Iglesia Evangélica Congregacional Armenia

Ataques de pánico. ¿Una cuestión de época?

21 de agosto de 2018

ataques-panicoProbablemente todos conocemos a una persona que ha sufrido un ataque de pánico o tenemos algún allegado que conoce a alguien que los ha padecido. En los últimos tiempos las crisis de angustia, así se llama también a estos ataques, son un motivo frecuente de consulta en guardias y de demanda de tratamiento ambulatorio.

Ahora ¿Qué son los ataques de pánico? Es la aparición repentina de temor o malestar intenso acompañada de algunos de los siguientes síntomas: dolor en el pecho, palpitaciones, sensación de ahogo, sudoración, temblores, náuseas, mareos, escalofrío, calor, hormigueo, miedo a morir, miedo a volverse loco o a perder el control. Frente a la percepción subjetiva de una situación amenazante se produce esta respuesta, mental y corporal. La emoción básica en estas situaciones es la ansiedad.

Ante una situación de peligro real, como podría ser un robo o un accidente, puede ser una respuesta normal. El cuerpo se prepara para afrontarla a través de la huida, la lucha o lo que sea necesario en el momento. Pero cuando las crisis de angustia se repiten sin causa aparente, nos encontramos en el terreno de lo patológico.

Las personas que padecen estas crisis pueden presentar también preocupación por nuevos ataques y comportamientos destinados a evitarlos, como por ejemplo no realizar actividad física ya que el aumento de la actividad cardíaca precipita el temor y desencadena los síntomas. En estos casos estamos frente a un Trastorno de pánico. Estar pendiente de los síntomas o de las situaciones que lo generan, junto al monitorear constante de las sensaciones corporales exacerba las mismas generando un círculo vicioso. Las personas con predisposición a la ansiedad pueden ser más propensas al desarrollo de este trastorno.

Algunos pueden presentar también lo que se llama agorafobia, el miedo a no poder salir de un lugar o situación si en ese momento se desencadena un ataque de pánico. Por tal motivo, suelen evitarlos o prefieren ir acompañados. Por ejemplo, los medios de transporte como los subtes o aviones de los cuales no se puede bajar en cualquier momento. Los cines, recitales y manifestaciones, en los que se encuentran grandes cantidades de personas. El ascensor, donde se podría quedar atrapado. El Trastorno de pánico puede ser, entonces, con o sin agorafobia.

Es necesario consultar con un profesional de la salud (médico o psicólogo) para poder recibir un diagnóstico certero y comenzar un tratamiento adecuado. Si bien las características de la época en la que vivimos favorecen este tipo de patologías, es importante tener en cuenta el componente subjetivo. Comenzar un espacio terapéutico permitirá expresarse en relación a los diferentes síntomas, ansiedades, miedos y otros temas que estén afectando la vida cotidiana. Es fundamental ponerle palabras a lo que está sucediendo. Narrar lo que le ocurre. Poder identificar por qué le sucede esto y por qué en este momento, será de gran importancia para comenzar a caminar en el sentido de una mejoría. Es decir, hay mucho por hacer, se puede encontrar una solución posible.  

Es importante aclarar que el tratamiento muchas veces debe ser psicoterapéutico y farmacológico. Algunas personas se muestran reticentes ante el tratamiento con medicación, sin embargo el mismo puede ser de gran ayuda en un primer momento. Permite disminuir los síntomas, lo que facilita que el paciente pueda realizar sus actividades cotidianas y permite la toma de medicación de rescate en los momentos en los que tiene lugar la crisis de angustia. Esta medicación debe ser administrada y controlada por un psiquiatra, quien podrá decidir cuál es el fármaco más adecuado para cada paciente y podrá modificar el mismo en caso de efectos adversos o a medida que avanza el tratamiento.

Para las personas que tienen un conocido cercano que sufre de ataques de pánico, es fundamental tener en cuenta que durante la crisis la sensación es muy desagradable. Una buena manera de acompañar es no interpretar la misma como una exageración. La empatía y la contención son esenciales. Respetar lo que la persona necesite en ese momento y recordarle que va a pasar en unos minutos puede ser de gran ayuda.

Para concluir, el estrés y las tensiones propias de la época actual pueden favorecer el desarrollo de Ataques de pánico o del Trastorno de pánico. El padecimiento y las limitaciones que este trastorno impone a la vida cotidiana tienen un tratamiento posible.      

                                                                                     Licenciada en Psicología Jesica Manes

 

                      PROMESAS en la BIBLIA para una VIDA ABUNDANTE      

     Muchos hoy en día son víctimas de angustias, temores y ansiedad, porque no recurren al alimento espiritual.

     La mayoría de la gente no se olvida de alimentar su cuerpo pero se olvida de alimentar su alma.

     La Palabra de Dios nos nutre porque oímos la voz de Dios hablándonos desde sus páginas y por medio de la oración nosotros hablamos con Dios y dejamos nuestros problemas en Sus manos.

     La oración es efectiva y poderosa.

     Cuando tenemos ansiedades o temores, hay un pasaje bíblico maravilloso: Isaías 26:3 “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”.  

     Dice Jesús: “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras almas” Mateo 11:28

 

 

 

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