. Todo lo que había expuesto Mills fue multiplicado por el funcionario de visita. También habló sobre la necesidad de llegar a un acuerdo con Bakú, pero inexplicablemente casi presionando a Pashinian le ofreció armamento militar en venta con el pretexto de abrirse al mundo y no depender de su mayor proveedor, Rusia.
El hombre anticipó las sanciones de su jefe a Irán y advirtió a Armenia que ponga sus barbas en remojo porque se avecinaban tiempos difíciles para la región. Más presiones y amenazas.
En el medio de toda esta ida y vuelta de funcionarios estadounidenses está la cuestión del envío de médicos y tropas especializadas en desminado a Siria. Serge Sarkissian había postergado una y otra vez la decisión esperando prudentemente el desarrollo de los acontecimientos, pero Pashinian asumió el compromiso con Putin y es inminente la partida del contingente armenio. Washington también había avisado a Ereván que fuera prescindente en dicha cuestión.
Y para ir llegando al final de esta serie de “llegadas” del país del norte, está en Ereván una misión de asesores americanos que viene a “prevenir y preparar” al gobierno y a los referentes de la economía y finanzas respecto de las sanciones impuestas por Trump a la República de Irán.
Para complicar aún más las cosas, Pashinian y los suyos parecen no reaccionar frente a este escenario y están más preocupados por los comicios que, seguramente ganarán por amplitud, que en evaluar las consecuencias de la tormenta que puede soportar el país si le impiden comerciar con Teherán. Las compras de petróleo y gas y las ventas de energía eléctrica se encuentran en serio riesgo. Si debemos prescindir de nuestro amistoso vecino del sur, seguramente aumentará nuestra dependencia de las potencias que dicen querernos pero que sólo trabajan para defender sus propios intereses a costa del sacrificio de nuestros connacionales de Armenia.
Jorge Rubén Kazandjian