Armenia ¿Unida? ¿Libre? ¿Soberana?
Armenia unida, libre y soberana o independiente es un apotegma que adoptaron muchos armenios a través de su pertenencia a diversas organizaciones políticas. Sin embargo, también aquellos que no militan o simplemente se interesan en los destinos de nuestra patria, también se sienten atraídos por la definición que encierra un enorme significado político.
Cuando Armenia obtuvo su independencia en mayo de 1918, las condiciones de nuestra patria no eran las mejores, ni siquiera se acercaban al mínimo indispensable para iniciar la construcción de un estado para una nación de más de cuatro mil años de existencia. El esfuerzo y la entrega de muchos se tradujeron en un breve período de independencia que se vio prontamente interrumpido debido a factores exógenos que determinaron la caída de la república.
El período siguiente es materia de otro análisis, tal vez ajeno a nuestras posibilidades por lo complejo del mismo. Sin embargo, en la historia de nuestro pueblo siete décadas resultan apenas un instante, por lo que recuperada la independencia también se recobró el axioma.
Hoy hace 24 años que Armenia disfruta de su independencia en medio de una grave crisis que abarca lo político, lo social y lo económico. Nos toca a nosotros, integrantes de una
Armenia transformada en global a partir de una Diáspora mayor que su propia población, analizar el contexto en que viven nuestros hermanos y tratar, al menos tratar, de encontrar soluciones inteligentes para los problemas que atraviesan.
Para un país que se encuentra prácticamente en guerra el mismo tiempo en que recuperó sus piernas, debería ser prioridad el frente interno. Sus gobernantes deberían dar batalla sin cuartel contra la corrupción que degrada todos los poderes del país. Deberían también postergar aspiraciones económicas, personales y políticas en dirección de lograr una unión que está muy lejos de concretarse.
Armenia debe lidiar contra varios frentes simultáneamente. La guerra con Azerbaidján y el enfrentamiento con Turquía por un lado, por el otro la creciente inmigración que vacía de contenido a un país que no se merece el destino al que se dirige inexorablemente.
Cómo podríamos encontrar una explicación a la existencia de tantos magnates que hacen alarde de sus millones logrados quién sabe con qué métodos y costa de qué sacrificios del pueblo. Cómo podríamos entender el derroche que podemos observar en nuestra capital Ereván, cuando apenas unos kilómetros más allá todo vuelve al pasado con sus penurias y estrecheces.
Por estos días nuestros compatriotas de Artsaj reviven el fantasma de la guerra. El enemigo externo vuelve a atacar causando inocentes víctimas civiles y muchas bajas en las filas militares. Claro que nuestro ejército de liberación devuelve golpe tras golpe recibido, pero cabe preguntarnos si podremos sostener una nueva guerra contra los azeríes en las actuales circunstancias. Dejo la respuesta a quienes tienen hoy la responsabilidad de regir los destinos de todos los armenios, los de allí y los de todo el mundo. Porque cualquier circunstancia que afecte a nuestros hermanos de Artsaj y Armenia, también hará mella en nosotros.
Por eso repito la consigna, busquemos entre todos una solución, pero en primer lugar logremos la reconciliación que tanto necesitamos y necesitaremos si regresa el sonido de la guerra.
Jorge Rubén Kazandjian