Armonías de un bandoneón armenio

12 de julio de 2024

El 11 de julio se conmemora en Argentina el Día Nacional del Bandoneón. La fecha se eligió por el célebre bandoneonista Aníbal Troilo, “Pichuco”, compositor y director de orquesta, emblema del tango argentino.

En este día, mi sentido homenaje a mi padre, Tateos Kevorkian, cuyo amor por el tango y el bandoneón nació a sus 16 años de edad (foto). Apasionado por Gardel, además de las orquestas, de Carlos Di Sarli, Juan D’Arienzo, Angelito Vargas, Osvaldo Fresedo y tantos otros, cuyas actuaciones iban a ver con amigos y primos siempre que podían.

Mi abuelo Voskán tuvo entre los clientes de su sastrería-tintorería en el barrio de Barracas al bandoneonista Ángel Condercuri, autor de tangos, creador y director de la orquesta de Alberto Castillo, y arreglador de tangos para D’Arienzo.

Con ahorros acumulados, Tateos compró un bandoneón y comenzó a tomar clases con Condercuri, para aprender a tocar el instrumento. Su progreso hizo que el profesor lo incorporara en algunas ocasiones para tocar, junto con otros dos alumnos más, en una de las tres orquestas simultáneas de Alberto Castillo.

Formó parte de la orquesta típica “Zartarian” de la filial homónima de Unión Juventud Armenia de la FRA-Tashnagtsutiún, que tocaba en eventos programados, con repertorio de tango y música armenia. 

Escrito con su puño y letra, Tateos Kevorkian , mi padre, dejó el siguiente recuerdo: “Participé en innumerables serenatas. Lindo ambiente se generaba. Generalmente las familias y la agasajada sabían que iríamos, nos esperaban. Luego del valsecito inicial, a las 24 hs. nos hacían pasar y se armaban reuniones inolvidables. A veces hasta la mañana siguiente. Mi última serenata se la brindé a mi inminente esposa, Anahid. A las 24 hs. del último viernes antes del casamiento, arrancamos con valsecitos dos bandoneones, guitarra, violín, saxo y el cantor, en la puerta de su domicilio, en Av. La Plata al 200, casi esquina Rosario. Se paraban los coches y colectivos. En la Ciudad de Buenos Aires ya no eran comunes las serenatas. Corría el año 1963. No participé en más eventos. Ya hacía un tiempo que había abandonado la música. Luego vendí el bandoneón. Fin de una época, la de bandoneonista, pero no la pasión por la música porteña".

Dra. Graciela Kevorkian

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